ENTRETENIMIENTO

Leonardo Padrón: “Es imperativo no dejar sola a María Corina Machado”

por Avatar Isaac González Mendoza (@IsaacGMendoza)

Accidente, la nueva serie de Leonardo Padrón para Netflix, es una historia de imprevistos. La tragedia que inicia la trama ocurre de la manera menos esperada. Un grupo de niños, hijos de familias acomodadas mexicanas, juegan en un colchón inflable cuando una tromba los hace volar por el aire. Tres mueren y una desaparece. A partir de ahí sucederán, uno tras otro, hechos que modificarán las vidas de unos padres y su entorno que, inmersos en el luto, dejarán ver su lado más oscuro y condenable.

Familias adineradas y reconocidas en su país, prácticamente todos perderán la moral en búsqueda de venganza, sin que se sepa quién fue el responsable del accidente. El colchón inflable voló y ya.

No será, sin embargo, suficiente para Agustín “Charro” Mejía (Alberto Guerra), uno de los afectados que, más que la cabeza de un hogar de clase alta, parece el jefe de una organización criminal que tiene suficientes contactos para tomar venganza por mano propia. Emiliano Lobo (Sebastián Martínez), al principio caracterizado como un padre y esposo ejemplar, sabe quién es el responsable y acudirá a la mentira y su poder para ocultarlo, pero la culpa siempre lo perseguirá. Su esposa, la policía Daniela Robles (Ana Claudia Talancón), es uno de los pocos personajes que guardan algo de decencia, pero el resentimiento por la muerte de su hijo Rodri por momentos le hace dudar de si el camino correcto es el de la justicia institucional.

 

Así se va hilando una historia en la que Padrón trabaja temas actuales, muy vinculados a la realidad latinoamericana, como la corrupción, la desigualdad, el resentimiento o el narcotráfico. La suma del reparto coral, encabezado por Martínez y Talancón, y una trama en la que las acciones decisivas ocurren una tras otra, casi sin respiro, convierten a Accidente en una serie que mezcla el suspenso del thriller con la amplitud de personajes de la telenovela, un género que el escritor, autor de producciones como Cosita rica o Ciudad bendita, conoce muy bien.

Se siente cómodo Padrón trabajando para la empresa de streaming más importante del mundo. Pálpito, su primera serie en la plataforma, estrenó su segunda temporada el año pasado, ya firmó contrato para escribir otra historia y Accidente, a un mes de su estreno, es la producción más vista en Netflix en televisión de habla no inglesa y está en el top 10 en 49 países.

—¿Cómo se concibe la idea de Accidente?  

—En Netflix me pidieron que escribiera una historia que explorara el universo de las familias como concepto. Siempre he apostado, sobre todo en mis últimos trabajos, por poner a mis personajes en situaciones límite. En términos de estructura dramática es la mejor manera de probar a los personajes y explorar los rincones más indescifrables de la condición humana. Cuando estás en una situación límite se prueba el tamaño de tus miedos, tu valentía, tu equipaje moral o los niveles de empatía o resiliencia. ¿Qué mejor situación límite que una tragedia que involucre la parte más vulnerable y sensible de una familia como son los hijos? Luego de esa divagación, en la que estuvimos conversando con Netflix, vino el detonante de esa tragedia, que era un accidente en el lugar más inesperado: en la placidez del jardín de una casa. Un lugar insospechable en el que ocurre un evento de gran magnitud y que provoca toda una onda expansiva.

—En sus series ha abordado temáticas muy contemporáneas. En Pálpito el tráfico de órganos y en Accidente la corrupción y las diferencias sociales.

—Procuro que en las historias que cuento se aborden temas que vayan más allá del argumento decisivo. Eso me viene desde la época en que escribía historias en Venezuela, donde la realidad social era tan acuciante que sentía la necesidad de ventilar esos temas. La televisión puede ser un espejo de la sociedad en que vivimos. Aquí lo hago porque además, entendiendo que el público inicial iba a ser el mexicano, están los mismos problemas sociales que en el resto de Latinoamérica, algunos incluso más agudizados. Quise poner varios temas sobre la mesa. El machismo crónico, el pensamiento mágico – religioso latinoamericano, a propósito de lo que pasa con la niña milagro (Pau Menna), el resentimiento social, tan inherente a los venezolanos a raíz de la llegada de Chávez al poder, que alborotó los lodos del resentimiento social y que, en un continente acosado por la desigualdad social, siempre será caldo de cultivo; eso lo reflejo por ejemplo en el personaje de Yola (Shani Lozano). Aquí incluso me asomo al tema del periodismo ejercido desde su lado más turbio con el personaje de Carla (Regina Blandón) que, en el fondo, como le dice Daniela, es capaz de vender a su mamá por una primicia. No hay oficios impolutos. Hay periodistas de todas las estirpes como hay políticos de todas las estirpes, así como médicos o abogados corruptos.

—Una de las cuestiones en Accidente es que prácticamente todos los personajes tienen algo de maldad o inmoralidad, salvo casos como Daniela o Fabián (Erick Elías).

—Lo más interesante de una historia es cuando te asomas a los grises de la condición humana. Evitar los dibujos de personajes maniqueos, impolutos en su moralidad o que son absolutamente villanos. Está el tema del cuestionamiento de la fe. Lo primero que hace el Charro Mejía es cuestionar a Dios como interlocutor al momento del duelo. Él siente que Dios se ha portado de la patada en la tragedia. Resuelvo allí los claroscuros de los miembros de la familia. Incluso trato la deslealtad en las relaciones amistosas, con David cuando traiciona a su mejor amigo al sentirse al borde de la muerte.


—¿Empatiza con algún personaje de Accidente?

—Empatizo con Daniela, la protagonista. En su caso, el problema es el descubrir que tu pareja es capaz de ocultar una verdad de ese tamaño y pensar que la conocías perfectamente, luego ver cómo lidias con tu capacidad de perdón, o descubrir que no conocías bien a tu hija. Incluso empatizo con Emiliano, porque creo que todos podemos vernos en la situación de él. Siempre juego, y lo hice con Pálpito, a que el televidente se ponga en los zapatos de los personajes. Es el feedback que he recogido entre la audiencia. Ahora uno tiene mucha interacción con la audiencia a través de las redes. Hay gente que termina incluso entendiendo a Emiliano. Empatizo mucho con Alex, hijo del Charro, por su relación difícil con un papá que no admira sino que lo cuestiona permanentemente. Todos los personajes infringen sus códigos morales.

—Pasó muchos años escribiendo telenovelas icónicas para la televisión venezolana. ¿Qué diferencias, ventajas y desventajas encuentra entre la televisión clásica y el streaming?

—Las ventajas son muchas. Primero, la libertad temática. Puedo abarcar un catálogo de temas más amplio. No estás atado de manos por la clásica censura de la televisión abierta, donde de repente se imponen el pudor y los escrúpulos ante ciertos temas que se consideran sensibles para el gran público. Aquí tienes mucha libertad de acción. Incluso más libertad estilística. Puedes apostar a una narrativa más compleja, más cercana al lenguaje del cine. Siento que el streaming está más cerca de los códigos narrativos del cine que la televisión en su punto más clásico. Muchos críticos y estudiosos de la comunicación audiovisual, así como grandes creadores, sienten que hay contenidos más interesantes, artísticamente hablando, en el streaming que en el propio cine, que para subsistir está apelando a los blockbusters o las franquicias. Aquí siento que se está experimentando más.

—Con la telenovela había que estar pendientes del rating, con el streaming es la cantidad de reproducciones. ¿Es esto algo que le genera presión?

—En la televisión hay tal inversión de dinero que si no funcionas como escritor te desechan. Eso vale para la televisión abierta y para el streaming, donde vale aún más. El streaming —Netflix, Amazon, Apple TV+, etc— no va  a invertir millones de dólares en unos libretos tuyos si no tienen garantía de que van a funcionar. Supongamos que tu primer proyecto funciona medianamente pero el segundo no funciona, bueno, se acabó tu carrera en el streaming. Felizmente con Pálpito me fue de una manera que no esperaba, y menos esperaba que Accidente lo replicaría y que incluso lo superaría. El primer mandamiento de un escritor de televisión es procurar el éxito. Si no, no le funcionas a la industria. Insisto: hay demasiado dinero implicado.

Leonardo Padrón | Archivo

 

—¿Volveremos a ver una publicación de su trabajo literario?

—Es posible que se publique una antología bilingüe de mi poesía en Estados Unidos. Está en conversaciones. Te confieso que extraño el tiempo para seguir con mi trabajo como cronista de la realidad nacional, que en la actualidad ha adquirido niveles delirantes. Siempre he pensado que hay que escribir lo que nos está pasando porque no podemos ser víctimas del olvido. Hay errores en los que hemos incurrido como sociedad por tener una larga desmemoria. Reincidimos en errores no dos o tres veces, sino varias. En ese sentido siempre es importante seguir relatando lo que nos pasa. Las exigencias que tiene escribir para una plataforma como Netflix son tremendas a nivel de tiempo y a nivel intelectual. Escribir series tiene exigencias más complejas que escribir una telenovela. Muchísimo más complejas. En todo caso sigo muy activo en ese correlato que es la vida real a través de las redes.

—¿Cuál es su percepción luego de las elecciones del 28 de julio?

—En estos 25 años hemos vivido episodios muy rocambolescos y hemos caído cada vez más en los sótanos de lo que implica un régimen dictatorial. Antes había gente que cuestionaba el término y ahora creo que a nadie le queda duda de que estamos viviendo una dictadura en mayúsculas, que además supera con creces a otros regímenes autoritarios de la región. Logramos una hazaña histórica como sociedad civil: vencer la maquinaria, el ventajismo y las amenazas de Nicolás Maduro para propinarle una derrota extraordinaria. Eso es algo que encarnó el liderazgo de María Corina Machado de manera impecable. Nunca habíamos tenido una posición tan sofisticada como la que tenemos actualmente. Definitivamente la gente está decidida a salir de esta pesadilla. Pero esta hazaña, este triunfo, que además es público, notorio, nos lo están robando en nuestras narices. Todos los días ocurren eventos que te hacen recodificar el análisis de la situación que vivimos. Tenemos que agotar todos los esfuerzos posibles para imponer la voluntad popular que se expresó el 28 de julio. Tenemos que hacerlo porque, si no, quedará cancelado el voto como herramienta democrática. Más nunca la sociedad va a creer en el voto. Me llama la atención que hay gente hablando de las elecciones del año que viene. ¿Quién va a salir a votar por recuperar la gobernación equis, un estado o alcaldía si nos acaban de confiscar una victoria y una épica maravillosa? Ahorita tenemos que recuperar el triunfo que obtuvimos. No está siendo nada fácil. Todo lo contrario. Cada día se complica más. No basta el apoyo internacional, la solidaridad unánime del planeta. Porque estamos combatiendo una estructura criminal y ellos tienen la mentalidad de las organizaciones delincuenciales. Su mantra —por las buenas o por las malas vamos a seguir gobernando— ha demostrado que hay que tomárselo muy en serio. Están matando, están torturando, están haciendo lo impensable por preservar el poder. Eso implica un nivel de exigencia inmenso y un nivel de coherencia. Es imperativo para toda la sociedad civil no dejar sola a María Corina Machado en esta lucha. También es nuestra lucha.

—¿Qué hemos perdido y qué hemos ganado en más de 20 años de chavismo?

—Hemos perdido muchísimo. Perdimos la normalidad, que es lo más demoledor. Dejamos de ser un país normal hace 25 años. Un país en el que de repente abres el grifo y no sale agua, prendes el interruptor y no hay luz, en el que no consigues comida en los anaqueles, todo eso se volvió la nueva normalidad. Es absolutamente absurdo. Perdimos la familia, una desgarradura inmensa. La campaña de María Corina Machado tuvo mucho éxito porque ella conectó con una de las heridas más lacerantes del venezolano: la ruptura del núcleo familiar. Todos tenemos la familia rota. Todos. Lo sentías en cada rostro que se asomaba a las ventanillas de María Corina en su recorrido por el país. Le decían la misma frase: quiero volver a ver a mis hijos, quiero volver a ver a mi papá, etc. Pero sobre todo perdimos al país. ¿Qué hemos ganado? Conciencia política. Ya sabemos que los cantos populistas pueden ser profundamente dañinos. Hemos ganado templanza, sin duda, capacidad de resiliencia. Porque no ha sido nada fácil todo lo que ha tenido que soportar el venezolano estos años. Hemos ganado solidaridad en la sociedad civil. Pero lo que más necesitamos ganar está entre los rubros pendientes por conquistar.

—Hay muchos venezolanos en Estados Unidos y es notable, desde acá, un movimiento cultural importante en todos los ámbitos. ¿Usted cómo lo percibe?

—En Miami sin duda hay una cantidad importante de migrantes venezolanos y entre ellos hay muchos hacedores de cultura, diría que entre toda la diáspora en el planeta. Muchísimos músicos, muchísimos actores, gente de televisión, del quehacer literario, gente de la gastronomía. Ves cómo proliferan restaurantes que tienen sello venezolano. ¿Pero sabes en qué otros ámbitos hay? Por ejemplo, en la medicina. Hay una cantidad de venezolanos que son grandes médicos. Todos los médicos con que me veo son venezolanos. Tanto el internista como el gastroenterólogo, el urólogo o el cardiólogo, a cierta edad uno empieza a tener más médicos de lo habitual. Busco venezolanos porque confío en su calidad. Vas a España y es lo mismo. Sientes que buena parte del país próspero en términos intelectuales y creativos está fuera. Dentro, por supuesto, también queda mucha gente valiosa: profesores, académicos, gente que luego ha tenido que migrar por las condiciones precarias de los salarios en Venezuela. Eso está modificando la vida cultural de los sitios donde hay tanta presencia de venezolanos. En Miami se está haciendo mucho teatro con sello venezolano, mucha música, muchos conciertos de venezolanos y muchos restaurantes, así como consultorios médicos.

—¿Qué tanto queda hoy del Leonardo Padrón que formó parte del grupo Guaire y escribía poesía sobre la ciudad en el Leonardo Padrón que ha escrito una de las series más vistas de Netflix?

—Ese Leonardo sigue intacto. Sigo teniendo una mirada de feliz asombro ante las urbes. Me sigue cautivando patear las ciudades y ver los ángulos poéticos que te arroja cada ciudad. Sigo siendo un voraz lector de poesía. Sigo manteniendo mi capacidad de asombro. El día en que cancelas tu capacidad de asombro cancelas también buena parte de la delicia de estar vivo. Estoy tratando de generar sentido de pertenencia en una ciudad como Miami. Siempre digo que una ciudad sin peatones es sospechosa y en Miami la cultura del peatón es muy precaria. En una ciudad como Madrid hago más conexión emocional con eso. Pero bueno, esto está lleno de afectos, muchos venezolanos amigos, y eso también genera una patria emocional.