ENTRETENIMIENTO

Leonardo Drew, recolección de tiempo

por Avatar Ella Fontanals-Cisneros

Leonardo Drew es un artista afroamericano, nacido en Tallahassee, Florida en 1961. Creció en Bridgeport, Connecticut, en un sector humilde de la ciudad. Esto le hizo sensibilizarse, desde muy joven, con las desigualdades sociales y, especialmente, lo relacionado con las desventajas raciales heredadas de siglos anteriores. Se cuenta que desde el pequeño apartamento donde vivía con su familia en Bridgeport había una vista «privilegiada» al basurero de la comunidad. Es interesante la manera única en que la realidad dura influiría posteriormente en su percepción del mundo circundante y su interacción con los objetos desechados. La persona y artista que es hoy Leonardo no expresan un sentimiento de depresión o derrota adquirido en una infancia difícil, sino una fuerza vital, una energía transformadora que se adueña de espacios y construye paradigmas.

Sus primeros pasos en el arte probablemente fuesen un escape de su origen, dibujos a lápiz de superhéroes de culto facturados por Marvel y DC Comics. Esta primigenia etapa creativa develó su buena mano como dibujante, y le valió su primera exposición con apenas 13 años de edad. Justo después de esa exhibición comenzó a recibir el apoyo de su familia en el empeño de continuar su desarrollo artístico. Cursó estudios en la Parsons School of Design en New York y posteriormente se graduó en Cooper Union, justo en el medio de la década de 1980. Allí en New York se asentó, y hasta hoy radica y trabaja en Brooklyn.

El adolescente dibujante de personajes de ficción, convertido en estudiante de arte, conoció un día la obra y bagaje conceptual de Jackson Pollock, el célebre artista informalista que revolucionó con sus impresionantes telas expresionistas abstractas el mundo del arte, desde el New York de los años 1950. A través del estudio y conexión con Pollock, asumió la expresión libre y espontánea y el uso de ilimitadas libertades que proporcionan los medios artísticos hoy en día. Aunque parezca sorprendente también se conectó conceptualmente con Piet Mondrian, el artista holandés maestro del orden compositivo y muchas teorías sobre el arte abstracto.

La comprensión del devenir de la obra de Leonardo Drew en los primeros años de 1990 le debe mucho a estas dos influencias: Pollock y Mondrian, aunque es también innegable su diálogo con el arte povera, el post-minimalismo y otras post-vanguardias artísticas. Sin embargo, esto pasó por un prisma absolutamente individual e imaginativo, en el que él insertó su identidad, su historia y generó una estética que hoy lo define. Los materiales recolectados del inicio, sin embargo, fueron sustituidos por objetos producidos exclusivamente en su taller, a pesar de la apariencia precaria de sus maderas quemadas, sus hierros oxidados, plásticos, algodón, telas…

Sus esculturas, desde finales de los años 80 comenzaron a incluir elementos recolectados como madera, papel, esqueletos de animales, entre otros, quedando a medio camino entre la escultura y la instalación. Pero poco después comenzó a incluir pedazos de metal oxidado y otros elementos recogidos de la calle, seleccionados en función de sus cualidades estéticas. El empleo del material degradado, alude desde entonces en la obra de Drew, a la idea del paso del tiempo, de su huella y de la evolución palpable en los objetos, evolución que forma parte de ciclos interconectados que continuamente transcurren a nuestro alrededor.

En el año 2013 le comisioné una obra a Drew para mi casa en Miami. Al llegar a la casa, ubicada junto al mar, él decidió hacer algo diferente a sus piezas anteriores, algo más sensual, femenino y especialmente dedicado a mí. El resultado fue su pieza 83E, que genera una suerte de movimiento visual, como si se tratase de las olas del mar en que está inspirada. La pieza resulta de la meticulosa unión de menudos pedazos de madera, pegados entre sí para formar estructuras curvas y sugestivas que se instalan superponiendo cada una a la anterior, en un proceso creativo de continua adición.

Sus viajes por el mundo han enriquecido su sensibilidad, lo cual se ha hecho patente en la inclusión de nuevos materiales, que han redundado en la producción inagotable de estructuras siempre cambiantes y novedosas en sus obras. El viaje es para él muy importante, es un mecanismo de evolución individual del que he podido ser testigo, y que lo ha llevado a conocer entornos tan diferentes como Cuba, Perú o Japón, por mencionar algunos. Leonardo Drew, el niño sensible que miraba desde su ventana los basureros de Bridgeport, hoy ha exhibido y posee obras en instituciones como el Metropolitan Museum of Art y el Guggenheim en New York, la Tate en Londres, el Hirshorn Museum and Sculpture Garden y el Smitsonian Institution en Washington DC.

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