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 Los Soprano: el hijo de James Gandolfini habla de la película en la que se pone en la piel de su padre

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¿Qué representa Los Soprano hoy, a más de 20 años de su estreno? Quien vuelva a verla descubrirá que mantiene una vigencia brutal, una actualidad increíble que la convierte ya no en una de las mejores series contemporáneas, sino de la historia. Se la suele señalar como la narración que pavimentó el camino para la actual era dorada de las series, la nueva TV que tomó el espacio de complejidad y riesgo que alguna vez perteneció a las películas.

David Chase, su creador –a fines de los 90 no se hablaba de showrunners– es un hombre de la televisión que siempre había querido dedicarse al cine, pero se curtió en la pantalla chica de los 70 y 80 en series como Kolchak y Archivo confidencial, así que tiene bastante sentido que haya ayudado tanto a ensancharla. Ahora, 22 años después del debut de aquella obra maestra de seis temporadas y 86 episodios, sus personajes llegaron finalmente a las salas en una precuela con guion de Chase, dirección de Alan Taylor y el título The Many Saints of Newark, traducido como Los santos de la mafia – Una historia de Los Soprano.

¿Todos sus personajes? Unos cuantos. ¿Pero qué es lo primero que viene a la mente cuando pensamos en Los Soprano? El enorme, prodigioso James Gandolfini, que hizo de Tony Soprano un protagonista oscuro y gracioso, temible e irresistible, todo a la vez. Cuando el actor murió en 2013 de un ataque cardíaco, a los 51 años, quien lo encontró, desvanecido en el baño del cuarto de hotel donde se hospedaban en Roma, fue su hijo Michael, entonces de 14 años. Michael hoy tiene 22 y un parecido físico innegable con su padre, que complementa con una actuación notable en Los santos de la mafia, en la que interpreta a Tony en su adolescencia. Es decir, al capomafia que todos amamos no a pesar de su crueldad y su ira y su violencia, sino por su ambigüedad y sus contradicciones, por su brutalidad entreverada con una sensibilidad a veces inesperada –y frecuentemente devenida sentimiento de culpa–, su humor (y hasta ternura), que fascinaron al mundo. El asesino más querido de la pantalla; el padrino que se psicoanalizaba.

“Quería hacer algo diferente y no me importaba si se vendía o no”, recuerda Chase. Le habían ofrecido escribir una versión para televisión de El Padrino y dijo que no porque eso “ya se había hecho”. Pero el ofrecimiento despertó su interés en la mafia, ya no en un Godfather, sino en un tipo que va a terapia, “en su familia, en su esposa y sus hijos”. Varios canales de televisión rechazaron el proyecto porque les resultaba indefinido, “ni un drama típico ni una comedia sobre la mafia; por lento, por su protagonista gordo y crudo, etcétera”. El éxito de esta serie que echa una mirada moderna y cercana sobre la comunidad italoamericana del crimen quebró las reglas del medio y hoy se registra un fenómeno que prueba su grandeza y perdurabilidad: Los Soprano volvió a verse en pandemia y una nueva generación la descubrió y, por supuesto, quedó hipnotizada. Hay memes, podcasts (uno lo llevan adelante dos de sus protagonistas, Michael Chris Imperioli y Steve Bobby Schirripa) y hasta convenciones de fans, como la SopranosCon de Atlantic City.

En este contexto llega la película, también retrasada por el confinamiento y el cierre de los cines, que arranca con los disturbios raciales que tuvieron lugar en Newark, New Jersey, en 1967, como fondo. El personaje principal es Dickie Moltisanti (interpretado por Alessandro Nivola), el padre de Christopher, primo de Carmela y “sobrino” y potencial heredero de Tony Soprano, pero a su alrededor van haciéndose presentes las versiones jóvenes de figuras indelebles como Paulie, Silvio Dante, Corrado Junior Soprano, Janice y la monstruosa madre de Tony, Livia, a quien el guion de Chase –quien la modeló sobre su propia madre, una “mujer muy dramática que dominaba cada situación en la que se encontrara poniéndose siempre al borde de la histeria”– y la actriz Vera Farmiga muestran bajo una luz ligeramente diferente, casi redentora.

Cuando en la película entra en escena el joven Tony Soprano y lo vemos a Michael Gandolfini, es imposible no pensar en el salvaje viaje emocional que habrá atravesado para encarnar al personaje de su padre.

Pocas semanas antes del estreno del filme, La Nación revista habló con David Chase y con Michael Gandolfini. Dice el creador: “Tenía la sospecha de que su ADN sería el mismo, o que iba a prevalecer. Podía ver al Tony adulto en las filmaciones: dulce, honesto, curioso. Tony era, para un personaje de ese mundo, el tipo que pensaba demasiado”.

Michael habla acerca de ese proceso que, por supuesto, lleva años elaborando. “La premisa para componer a Tony, tanto para David como para mí, fue que debía sacar esa cosa que te hace dudar acerca de llamar a Tony un tipo malo, ya sea su carisma, su humor, su aspecto más ridículo, su capacidad de sorprenderse (la hermosa sensibilidad que hay debajo de su agresividad), todo eso que amamos de él; David me dijo: agarrá todo eso y ponelo adelante de todo, es decir, no la ira del tipo duro, sino el carisma. Y podés ver cómo su madre, su padre, las presiones de los Estados Unidos de esa época, el segregacionismo, todos los mensajes que Tony recibe, hacen que el enojo y el resentimiento crezcan en su interior. Crecen y crecen y crecen hasta que finalmente se convierte en esa cosa en la que nunca quiso convertirse. De alguna manera está predestinado a convertirse en esto. No hay otra, si quiere que su padre esté orgulloso de él, tiene que estar en la mafia. Así que es una suerte de tragedia verlo convertirse en esta suerte de tipo malo”.

-Así como la serie refirió en más de una ocasión al prejuicio que las historias de mafia proyectaban sobre la comunidad italiana en Estados Unidos, la película pone de manifiesto ese momento de segregacionismo que no hacía las cosas muy fáciles para nadie. ¿Hablaste con tu padre alguna vez acerca de lo que significaba ser italiano en Estados Unidos?

-Gandolfini: Es interesante, mis abuelos inmigraron, llegaron a Nueva York, y luego se mudaron a Nueva Jersey, y acá tuvieron a mi papá y a mis dos tías. Mis abuelos hablaban italiano de manera fluida, pero nunca les enseñaron a sus hijos a hablar italiano, porque querían que ellos se convirtieran en estadounidenses. Ellos habían llegado después de la Segunda Guerra, cuando se vivían muchas penurias en Europa y con Mussolini, y vinieron acá para alejarse de todo eso, y querían que sus hijos fueran americanos, que hablaran inglés americano, que disfrutaran de la comida estadounidense, y en muchos sentidos mi familia se convirtió en estadounidense. Luego, mi padre empezó a hacer Los Soprano, y creo que eso fue lo que hizo que mi familia se volviera más italoamericaana de lo que había sido jamás hasta entonces. Toda mi familia estaba en Nueva Jersey, comíamos comida italiana, teníamos días de acción de gracia italianos, yo tenía miles de tíos y tías que no son realmente tíos y tías, pero así es como los llamamos, un trillón de primos, muchos gritos, gente hablando fuerte todo el tiempo y gritando, mucha gesticulación, y se ha convertido en nuestro estilo de vida del lado de mi padre… Pero yo también soy un poco polaco y ruso, y estoy muy americanizado.

-Chase: Sí, es lo que se dice asimilación. Era así para muchos judíos. ¿Los italianos fueron tan asimilados como ellos? Creo que no. Creo que se quedaron más juntos, en grupos, en los vecindarios. No estaban tan apurados por asimilarse, pero quisieron y lo hicieron. Yo soy de familia totalmente italiana (de hecho, la mitad de mi familia italiana se fue a la Argentina y la otra mitad se vino a los Estados Unidos) y tengo un apellido inglés –cambió de DeCesare a Chase– no porque quisieran encajar mejor en los Estados Unidos, sino por otras razones. Yo no creo que los italianos hayan querido asimilarse tanto, la verdad que no.

La película plantea una guerra entre afroamericanos e hijos de inmigrantes italianos. Chase conoció bien Newark porque allí vivieron sus padres y sus abuelos y hasta allí llevaba a su novia y futura esposa a su trabajo, en la época en que empezaron los disturbios raciales del 67. “El año pasado –dice Chase, por 2020–, tuvimos otro verano de odio. Pensé: ¡por Dios, todavía es igual, no puedo creerlo!”.

-La película no lo dice de manera directa, pero de algún modo traza un paralelo entre las comunidades negras y las italianas en los 60. ¿Era esa la intención?

-Chase: No, los italianos no fueron tan discriminados como lo fueron los negros, sin embargo, nueve italianos fueron linchados en Nueva Orleans a principios de los 1900. Pero si lo que preguntás es si hay una equivalencia entre el trato que se les dio a los italianos y el que se le dio a la gente de color, no, no lo hay. Y cuando se habla de los movimientos de antidiscriminación contra los italianos… Por favor, es una injusticia contra la historia de la gente negra en Estados Unidos.

-Al ver la película, uno puede recordar una frase que se decía en las primeras temporadas de Los Soprano, respecto de que unos pocos miles de mafiosos le habían causado una mala reputación a la enorme, honesta comunidad de italoamericanos…

-Chase: Eso es lo que unos cuantos italoamericanos creen. A eso me refiero: son defensivos, son inseguros. Todo el mundo tiene sus propios problemas, pero a los italianos como grupo les ha ido muy bien. Como a la mayoría de la gente que viene a América. La gente negra todavía tiene muchos problemas, aún están en una situación muy desventajosa en muchas cosas.

El fin de la inocencia

Cuando Michael Gandolfini se enteró de que iban a hacer finalmente la película, se dijo “bien, cool”, pero aún no había visto la serie, y cuando su agente lo llamó para decirle que querían que fuera a un casting, se negó. “Era de verdad aterrador: no solo no sabía nada sobre Los Soprano: me ponía nervioso la idea de nepotismo. Pero mi agente me dijo que no estaba en posición de negarme a ir a castings”.

-La serie se hizo cuando eras muy chico y seguramente no te dejaban verla porque contenía escenas de sexo y violencia. ¿Eso no hacía que te intrigara más, como a cualquier chico?

-Gandolfini: Cuando se hizo yo tenía entre un año y nueve, así que no. Pero con los años pasó que había escuchado tanto acerca de Los Soprano que ya no estaba interesado. Me dedicaba a ir al colegio y a jugar al fútbol y con mis amigos veíamos Breaking Bad y The Walking Dead. Y Sons of Anarchy. Mi generación realmente no la había visto. Yo en particular no la había visto por un par de razones aparte, pero mis amigos ni siquiera la vieron hasta la cuarentena: fue durante el confinamiento que hubo un resurgimiento de Los Soprano entre los chicos de mi generación. Tal vez si algunos de mis amigos la hubieran estado viendo, yo habría dicho “bueno, voy a verla”, pero no es algo que estuviera en nuestro radar aún.

-Contaste en entrevistas anteriores que fue una experiencia difícil y que tuviste que juntarte con otras personas para poder verla…

-Gandolfini: Cuando empecé a ir a las audiciones para la película la estaba viendo en soledad. Y realmente me afectó mucho. Ver tanto a mi papá, verlo físicamente en la pantalla, fue muy duro, y cuando finalmente conseguí el papel, pensé: estoy exhausto, quedé drenado, y solo había visto la primera temporada, no voy a poder hacer esto. Había tenido la suerte de estar haciendo un programa llamado The Deuce, de David Simon, Alexa Fogel me puso en el casting y varios del reparto se convirtieron en mis mejores amigos hasta el día de hoy. Fueron algunos de ellos quienes me dijeron: “veámoslo juntos, no veas la serie vos solo”. Así que vi cada uno de los capítulos con ellos, entonces tenía esta especie de comunidad con la que podía funcionar como una especie de vertedero emocional, y luego me iba a casa y veía los capítulos de vuelta; pero ya no tenía la misma intensidad emocional para mí, ya estaba un poco como anestesiado, y entonces podía empezar a ver realmente a Tony y no tanto a mi papá, y de ese modo pude empezar a meterme en el personaje.

-Tony Soprano tenía dos hijos: AJ y Meadow. ¿Hay algo de su relación con ellos en la serie, que refleje la tuya con tu padre?

-Gandolfini: En algunas cosas, las más típicas, como que mi papá quería que yo practicara deportes todo el tiempo; hay una gran escena en la que AJ juega al fútbol y Tony está muy orgulloso, así que eso un poco lo refleja. Y luego está esa vez en la que Tony le grita a AJ y luego se disculpa con una pizza, y eso es algo que mi papá y yo teníamos mucho: realmente nos gustaba pelear, peleábamos mucho en un estilo padre e hijo, que era ridículo y divertido, y luego nos reconciliábamos de esas maneras tan buenas. Así que sí, me identifico con esa escena de verdad.

-Y usted, ¿volvió a ver la serie en estos años?

-Chase: No, la verdad es que nunca vi la serie entera. Es decir, veía cada episodio la noche del domingo, cuando se estrenaba, y nunca más lo volvía a ver. Unas pocas veces tuve que hacerlo por razones de trabajo. Hace una semana o por ahí me encontré viendo unas escenas por algo que tenía que ver con trabajo y por primera vez me dije: ¡esto de verdad es gracioso! Estos tipos son verdaderamente graciosos. Lo entendí por completo.

Chase ha dicho que la serie le resultó mucho más satisfactoria de lo que jamás pensó que podría ser, pero que “en su momento no estaba consciente de que estaba cambiando la televisión. Desde entonces me lo han dicho, pero no era así como lo sentía. Sabía que era algo nuevo, y estaba contento de que lo fuera, pero no me decía a mí mismo: ey, estás cambiando el medio”.

-Ha dicho que no esperaba que ocurriera esto de “abrir las puertas a una nueva televisión”, pero ¿cómo evalúa hoy, retrospectivamente, lo que ocurrió?

-Chase: Nunca hice muchas películas, acabo de hacer mi segunda película. Han pasado cosas extrañas. La televisión se ha convertido en el lugar al que uno va en busca de historias. Narraciones e historias sobre gente. Y el cine en buen grado se ha convertido en algo acerca del espectáculo y el sinsentido.

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