Ángel no tiene dudas: la primera vez que vio una reinita migratoria fue al cruzar caminando el Puente Internacional Simón Bolívar para llegar a Colombia. Nunca antes había salido de Venezuela y al hacerlo, estaba consciente de que ni en Medellín ni en otro lugar iba a encontrar una montaña como el Ávila, con la ciudad de un lado y el mar del otro. Él, al igual que los más de 7 millones de migrantes venezolanos que hay por el mundo, dejó su hogar para hacer nido en otro país que le permitiera tener un mejor futuro.
Con los zapatos despegados de tanto caminar, no hay momento en el que Ángel no piense en su familia: su mamá y su hermana, todavía en Caracas. Le toma días llegar a Medellín, muchas horas de caminata, cansancio e incertidumbre en una travesía que afronta bajo la lluvia y el frío inclemente. Cuando finalmente llega, tarda meses en lograr su estabilidad. A pesar de conseguir casa, trabajo e incluso hacer nuevos amigos, Ángel tiene la constante sensación de que algo le falta. No se siente completo lejos de Venezuela, su hogar.
Su historia, igual que la de miles de venezolanos que tuvieron que irse del país por la difícil situación económica, social y política, está narrada por medio de un testimonio gráfico, íntimo y conmovedor en Nido, la novela gráfica con la que la joven ilustradora colombo-venezolana Laura Guarisco ganó el pasado 11 de octubre el Premio Nacional de Novela Gráfica de Colombia.
Para el jurado conformado por Hugo Mauricio Ruiz, Lina Patricia Flórez y Paola Andrea Gaviria, el libro da cuenta de un momento histórico actual, con una calidad excelente. Lo calificaron como “un relato real y muy maduro, con una investigación gráfica y una visión amplia de una crisis que se vive actualmente”.
Es la primera vez que el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes de Colombia entrega este galardón y lo gana una venezolana con doble nacionalidad. En el acta, el jurado resalta los aspectos técnicos de Nido, “una novela gráfica con una gran calidad estética y narrativa. La línea de dibujo, la disposición en página y el manejo de color contribuyen gratamente a la experiencia de lectura. El uso de recursos como planos y mapas aportan a la narrativa y ayudan en la orientación en la lectura”, señalaron.
La historia de Ángel, ese joven arquitecto que se enfrenta a la nostalgia, la xenofobia y el miedo en busca de un mejor futuro, es también la historia de su autora, la ilustradora e historietista autodidacta Laura Guarisco, de 33 años de edad, radicada en Colombia desde hace 8 años. Es, también, el retrato de millones de migrantes que, a pesar de todo, dejaron su país con la esperanza de vivir mejor, sí, pero lejos de sus seres queridos. Todos, al igual que las reinitas migratorias, volaron lejos del nido en busca de un nuevo lugar para vivir.
Buscar otro nido
Nido se publicó en septiembre de 2023 aunque la idea se le ocurrió a Laura Guarisco incluso antes de 2019 cuando Venezuela enfrentaba uno de sus muchos momentos tensos en el panorama político: la designación de Juan Guaidó como presidente de la Asamblea Nacional opositora. En Colombia no se hablaba de otro tema. En la prensa, la radio y la televisión, todos hablaban de la crisis política de Venezuela y la ola migratoria que ha desencadenado.
Guarisco veía a los migrantes venezolanos caminar por las calles con sus maletas y allí comenzó a germinar la idea de contar lo que estaba pasando. Le tomó años pero, tras publicarse en 2023, en solo cinco meses se agotó la primera edición de Nido en Colombia. Al año siguiente, la también arquitecta egresada de la Universidad Central de Venezuela (UCV), se atrevió a participar en la convocatoria del Premio Nacional de Novela Gráfica. Cuando recibió la llamada en la que le anunciaron que había ganado no lo podía creer.
“Ya estoy más tranquila, aunque todavía un poquito en shock. El premio significa mucho para mí, me siento muy orgullosa, conmovida y agradecida por el reconocimiento que no solo se le está dando a mi trabajo, sino también al comic a nivel nacional. Por los momentos estoy procesando cosas, es muy reciente”, asegura la caraqueña. Su novela gráfica se puede adquirir en Venezuela en El Mundo del Libro, una papelería que distribuye los libros editados por Planeta Cómics, por un costo de 23 dólares.
Laura Guarisco se desempeña como ilustradora freelancer y tiene en su haber tres libros de ilustraciones autopublicados: No me gustan las peceras (2018), Cambur (2020) y Papaya (2021). Nido, editado por Planeta Comics, no solo fue su primer libro con una editorial y además premiado. Coincidió con otro momento importante en su vida: la maternidad.
“Este año estoy saliendo de una etapa de ser cuidadora, estuve año y medio siendo mamá y dedicándome al cuidado de mi bebé. En medio de todo eso, salió publicado Nido. Ahora que ya mi bebé está en guardería, retomé estos proyectos freelancer y otros personales. Estoy trabajando en un cómic que saldrá el próximo mes, autopublicado, que se llama Parchita. También estoy trabajando en un proyecto más largo como Nido que no sé si salga en 2025 ó 2026”.
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Reinitas migratorias
En Nido, el protagonista está acompañado por una reinita migratoria que le hace cuestionarse muchas cosas, preguntas que Guarisco también se hizo al llegar a Barranquilla, Colombia, en 2016. La metáfora del libro, así como su título, surgió en una salida a avistar aves junto con su esposo. Estaban en Antioquia cuando de repente vieron a una reinita migratoria.
“Yo pregunté por qué esas aves no cantan acá tan sonoro como lo hacen en otros lugares, también pregunté si hacían nido o no. Mi esposo, que es biólogo y avistador de aves, me respondió que las aves migratorias no hacen nido en estos países tropicales. Cuando llegan solo están una temporada y luego se regresan a hacer su nido en el lugar del que salieron. A mí eso me causó mucho impacto. Me pregunté: ¿cuál es el hogar de esta reinita: este lugar donde pasan una temporada larga o es el lugar del que salen cuando hay invierno? ¿Su hogar son los miles de kilómetros que vuelan para llegar hasta acá? Eso resonó mucho con lo que quería contar. De ahí surge Nido”.
A eso se sumó que, a pesar de migrar, Guarisco nunca se desconectó de lo que pasaba en Venezuela, sobre todo en 2018 y 2019, años que describe como muy duros para los venezolanos. “Después de autopublicar mis libros y de haber tenido la oportunidad de publicar algunas historietas en prensa sobre la situación de Venezuela, se me metió en la cabeza que de repente yo tenía muchas ganas de contar lo que estaba pasando desde mi punto de vista. Allí surgió la idea. En 2019, cuando llegó la pandemia, me lancé de fondo a escribir el libro, conseguí una agente literaria que me representara, un editor y comencé a dibujar todo lo que quería contar. En 2021 terminé el libro y quedé embarazada”.
Pasaron muchas cosas en su vida durante esos años. Aprendió que al trabajar con editoriales hay unos tiempos de negociaciones y que hay que buscar el momento adecuado para publicar, así como las muchas revisiones que se deben hacer con un editor. “Sentí que Nido eran esas ganas de querer contar nuestra historia y contarla desde el amor, así como también dejar un mensaje de esperanza dentro de todo este dolor que hemos atravesado”, asegura. Desde entonces, se ha encontrado con mensajes muy hermosos de sus lectores e incluso hay personas que se le acercan para contarle sus historias de migración.
“Ha sido muy bello. Mucha gente también me ha comentado que le da miedo leerlo, que lo han comprado y lo tienen ahí. Como que hay una herida muy profunda sobre todo lo que nos ha tocado atravesar. Me parece, entonces, muy importante que existan libros como estos que de alguna manera nos cuentan nuestra historia. Estos libros nos hacen sentir abrazados”, opina la ilustradora que ha sido invitada en el último año a muchas ferias en Colombia para hablar de su trabajo.
Nido la ha llevado a conocer Bogotá, Manizales, Cali, Bucaramanga e incluso la Fiesta del Libro de Medellín, celebrada en septiembre pasado. “En abril viajé a Europa. Mi libro no está publicado allá pero tenía mucha gente que me había escrito interesada en adquirirlo. Tenía el viaje planificado, un poco para conocer y ver a mis amigos. Aproveché, llené la maleta de libros y me presenté en Madrid, Lisboa y París. Allí también vendí mis libros. Ha sido un año muy especial y muy emocionante”, expresa.
Del cómic a la arquitectura
A Laura Guarisco le gusta que le digan Guarisquín, nombre con el que firma las ilustraciones en las que narra vivencias personales. Desde pequeña siempre se sintió atraída por lo gráfico y mostró facultades para el dibujo, tantas que se aburría rápido en los cursos en los que su mamá la inscribía cuando era niña. No duraba mucho en esas clases aunque disfrutaba dibujar. También le gustaba escribir: tenía un diario en el que anotaba todo lo que le pasaba. Poco a poco, comenzó a acompañar esos escritos con dibujos.
De pequeña dibujaba, sobre todo, las películas y series animadas que veía en la televisión. También le gustaba leer las caricaturas de la prensa, hacía las carteleras en el colegio y le regalaba dibujos a sus amigos. Estudió la primaria en el colegio La Salle Tienda Honda hasta que en octavo grado, tras mudarse de La Pastora a Chacaíto, se cambió al Colegio Inmaculada Concepción.
“Estaba en esa búsqueda de ver qué era lo que quería hacer. Sentía que tenía que ser ilustración o algo similar pero no encontraba dónde estudiarlo y que no representara un gasto impresionante. Dije que estudiaría Arquitectura porque me lo recomendaron. Me aconsejaron estudiar eso y después podía hacer mil cosas más. Me dijeron que dibujaría, pero no sabía que sería ese tipo de dibujo, no sabía en lo que me estaba metiendo”, confiesa la joven.
Durante la carrera dejó de dibujar comics. Todo lo que hacía a nivel gráfico cambió. Antes de graduarse, Guarisco ya estaba trabajando como arquitecta. Pasó de ser pasante de un profesor de diseño a trabajar en una empresa llamada Hidrocaven. Luego, entró en el proyecto del diseño de las estaciones del teleférico. En 2015 comenzó a pensar en la idea de dejar Venezuela: el dinero no le alcanzaba para los planes que tenía a futuro.
“Trabajaba bastante y todos los días veía cómo mi sueldo iba reduciéndose, mi salario cada vez valía menos. Tenía muchos amigos que ya se habían ido del país, me estaba quedando sin amigos. Ya tenía un poco en la cabeza la idea de hacer un máster en ilustración en el exterior. Me di cuenta de que todas esas cosas costaban dinero y que nunca me iba a alcanzar, ni remotamente, para poder hacerlas en Venezuela”. El salario apenas le alcanzaba para hacer un mercado en su casa. Tomó la decisión de emigrar y escogió Colombia por lo cerca que está de Venezuela y por la familia materna que tenía allí.
Surgió la necesidad de obtener su doble nacionalidad. En su caso, todo fue muy rápido: le envió su hoja de vida a sus familiares en Colombia, puso sus papeles en orden, viajó un fin de semana en uno de esos últimos vuelos directos entre Caracas-Barranquilla y ese mismo lunes comenzó a trabajar como arquitecta.
El duelo de dejar Venezuela
Laura Guarisco llegó a Barranquilla para desempeñarse como dibujante de proyectos de espacios deportivos en la ciudad. Luego, se fue a otra empresa que trabajaba con el proyecto de El Gran Malecón. Llegó al país muy abrazada, asegura. Tenía familia, una casa en la cual vivir e incluso un trabajo con el cual mantenerse. A pesar de que su situación como migrante fue bastante buena, dejar Venezuela no fue fácil.
“Fue un duelo. Uno se va en un escenario de incertidumbre. Dejas a las personas atrás en situaciones muy complejas. Eso fue lo más difícil, separarme de mi familia, irme lejos y desde allí ver cómo la situación en el país iba empeorando más. Haberme ido me dio la posibilidad de ayudar económicamente a mi familia, además de mantenerme yo. Pero era agridulce la situación”.
Todo iba bien para ella en Barranquilla, una ciudad pequeña, bella y también muy caliente, dice. Guarisco nunca logró adaptarse del todo al clima y cuando su novio, ahora esposo, llegó a Colombia desde Venezuela, se plantearon tomar una decisión al respecto. Conversaron qué sería mejor para ellos: invertir en un apartamento con aire acondicionado, lo que implicaba más gastos, o mudarse de ciudad.
“A ambos se nos hizo complicado adaptarnos al clima, a esa humedad de Barranquilla. Ya yo conocía varias ciudades de Colombia y me gustaba mucho Medellín. Finalmente, nos decidimos por esa porque se parece muchísimo a Caracas: un valle, con río, con metro, la misma cantidad de personas. Lo único que no tiene es el mar”.
Fue una apuesta arriesgada. Irse implicaba dejar su empleo pero pensó que así como encontró trabajo en Barranquilla, iba a encontrar empleo en Medellín. Pero no fue así. Ese fue el impulso para intentar hacer realidad su sueño de vivir del dibujo. No tenía nada que perder. “Tenía demasiado tiempo libre, ninguna empresa me llamaba para trabajar en arquitectura. Empecé a publicar y dibujar, comencé a conocer en Medellín un escenario artístico interesante. Comencé a aprender un montón sobre esto que quería hacer: historietas”.
“Somos de los lugares que habitamos”
Hoy, Laura Guarisco agradece no haber conseguido empleo cuando se mudó a Medellín en 2018 porque fue lo que le permitió arriesgarse a dibujar. Si no lo hubiera hecho, en estos momentos estaría en una oficina ejerciendo como arquitecta. No hubiera ganado el Premio Nacional de Novela Gráfica y tampoco tendría la felicidad que experimenta actualmente. “Siempre fue mi deseo poder vivir del dibujo. Soy muy terca porque soy muy feliz y dichosa haciendo esto. Yo hice esto por mí. Si Nido llegaba a gustar o no era algo que no podía controlar. Pero, afortunadamente, ha sido un libro que ha gustado”.
Para ella, toda su experiencia como migrante ha sido de mucho aprendizaje y crecimiento. Ser migrante le ha permitido entender que somos de los lugares que habitamos. «Mucha gente me pregunta si todavía me siento extranjera, el acento paisa no se me pega y mucha gente cree que llegué ayer. Me he forzado un poco a pertenecer, por hacerme parte de este lugar, a entender que de acá también soy. Eso creo que es muy importante”.
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No niega que ha sido difícil. Ha tenido que enfrentar muchas situaciones complejas, sobre todo ahora que es mamá y tiene a su familia lejos. Eso, confiesa, es algo que cada día le pesa más. Sin embargo, está consciente de que en cualquier momento puede cruzar una frontera y abrazar a los suyos.
“A mí me encantaría regresar a Venezuela todo lo que he aprendido en los últimos años. Eso sería muy hermoso. Tengo muchas ganas de volver para ser útil y aportar. Cada vez que pueda me encantaría para ver a la gente que más quiero. No sé si volveríamos definitivo, ahora tengo un hijo también. Siento Medellín como mi casa. Mi mayor aprendizaje ha sido echar raíces en otro lugar”.
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