La poesía siempre estuvo presente en la vida de Kaira Vanessa Gámez Márquez, ganadora del V Concurso Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas. Creció leyendo antiguos libros de poemas que estaban en su casa. Pero no fue sino hasta hace dos años cuando escribió el primero. “Tuve un sueño y, cuando lo quise escribir, me di cuenta que tenía el formato de un poema. Allí tomé la decisión de empezar», recuerda.
No tenía formación ni mucho menos experiencia escribiendo, pero reconoce que la música fue su escuela poética. Creció en una casa con personas muy silenciosas, pero en la que se escuchaban boleros, tangos y rancheras. «Sentía que escuchaba poemas todo el tiempo (…) Estoy hecha de esas canciones que escuché. Yo aprendí a hablar y a pensar gracias a esas canciones que tienen esa clave metafórica», asegura.
Recuerda una anécdota de aquellos días que relaciona con sus primeros encuentros con la poesía. «Un día, cuando estaba pequeña, mi mamá comenzó a cantar ‘El día que me quieras’ y recuerdo que en vez de parecerme algo bonito, me pareció muy sorprendente y extraño el lenguaje. Yo no entendía, cómo es posible que una rosa se vista, preguntaba. Ese momento fue una entrada para entender lo que se podía hacer con el lenguaje, me pareció muy poderosa, y no tenía que ver con el sentido», dice.
«Tu me acostumbraste», de Frank Domínguez, «Contigo aprendí» y «Adoro», de Armando Manzanero, canciones que todavía escucha, le abrieron un mundo que se transformó en escritura.
Ahora, la joven de 30 años de edad obtuvo el primer lugar del V Concurso Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas por su poema «Sin mí». Jorge Luis Landaeta («Eros II”) y Winifer Ravelo («Sobre una piedra») ocuparon el segundo y tercer lugar, respectivamente.
No es la primera vez que Gámez, psicólogo con una maestría en Filosofía, participaba en el concurso. El año pasado resultó finalista.
Fue su tía, Amalia Matute, quien la motivó a participar nuevamente, pues tenía la ilusión de verla ganar. Y no se equivocó. «Ella sabía que esta era mi última oportunidad para postularme porque este año cumplía 30. Yo le dije que no tenía nada escrito, y lo que había no me parecía que tenía el nivel para competir. Ella me insistió muchísimo y al final, con total honestidad, me senté a escribir solo por complacerla», cuenta.
Gámez reconoce que, después de todo, para ella fue bonito ver el resultado del concurso y saber que había ganado. Esta experiencia, asegura, también le sirvió para darse cuenta de que no suele escribir sin la motivación de alguien. «Si no está como ese otro en mi vida, siento que el ánimo y el deseo de escribir no aparecen».
Su poema «Sin mí» tiene dos caras: aunque lo escribió por motivación de su tía, está dedicado a su abuela, Auxiliadora Márquez.
«Sin mí» nació hace algunos meses. Una noche los cuatro primeros versos del poema le vinieron a la mente y los anotó en el bloc de notas de su celular y los abandonó. Pero los retomó para el concurso. «Busqué lo que más me gustaba entre los retazos que tenía hechos y estos cuatro versos parecieron», cuenta.
Sobre el poema, Gámez asegura que simplemente apareció en su mente la idea de simular una conversación en la que le pide ayuda a su abuela. «Lo que me transmitió a medida que lo escribía fue un sentimiento de extravío, de estar perdida, de sentirme sola, buscar ayuda. Viene de eso de que mi familia es muy callada y estaba yo en la casa de mi infancia llamándolos, pidiéndoles que me hablaran, pero no vienen, no responden. Lo que hay es silencio. Ahí tenía dos opciones: sufrir, porque no había personas, o entender que yo también he heredado algo de ese silencio y soledad que veo en mi abuela y que ella está ahí, no de la manera que quisiera, pero está y llevo algo de ella que me va a permitir estar tranquila», explica.
Gámez, que trabajó como profesora en la UCAB y actualmente se desempeña como psicoanalista, considera que sus estudios influyeron en su forma de escribir. Explica que la psicología le dio un estilo de pensamiento para ser lo más clara y cuidadosa posible con las palabras y la filosofía le permitió incluir más la imaginación y explorar en grandes preguntas existenciales. Sin embargo, asegura que el psicoanálisis fue el que tuvo mayor peso. «Es un práctica de la palabra y la escucha, ver como la persona dice algo, incluso tratar de devolverle algo poéticamente, hace que alguien pueda avanzar en su proceso. Es algo que me permitió ubicarme y que influyó en mi forma de escribir», dice.
También explica que, al principio, pensaba que la psicología le daría un conocimiento sobre lo humano para escribir ideas más claras. Sin embargo, fue al contrario. «Sin mí’ tiene ese espíritu, no lo hice queriendo explicar algo, sino dejándome llevar por una cosa muy oscura, que yo misma no entiendo todavía y que luego fue tomando forma. Pero la fuente de donde surgió yo diría que es, como le llamamos en el psicoanálisis, el inconsciente», indica.
Aunque para algunos psicólogos, dependiendo de su corriente de pensamiento, la poesía puede ser una herramienta para cambiar el comportamiento del hombre o una manera de explorarse a sí mismo, para Gámez es una forma de orientación. «Es el paradigma del acto analítico, el horizonte que nos orienta a nivel de la práctica, porque el paciente a veces llega con un discurso y un sufrimiento particular y el trabajo del analista es oír esas palabras muy cuidadosamente y devolvérselas de una manera que se vuelve poética», comenta.
Sobre sus referencias poéticas, Kaira Gámez recuerda que de pequeña leía mucho a Andrés Eloy Blanco, Juan Liscano y José Ángel Huerta. Este último era su favorito, aunque algunos lo consideraban un poeta menor. «Él es muy musical, hay mucha rima y es sencillo. Su manera de escribir no es rebuscada. Aunque me he alejado de él, siento que es verdad eso de que hay una marca que me quedó. Disfruto mucho la poesía que tiende a ser clara, no digo que no tenga que haber metáforas, pero hay un estilo en el que alguien te quiere decir algo y está preocupado porque lo entiendas», dice.
Ya de adulta, comenta, empezó a leer a Armando Rojas Guardia, Rafael Cadenas, Eugenio Montejo, María Clara Salas y Hanni Ossott. De las nuevas generaciones, admira a Cristina Gutiérrez Leal, ganadora de la segunda edición del Concurso Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas. «Ella me impresiona muchísimo, es una de mis poetas favoritas actualmente», afirma. También descubrió las voces de Carlos Iván Padilla, Yeiber Román y Adalber Salas.
El tema familiar está muy presente en los poemas de Gámez. Indagar, conocer y explorar en el pasado de sus parientes, especialmente en el de su abuela, es una fuente importante de inspiración. «Tengo que reconocer que, tal como lo vemos en el psicoanálisis, hay un inconsciente y la marca de mi abuela siento que es fundamental porque aparece por todas partes. Yo crecí y viví con ella prácticamente toda mi vida. Es una persona muy callada y reservada, pero a la vez es alguien muy presente y enigmática. Yo quería saber su historia, de dónde viene. Recuerdo que de chiquita le preguntaba de su vida, su pasado, de sus hijos y su familia. Siento que mi relación con ella es fundamental en el sentido de querer que ella me hable y me cuente cosas del pasado que para mí es inaccesible», destaca.
Actualmente trabaja en un poemario inspirado en esa historia familiar que no pudo conocer, pero que le genera mucha intriga. El libro estará dividido en tres partes: en la primera explora la vida de sus bisabuelos, en la segunda habla sobre su relación con familiares más directos que conoció, y la última es una afirmación de quién es y las marcas que dejaron estas personas en su vida. «Me ha costado mucho porque es algo muy personal y quiero que quede muy bien», dice Gámez.
Aunque aún no sabe cuándo estará listo, aprovecha estos días de confinamiento para ponerse al día con algunos compromisos y trabajar en su poemario. «Esta cuarentena fue para mí, al principio, un contacto con la escritura. Sentía que por fin el mundo se había detenido, no había responsabilidades, no había nada más y yo podía tomar tiempo para escribir y hacerme consciente de eso, de lo importante que es esto para mí», rememora.
Sin embargo, dice que cuando todo vuelva a la normalidad debe buscar la manera de hallar un espacio en su vida para la escritura. «Siempre termino postergándolo con pequeñas notas en el celular guardadas porque es un proceso muy difícil (…) Siento que a veces peco de cobarde y me dejo llevar por las ocupaciones del trabajo y no le doy un espacio. Ahorita que estoy terminando muchas cosas que tenía pendiente tengo como meta darle su lugar, así tenga que escribir por la noche y trasnocharme. Es algo que estoy dispuesta a hacer porque quiero ver esto materializado», asegura.
A Kaira Vanessa Gámez Márquez la poesía le ha ayudado a conocer su historia y aceptarla. También le ha permitido ser más flexible y jugar con las palabras, dejando de lado la rigidez de la escritura académica. «Me ha servido para pensar, para ampliar la consciencia que tengo de las cosas por mí misma y no porque lo lea en un libro o porque alguien me transmita un saber, sino como para yo misma trazarme un camino que me permita entender mejor el mundo de una manera más clara. Me ha ayudado a abrir una puerta para que ha sido, por un lado, terapéutica, porque me ha hecho sentir mucho mejor con ciertos temas que antes me producían mucho malestar. Y, por otro lado, ha sido esclarecedora porque me ha permitido entender y ver el mundo de otra manera», finaliza.
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