Como un rey Midas de la polémica, todo lo que cae en manos del chavismo es sujeto de enconadas discusiones. Así sucede con el Premio Rómulo Gallegos. Ganarlo suponía para un autor inscribirse en el Olimpo de la literatura latinoamericana. Ahora, el régimen venezolano trata de hacerlo renacer y muchos escritores lo ven secuestrado para amparar una dictadura.
Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Roberto Bolaño o Elena Poniatowska ganaron el premio que lleva el nombre del escritor más relevante de Venezuela. Un galardón teñido con frecuencia de la misma política que apasionó al autor de Doña Bárbara y en un país donde las librerías no han tenido históricamente un gran acomodo de autores locales.
En 2020, cuando la literatura venezolana ha crecido hasta alcanzar sus más altas cotas de éxito gracias a autores como Rodrigo Blanco Calderón, Karina Sainz Borgo, Héctor Torres o Alberto Barrera Tyszka, entre otros, el prestigio del premio cae de la mano del gobierno venezolano.
“Participar es legitimar”
«El premio Rómulo Gallegos está convocado por quienes controlan hoy día el Estado venezolano, desconocidos por las principales potencias y países de las democracias occidentales. Al ellos (los autores) participar y aceptar la convocatoria, es lo mismo del Rómulo Gallegos o de una entrega de gallinas, en el marco de una dictadura son actos totalmente iguales porque son actos proselitistas», explica Blanco Calderón a Efe.
El escritor venezolano, ganador del III Bienal de Novela Mario Vargas Llosa y uno de los jóvenes con más proyección literaria en América Latina, considera que participar supone también «reconocer la capacidad organizativa y de representación del chavismo como Estado venezolano».
«Es un acto de falta de ética, ¿quién financia el premio, de dónde sale se dinero? De un Estado forajido que tiene sanciones internacionales y cuyo movimiento de dinero va a ser rastreado a donde sea que vaya. Está el ganador en términos prácticos estableciendo una negociación con un grupo de narcoterroristas», sostiene el autor de The Night.
Además, Blanco Calderón recuerda que el premio se dejó de convocar hace un lustro y su regreso busca hacer creer que «todo lo que ha pasado en estos cinco años fue un paréntesis».
Sin embargo, subraya que en ese lapso de tiempo se produjeron «masacres» contra las manifestaciones de 2014 y 2017, «sanciones internacionales, el éxodo masivo de venezolanos» o un informe de la oficina de Naciones Unidas para los derechos humanos que dirige Michelle Bachelet.
Ese reporte asegura que Nicolás Maduro y sus instituciones han puesto en marcha una estrategia «orientada a neutralizar, reprimir y criminalizar a la oposición política y a quienes critican al gobierno» con detenciones arbitrarias, malos tratos y torturas a críticos, entre otros asuntos.
«Al acudir al premio están diciendo que una especie de normalidad ha regresado a Venezuela», asegura Blanco Calderón.
Una elección poco casual
Para el escritor venezolano de 39 años de edad, la elección de ganadores también ha estado influenciada por el régimen, pues desde Isaac Rosa (2005) «hasta el presente han sabido escoger a escritores que les hacen propaganda al régimen» o a «escritores que nunca van a resultar incómodos o hacer algún tipo de declaración» en contra.
Por eso, considera que no es un premio con un carácter estrictamente literario: «Eso es una mentira, no sé si deliberada o autoengaño que utilizan estos escritores para poder participar en un premio y embolsillarse 100.000 dólares que en este caso provienen de una estructura conectada por el narcotráfico».
«Lo hacen bajo el paraguas de una visión angelical de la literatura y la cultura, como si esta no tuviera que ver con la política. Tratan de restarle importancia a lo que sucede en Venezuela, tratan de restarle importancia a las críticas y a las condenas internacionales», sostiene.
Para el jurado, apenas un concurso
Al otro lado de la polémica se sitúa el último ganador y jurado para la próxima edición, el escritor colombiano Pablo Montoya, para quien el premio es apenas un concurso que no busca legitimar ningún régimen.
«En absoluto, yo estoy participando en un concurso literario de larga tradición como el Rómulo Gallegos, un concurso que se dio por primera vez en 1967 bajo unas circunstancias igualmente politizadas, igualmente complicadas. Recordemos que en el discurso que dio Vargas Llosa cuando recibió el premio por La Casa Verde, lo terminó pidiendo un ‘viva’ por la revolución cubana», explica Montoya a Efe.
Considera que «ahora hay un gobierno muy polémico, que ha tenido muchas críticas y apoyos, eso no es fácil de dilucidar».
«Yo no siento que haga un apoyo al régimen porque yo pienso que el premio Rómulo Gallegos es un premio que hace parte del patrimonio cultural de la república de Venezuela y de América Latina. En ese sentido, acepté ser jurado», sostiene.
“Sin artimañas”
Frente a otra de las críticas, la de que se entrega a simpatizantes del régimen, Montoya afirma que no existen «artimañas» y se pregunta «cuándo se ha criticado a las artimañas que hay con los demás premios literarios que tienen que ver con la literatura comercial como el Alfaguara o el Planeta.
«¿Quién ha dicho que detrás de las deliberaciones de los premios comerciales hay mafias, hay relaciones económicas y, por lo tanto se debe criticar esos premios?», manifiesta el autor de Tríptico de la Infamia. Señala que «ahora hay una cuestión política de por medio y una oposición que está criticando todo lo que tiene que ver con el gobierno de Maduro».
«Yo comprendo esas críticas pero no veo que mi participación como jurado esté asociada a una colaboración mía con el régimen», asegura.
Finalmente, niega falta de sensibilidad con la situación que vive Venezuela, pues considera que «sería como decir que recibir un premio del Estado colombiano, que es una narcodemocracia, significa estar apoyando esas narcodemocracias».
«Así podíamos decir con uno y otro país, con uno y otro premio. No sé hasta qué punto los premios están completamente limpios, los premios que da EE UU bajo la democracia neoliberal de Donald Trump, ¿quién les ha reprochado eso a ellos? Creo que hay una persecución sistemática, malsana, frente a ese proyecto político-social de Venezuela», agrega.
Por todo ello, concluye que «los Estados, no importa la tendencia ideológica, están también para apoyar las vidas culturales, las actividades culturales» y el premio «es patrimonio de los venezolanos», por lo que es «normal que este gobierno lo patrocine».
Hasta el momento, las críticas ya han encontrado dos apoyos, los del peruano Gustavo Faverón y la venezolana María Pérez-Talavera, que han retirado sus candidaturas.