El nombre de Doménico Helmeyer no dice mucho. Pero para los habitantes de Los Palos Grandes, o como se llaman a sí mismos, “palogradinos”, es un hombre de 52 años que significa mucho para la urbanización del municipio Chacao.
Apenas llega a la plaza de la urbanización le preguntan por los proyectos en marcha y responde: “Faltan unos detallitos, pero Un beato en LPG ya está prácticamente listo”. Se trata del último mural que se realizó en la zona, diseño del caricaturista Eduardo Sanabria, y que convirtió un botadero de basura deteriorado en un espacio que aspira ser un lugar de peregrinación para los devotos de José Gregorio Hernández.
Alrededor de 19 personas participaron en la realización de este mural, pero no todas al mismo tiempo por medidas de bioseguridad. Con pinceles, y a veces brochas, un sombrío lugar se llenó de color en apenas tres días.
Desde finales de 2019, un equipo multidisciplinario de vecinos de Los Palos Grandes, encabezado por Helmeyer, se ha abocado a la recuperación de espacios, sobre todo de las paredes deterioradas ubicadas en las vías de mayor tránsito de la urbanización. Y, aunque lo primero que salta a la vista es el rescate de un lugar perdido, el proyecto, sin habérselo propuesto, cultiva el sentido de identidad, comunidad y ciudadanía a través del arte. No es solo embellecer por el simple hecho estético, sino para mejorar el ánimo de los transeúntes, que tomen las calles, las hagan suyas y se preocupen por su presente y futuro.
Todo comenzó de noche por aquellas calles. A las 7:00 pm se imponía un toque de queda implícito, bien por la oscuridad o por el simple miedo de vivir en una de las ciudades más peligrosas del mundo. Helmeyer, que en el ámbito profesional ha ejercido la producción de espectáculos públicos, junto con vecinos y la Alcaldía de Chacao desarrolló Nocturneando, un evento que invitaba a vivir la noche. “Movimos más de 7.500 personas en más de tres avenidas. Fue la celebración del 90 aniversario de LPG”, detalla. Pero lograr una meta les hizo ver que, para seguir llenando las calles, había que rescatar espacios “para que fuesen dignos para los próximos aniversarios”.
Agrega: “Las calles estaban tomadas por una energía negativa. Cuando el ciudadano sale a rescatar estos espacios se convierten en lugares para la familia; se apropian y se hacen luchadores de ese espacio. Le llaman la atención al que se estaciona mal, al que tira la basura, están pendientes de que los espacios se mantengan limpios. Logras esa apropiación, esa identidad, ese apego por el espacio. Que digan ‘esto es mío y me costó mi sudor’, y esa es la intención de nuestro proyecto. No es que una persona va a pintar todo, no. Es que entre todos pintemos, porque todos somos parte. Nuestra casa es la comunidad”.
Con eso en mente, surgió la idea de los primeros murales que formaron la serie Viviendo el cinetismo. Alejandro Otero, Carlos Cruz-Diez, Juvenal Ravelo y Jesús Soto sirvieron como inspiración de 4 de los 8 murales que hicieron en 2019. En 2020 la pandemia los detuvo unos meses, pero cuando se acercaba nuevamente el mes aniversario, en junio, decidieron poner manos a la obra nuevamente. “Las personas estaban en sus casas, lo único que podían ver eran las paredes en su entorno. ¿Qué mensaje le estábamos mandando a una persona que estaba aislada, que solamente podía ver el mismo escenario todos los días, el mismo escenario de deterioro, de tristeza, de un espacio gris, con mensajes pesados? Por eso empezamos a pintar otra vez”, indica Helmeyer.
El año pasado sumaron ocho murales, una cantidad que ya alcanzaron este año y hay dos en preparación. Las pinturas de los murales son proporcionadas por la marca Venex, que se hizo aliada del proyecto desde la primera restauración, y para la elección de artistas cuentan con la asesoría de la galería local Flamboyart. Más allá de un nombre reconocido, también apuestan por talentos emergentes e incluso por los mismos vecinos, como es el caso del grupo Mandala Callejero, responsable de 5 murales.
El colectivo está formado por cinco mujeres: las hermanas Mariel y Gabriela Briceño, Patricia Montero, Sylvie Donis y Ginette Gotteiheims. Su trabajo surgió de manera espontánea durante protestas de 2017 como una forma de pasar el tiempo durante los plantones en la autopista. Con tizas pintaron un gran mandala en el piso y lo acompañaron con palabras como “esperanza”, “vida”, “libertad”. “Fue algo muy casual. Sin saberlo todas estábamos en la misma onda”, dice Mariel. “Cuando lo terminamos, la lluvia se lo llevó. La gente lo lamentó, pero la idea es que las mandalas muevan las energías. Originalmente se hacían en arena, justamente por eso”, explica Patricia.
Desde entonces no dejaron de hacerlo. El trabajo se convirtió en un símbolo de protesta pacífica durante esos años. Luego de que se apaciguara la oleada de manifestaciones continuaron haciéndolo igual en el piso: primero en la Cota Mil para mover las energías del nuevo año y después en las actividades de Nocturneando. Del piso pasaron a la pared, luego de que Helmeyer les ofreciera un muro que querían recuperar en la 11ª Transversal de Los Palos Grandes. Hicieron otro en homenaje al escritor Eduardo Liendo y también en honor a la urbanización donde han vivido en su icónica plaza. Pero el más famoso es de unas mandalas con alas, ubicado en la cuarta avenida de Los Palos Grandes, al que pronto le realizarán labores de mantenimiento.
Su éxito ha sido tal que también han realizado murales privados en casas y oficinas. El más representativo es el que les encargó pinturas Venex como parte de un programa para promover artistas emergentes y que actualmente se exhibe en una valla frente a Paseo Las Mercedes. “El crecimiento ha sido en ambas partes. Nosotras apoyamos a Doménico en todo lo que quiera realizar en la urbanización. Lo que él ha aprendido nos lo transmite, así como nosotras le comentamos las técnicas que hemos desarrollado”, comenta Sylvie.
El plan inmediato de la iniciativa “Los Palos Grandes de Noche” es preparar la Galería Permanente de Arte Urbano. Un circuito cultural con rutas turísticas alrededor de los murales, que esperan lanzar a finales de este mes como parte de las actividades del 92 aniversario de la zona. Helmeyer señala que, además, beneficiará a los comercios. “Las personas de otras urbanizaciones vienen no solo a visitar el mural, terminan conociendo un café, una heladería. Es turismo interno”, indica. Un proyecto que, al estar involucrados los vecinos, depende únicamente de ellos para mantenerse en el tiempo.
También están asesorando a comunidades de otros municipios de Caracas, como Baruta y El Hatillo, interesados en replicar el proyecto. “Nuestra condición como venezolanos siempre es esperar a que alguien resuelva los problemas de la comunidad. Esperamos que llegue el alcalde, el diputado, cualquier persona que pueda mejorar nuestras condiciones y es falso. Quien se debe ocupar de los espacios es el mismo ciudadano porque son de él. Son de ellos. Tienen que crear su propia identidad, saber qué es lo que le gusta a su zona. Resaltar sus propias tradiciones, que es la forma más económica que tiene una urbanización para mejorar su condición urbana. No vas a construir un edificio nuevo, es mejorar lo que tienes. En este estado que estamos viviendo necesitamos algo que nos brinde alegría, que nos dé emociones y disfrute”, finaliza.