Jacobo es un reconocido guionista de televisión que, tras finalizar la emisión de la primera temporada de Hijas del voleibol, se enfrenta al escarnio público y la presión: a la audiencia no le gustó el final que escribió. En la teleserie sobre un club de voleibol femenino, el escritor decide que la protagonista, una atleta de 21 años, renuncia a sus sueños deportivos tras quedar embarazada. El cierre que le dio al personaje, que debía ser un ejemplo a seguir y una inspiración para las jóvenes, resulta muy criticado en las redes sociales. Lo que pretendía ser una historia sobre el empoderamiento femenino, terminó por convertirse en una oda sexista.
Ante el rechazo de la audiencia, Jacobo (Antonio Delli) reúne a su equipo de guionistas para buscar una solución e incluso le pregunta a su hija Miranda (Mahuampy Ruiz) qué piensa sobre la historia. Gloria (Carolina Leandro), quien lleva años sobreviviendo en esa industria hipersexualizada y se acerca cada vez más a la jubilación, opina desde su experiencia lo que podría servir para reconquistar al público. Max (Elvis Chaveinte) intenta dar su opinión e incluir en el debate a María (Rossana Hernández) quien se suma al equipo sin mucha convicción. La mujer que se identifica como lesbiana y fanática del teatro llega a las reuniones sin miedo a cuestionar las ideas de Jacobo.
Se desata así un debate entre los guionistas sobre lo que debe predominar en la teleserie a partir de la segunda temporada: ¿el mainstream o la corrección política? ¿Lo efectivo o lo sincero? ¿Incluir lo que es bueno para la ficción o lo que les conviene? Lo ético y lo conveniente quedan expuestos en la oficina del canal de televisión donde, juntos, deberán pensar qué giro dará la historia en la segunda temporada para recuperar a la audiencia decepcionada. En el intento, incluso, quedarán pálidos de tanto trabajar durante el día sin ver nunca la luz del sol hasta dar con la trama adecuada.
Escrita por la dramaturga española Lucía Carballal, Los pálidos llegó a la sala del Trasnocho Cultural el 31 de mayo para mostrar desde las tablas lo que es la televisión dentro de la televisión. Con una historia que refleja las dinámicas de poder, las relaciones laborales y los estereotipos sociales, la obra tiene pinceladas de humor en una propuesta que rompe constantemente la cuarta pared.
Dirigida por Rossana Hernández, con apoyo de Elvis Chaveinte, este drama contemporáneo le mostrará al público diferentes perspectivas que se enfrentarán como en un partido de voleibol. Hasta el 16 de junio, con funciones los viernes a las 8:00 pm y los sábados y domingos a las 7:00 pm, Los pálidos mostrarán en escena lo que se oculta detrás de una pantalla de televisión.
Una historia actual
Los pálidos es una propuesta contemporánea, algo que a Rossana Hernández, desde el grupo Deus Ex Machina, le llama mucho la atención trabajar en el teatro venezolano. La obra se estrenó en Madrid el 15 de febrero de 2023 con todas sus funciones agotadas. Para ese entonces, el productor venezolano Douglas Palumbo se encontraba en la ciudad dispuesto a ver el trabajo de Carballal, reconocida por ser guionista de series como Vis a Vis en Netflix, Galgos en Movistar Plus y Las largas sombras en Disney Plus.
A pesar de estar agotadas las entradas, Palumbo consiguió boletos para una función. Salió convencido: Rossana Hernández debía dirigir esa obra. Compró el libro en el que se basa la obra, volvió a Venezuela y se encontró con la directora. «Esta obra la tienes que dirigir tú», le dijo. No se equivocó: «Cuando la leí muchas cosas resonaron en mí», confiesa Hernández, quien también admitió lo mucho que le gusta el teatro contemporáneo por su manera de contar las historias y las temáticas que aborda.
Los pálidos, confiesa la intérprete, tiene todos los aspectos que le llaman la atención de una obra contemporánea. Su forma interesante de narrar la historia, además, plantea una discusión profunda sobre ideas y conceptos que han venido a modificar la vida, señala. La forma en la que está escrita resulta, a los ojos de Hernández, valiente y a la vez amable. Este tipo de historias, que cuestionen desde un lugar atrevido, hacen falta en la cartelera venezolana, afirma. «Hace falta este tipo de opciones, teatro que cuestione, que meta la mano en el pecho, que remueva y nos invite a reflexionar».
Los ensayos, en los que se enfrentó al reto de ser actriz y directora a la vez, comenzaron en febrero. La obra plantea una discusión entre personas con diferentes visiones de lo que es la televisión y lo que se debe mostrar. Por ello, gran parte de los ensayos se centraron en estudiar a cada uno de los personajes y sus perspectivas.
Actriz y directora
A Rossana Hernández se le hizo imposible decidirse entre dirigir Los pálidos o interpretar a María. Durante su carrera se le ha presentado varias veces la oportunidad de cumplir alguno de los dos roles y, normalmente, declina actuar. Le interesa más el discurso general de la pieza que puede ofrecer como directora. Sin embargo, con Los pálidos, no pudo resistirse a todo lo que le ofrecía como actriz el papel de María. Sentía una gran conexión y se identificaba mucho con el personaje como para rechazarlo.
Decidida a asumir el reto de cumplir dos funciones importantes, consciente además de los riesgos que implicaba, buscó la manera de que funcionara. Ideó un plan para poder realizar el trabajo de la mejor manera posible. «Le pedí a Elvis Chaveinte que me acompañara en la dirección. Ambos contamos con la asistencia de dirección de Patricia Castillo, que es una gran directora. Así que podemos decir que me blindé por todos los flancos».
Desde la dirección, Hernández admite que deseaba que el público pudiera reconocer cómo se mueven los hilos dentro de una industria tan poderosa como la televisiva. Una industria que, además, define como caprichosa en ocasiones y que, sin duda, alcanza a todos. «Me planteé pensar con los otros (el público) sobre las contradicciones en medio de las cuales vivimos actualmente, en el empeño que parece tenemos por distanciarnos, en el horror que me da que consideremos al otro, que piensa o es diferente, como un enemigo y pretendamos desaparecerlo».
El reto económico
En la propuesta de Hernández para Los pálidos todo ocurre en la sala de redacción de los guionistas. Las calurosas conversaciones y discusiones de los personajes parecen un partido de voleibol donde se lanzan argumentos y diálogos como una pelota. Hay una pizarra de acrílico que muestra los nombres de las protagonistas de la teleserie. En el fondo del escenario se proyectan imágenes de lo que podría pasar con la historia en la segunda temporada. ¿Debe la joven atleta renunciar a su bebé para cumplir sus sueños? ¿Qué pasaría si se incluye un aborto? ¿Puede una joven de 21 años ser madre y atleta de alto rendimiento a la vez?
A medida que se dan a conocer las opiniones de los guionistas sobre la historia, en medio de la escena, se ubica una malla de voleibol. La propuesta de Hernández goza así de una serie de exigencias técnicas costosas que tuvieron que sacar adelante con colaboraciones pero, sobre todo, por gestiones e inversiones propias.
«El principal reto de hacer teatro en Venezuela es el tema económico. Nos tocó sacar adelante la obra gracias a colaboraciones que logramos con instituciones y personas que creen en nuestro trabajo. El apoyo de la Embajada de España, por ejemplo, fue muy importante para garantizar los honorarios de actores y asistentes. Sin embargo, la producción salió a flote por la gestión y los bolsillos de Jayler Romero y del mío», confiesa la directora. Para el montaje también reutilizaron elementos y recursos del grupo Deus Ex Machina que este año celebra su undécimo aniversario.
Como agrupación nunca consideran que un montaje está terminado: Siempre se puede mejorar. Esa es su filosofía, además de fijarse en los detalles. «Para quienes no están acostumbrados a este ritmo de trabajo puede resultar demasiado riguroso o demandante, por ejemplo. Se puede convertir en un desafío para ambas partes buscar la media. Este fue otro gran reto que me tocó enfrentar como directora durante el proceso».
Hace falta hablar
Para Hernández, Los pálidos plantea abierta y claramente el poderoso alcance que tiene una industria como la televisión. Por ello, es delicado y hasta peligroso que un medio tan masivo esté en manos o, más bien, en mentes, poco convenientes, dice. Como directora y actriz, se pregunta en ocasiones qué historias se contarán en el futuro. Es complicado tener una respuesta concreta ante el panorama tan confuso, agrega. Admite que no ve mucha televisión. «Me aburre y me siento manipulada muchas veces, así que lo dejo a medio camino casi siempre».
Sí cree que en la actualidad la industria cuenta historias que tocan temas en boga. «Pero se hace sin la más mínima convicción. Terminan siendo historias que lejos de ser una contribución vienen, muy por el contrario, a confundirnos más. Cuánto más violento o frívolo el contexto de una historia, mejor. Tratan de aplacar una sed de violencia que no se sacia nunca».
Se cuentan historias que parecen sacadas de la realidad, pero terminan por ser apologías que nunca cuentan la verdad de las realidades que retratan, comenta. Además, representadas por cuerpos que distan mucho de lo real. El público sigue envuelto en una frivolidad, dice.
«Hace falta hablar, pero hablar de verdad. De lo que nos duele, de lo que nos preocupa, de lo que nos gusta, de lo que tenemos guardado y de aquello que nos da vergüenza poner en palabras. Si nos reconocemos en eso, quizá nos acerquemos un poco más».