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Los girasoles de Van Gogh no viajan más

El famoso cuadro del pintor holandés, realizado en 1888, ya no se encuentra en condiciones para ser prestado temporalmente a  museos de otros países

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El propio Van Gogh estaba abducido por sus Girasoles, un cuadro que sobrevive a las miradas de sus amantes desde 1889. Su museo no volverá a prestar ese lienzo, pero lo convierte en el rey de la exposición de este verano que arroja luz sobre los misterios de una de las obras maestras más vigiladas de Ámsterdam.

La exhibición, que abre este jueves sus puertas, gira en torno a las versiones de esa flor que Van Gogh pintó una y otra vez cuando marchó de París a Arles, pero el punto central es el resultado de una investigación a fondo del lienzo Los girasoles, que revela sus orígenes, la importancia que tenía para el artista y lo que él buscaba con ese cuadro, por el que tenía especial adoración.

El paseo por el arte de Van Gogh empieza y termina con un total de 23 obras, casi toda la colección del museo, y retrata la obsesión por la naturaleza muerta de este artista: desde La casa amarilla (1888), pasando por una serie de dibujos que rara vez se exponen por su fragilidad y sensibilidad a la luz, junto a un par de préstamos holandeses.

La exposición, abierta hasta el 1 de septiembre, también presenta un desnudo del lienzo más emblemático: la parte de atrás del cuadro se muestra por primera vez en 130 años a los visitantes, incluido el trozo de madera original que clavó el propio Van Gogh en la parte superior y en donde se aprecian, en dos partes, sus propias huellas dactilares.

El artista se había quedado sin espacio cuando pintaba la flor más alta del jarrón, pero no se dio por vencido: colocó una tira de madera en la zona de arriba de la obra para crear más espacio y terminó de pintar su cuadro, un lienzo que él mismo consideró como una de sus mejores obras.

«La condición del cuadro es estable pero frágil, por eso no vamos a prestarlo más, tendrá que quedarse en casa para moverlo lo mínimo posible», asegura la conservadora de esta exposición, la holandesa Ella Hendriks, que desengrana las conclusiones de la investigación más exhaustiva que se ha aplicado a este lienzo.

La prohibición de viajar que ha recaído sobre el lienzo y que desanima tanto a museos de todo el mundo es una exigencia de un equipo de investigadores, científicos y restauradores internacionales, los mismos que llevan analizando el cuadro desde 2016, porque resaltan su delicadeza y la necesidad de cuidados para salvaguardar la herencia del maestro holandés para futuras generaciones.

El resto de descubrimientos arrojan luz sobre los materiales y los métodos de trabajo de Van Gogh a la hora de pintar los girasoles, la composición y la mezcla de los colores, además de la decoloración de ciertos pigmentos: «Los colores que vemos hoy no son de la misma manera que él los pintó», añade la experta.

Hendriks recordó que «como los seres humanos, los cuadros también envejecen», y como si de una persona se tratara, Los girasoles fue sometido a una radiografía completa para descubrir su interior, utilizando las mejores tecnologías de topografía de coherencia óptica, analizando incluso la calidad de las capas de barniz con técnicas similares a un ultrasonido.

Este estudio en profundidad para descubrir cómo han ido envejeciendo los colores mostró que las flores amarillas redondeadas, situadas en el centro del lienzo, eran mucho más naranjas y doradas, la firma y una de las flores que ahora parecen azul marino, eran de color púrpura y el rojo era mucho más brillante.

Además de reconocer los colores originales del lienzo, también se sabe más sobre su historia y las restauraciones que se le hicieron en el pasado, que fueron varias pero con técnicas menos sofisticadas que las no invasivas que se han utilizado en esta última etapa para actualizar el cuadro y protegerlo contra el paso del tiempo, la luz, la temperatura y la exposición al ambiente.

La pintura se recubrió con una capa de barniz en 1927, que se eliminó, y se volvió a barnizar dos veces más en 1961. El barniz está ahora «sucio y amarillento» y no se pudo eliminar con la última restauración porque se ha fusionado con la pintura en algunos puntos. Ahora es parte del cuadro.

Durante sus últimos años en la ciudad francesa de Arles, Van Gogh pintó cinco versiones de un grupo de girasoles expuestos en un jarrón, cuadros que cuelgan hoy en museos de todo el mundo.

Había hecho suyas estas flores rústicas en las que veía su amor por la naturaleza y la vida rural, también la amistad, pues eran un símbolo de gratitud y de vida, y un reflejo del hogar y la infancia. Le recordaban que creció rodeado de flores en aquel jardín de sus padres.

«Definitivamente, y antes que ningún otro, me he hecho yo con los girasoles», escribió el pintor en una carta a su amigo Paul Gauguin, un 21 de enero de 1889. Estas flores, tanto en paisajes como en bodegones, representaron su llave al reconocimiento en el mundo del arte y hoy son «la marca Van Gogh» de Asia a Estados Unidos, pasando por Europa.

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