En abril de 2004, Don Cobain y su esposa Jenny publicaron una declaración en la revista People: «Nuestra familia teme el décimo aniversario de la muerte de nuestro hijo, hijastro y hermano Kurt Cobain. No solo lamentamos su fallecimiento, sino que nunca podemos olvidarlo, porque incluso después de diez años, constantemente nos lo recuerdan por la controversia que rodea su muerte y las insinuaciones de que fue asesinado. Con la muerte de un ser querido por suicidio, una familia experimenta la culpa y los ‘qué hubiera pasado si’. Con la muerte de un ícono, nunca desaparece. Todos sabemos que Kurt se quitó la vida. Courtney no lo mató ni lo mandó a matar. Esperamos que todos los charlatanes que intentan ganar dinero cuestionando su muerte recuerden la música y recuerden que tenía una familia que lo amaba y una hermosa niña que no merece ser recordada para siempre por la basura que rodea su muerte». De esa manera, el padre y la madrastra del líder de Nirvana intentaban poner fin a las especulaciones que, una década después de que el músico se quitara la vida, todavía seguían circulando. No funcionó: hoy, veinte años después de esa declaración y treinta años después de la muerte de Cobain, hay quienes insisten con que lo que pasó el 5 de abril de 1994 no fue un suicidio sino un homicidio.
Hay hechos que nadie discute. Gary T. Smith, un empleado de una empresa de iluminación, llegó a la casa de Cobain en las cercanías del Lago Washington para instalar unas luces de seguridad el 8 de abril de 1994. Tocó el timbre y golpeó la puerta pero nadie atendía, y pensó que el dueño de casa estaría dormido. Al levantar la vista hacia el invernadero sobre el garage de la propiedad, lo vio recostado en el suelo y se dispuso a despertarlo, pero al acercarse se sobresaltó: un hilo de sangre salía de su oído. La policía encontró una escopeta Remington cruzada sobre su pecho y una nota de suicidio. El texto estaba dirigido a Boddah, un amigo imaginario que tenía en la infancia, y se explayaba sobre la tristeza y la ansiedad que le provocaba la fama, sobre sus insoportables dolores de estómago y sobre su relación con su esposa Courtney y su hija Frances Bean. «Es mejor quemarse que ir apagándose de a poco», cerraba, con una cita a la canción de Neil Young «My My, Hey Hey (Out of the Blue)». Las pericias determinaron que el músico llevaba tres días muerto y la investigación fue tajante: Kurt se había quitado la vida.
A partir de ahí surgen las teorías conspirativas. Para entender las especulaciones es clave mencionar que un mes antes, Cobain tuvo una sobredosis de champagne con Rohypnol en un cuarto de hotel de Roma. Tomó cincuenta pastillas y dejó otra nota que nunca se dio a conocer. Al principio se habló de un hecho accidental pero después se habló de un intento de suicidio, cosa que Cobain y su managment negaron. Se dijo que el plan del cantante y guitarrista de Nirvana era, simplemente, desaparecer. También se publicó que había retirado una gran cantidad de dinero para eso. La declaración de Courtney al respecto no ayudó: «No se va a zafar de mí tan fácil. Lo voy a seguir hasta el infierno».
Cuando Cobain salió del hospital fue internado en un centro de rehabilitación de California, de donde se escapó trepándose a una pared un par de días después. En este punto se suma a la historia una figura fundamental en la teoría conspirativa posterior al suicidio: Tom Grant, un investigador privado contratado por Love para encontrar a su marido fugado, quien evidentemente no hizo bien su trabajo porque nunca se le ocurrió chequear el invernadero de la residencia Cobain, donde el músico se escondía y donde apareció muerto. Lo que sí hizo Grant fue decirle a los medios que Kurt había sido asesinado y responsabilizar de ello a Love. El móvil sería financiero: con un posible divorcio, la cantante de Hole perdería buena parte de la fortuna de su esposo.
La principal objeción que hizo el detective es que la dosis de heroína que el músico se inyectó haría imposible prepararse para usar una escopeta y dispararse, porque ya sería letal en sí misma. Lo que Grant desconoce (o elige ignorar) es que la cifra de 1.52 mg/L de opiáceo en sangre que encontraron las pericias no necesariamente es letal, sino que depende de qué tipo de estudio se haya hecho. Hay dos clases de análisis de opiáceos: de morfina total y de morfina libre. El primer análisis busca metabolitos que pudieron haberse generado a través de la ingesta de la droga varios días atrás y el segundo se concentra en el consumo reciente. Si bien no se indicó cuál de los dos se le hizo al cuerpo de Kurt Cobain, lo más probable es que se trate de un estudio de morfina total, con lo cual la cifra correspondería a lo ingerido en los últimos minutos de su vida, pero también a lo largo de los días en los que estuvo escondido en el invernadero. De ser así, la dosis no es letal por sí misma y habilita a realizar ciertas tareas manuales. Para sorpresa de nadie, hasta el día de hoy Grant se lucra vendiendo merchandising sobre el caso en su sitio oficial.
La investigación del cineasta Nick Broomfield introdujo otro personaje oscuro de la historia: Eldon «El Duce» Hoke, un lumpen de la zona de Seattle que afirmaba que Love le había ofrecido 50.000 dólares para matar a Cobain. Nunca pudo ofrecer pruebas de nada y hasta el bajista de su propia banda declaró que había inventado todo para hacerse famoso, pero los conspiranoicos le creyeron, y más cuando murió días después de su entrevista con Broomfield, atropellado por un tren. Aunque lanzó el documental Kurt & Courtney en 1998, el mismo director dijo que no había encontrado evidencia de que Cobain hubiera sido asesinado: «Creo que se suicidó (…). Y creo que hay una sola forma de explicar todo lo que pasó alrededor de su muerte. No que lo hayan matado, sino que no lo hubieran cuidado. Creo que Courtney ya había seguido adelante y él era descartable».
Si hasta el día de hoy persisten las teorías sobre su supuesto asesinato, solo es porque en Internet circulan más rápido los rumores que las verdades, y porque algunos inescrupulosos alimentan esas dudas por beneficio propio. Lo cierto es que el 5 de abril de 1994, treinta años atrás, Kurt Cobain decidió ponerle fin a su vida, agobiado por el estrellato y por su propios demonios. También quedaba truncada de esta forma una carrera revolucionaria, una obra artística imprescindible, repartida en tres discos de estudio y algunos singles y outtakes que le cambiaron la cara al rock de la última década del milenio pasado: del grotesco del hair metal se pasó a la angustia existencial del grunge, y la música se volvió más profunda, más intensa, más real. Con Nirvana, Kurt Cobain cambió al mundo, y para ello dejó en el camino jirones de su vida.
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