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Las vallas vacías de Caracas se transforman en arte

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El número de vallas vacías en Caracas ha aumentado. Susan Applewhite lo sabe. Cada vez que sale a la calle está mirando las aceras buscando una nueva. No en balde presta atención a este fenómeno que pareciera estar ligado con la crisis del país: en las vallas la artista plástico cuelga sus obras. Y, gracias a su propuesta, al caraqueño ahora le es familiar encontrarse con una guacamaya, con Salvador Dalí o las Nubes de Calder que adornan el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela en su recorrido por la ciudad.

Desde 2017 el proyecto Vamos a hacerle el amor a la calle ha presentado las inquietudes y emociones de Susan Applewhite. Es arte conceptual. De guerrilla. Crítico, incómodo y severo. La iniciativa comenzó cuando el país vivía una ola de protestas contra el régimen de Nicolás Maduro. Desde entonces, la obra de Applewhite sigue tomando vallas vacías de la ciudad. Si bien la artista asegura que antes sus temas eran más duros, aún persigue que el espectador reflexione a partir de sus intervenciones.

«El nombre viene de consentir un poco a la Caracas que está destruida y abandonada. Calles sucias, llenas de barricadas, de basura. Dije ‘vamos a hacerle un cariñito’. Para mí hacer el amor es algo que nace desde adentro, es un sentimiento. Yo amo mi ciudad. Viví fuera unos años, pero estoy enamorada de Caracas. ¿Y qué más que ponerle mi granito de arena?», explica Applewhite sobre su proyecto que ya sobrepasó las 170 intervenciones. Todas las obras se pueden apreciar en su cuenta de Instagram @Vamosahacerleelamoralacalle

Vamos a hacerle el amor a la calle comenzó un día mientras caminaba por el boulevard de El Cafetal y tuvo un momento de inspiración. «Siempre me han gustado las cosas que flotan, o están suspendidas. Entonces, vi la valla e imaginé una de mis obras ahí. Fui a casa, la busqué y la monté. En ese momento hablaba de protesta dura con mis figuras. Hacía mapas de Venezuela ahorcada, un anzuelo inmenso con una bolsa del Clap. Era lo que pasaba y lo que me movía en ese momento. Eso sentía hace tres años», dice.

Venezuela ha estado en confinamiento desde marzo debido a la pandemia del covid-19. Y Applewhite lo cumple al pie de la letra por su seguridad y la de su familia. Sin embargo, las ganas de crear no faltaron. Continuó elaborando piezas que luego, cuando se sintiera un poco más segura, saldría a colgar. Esperó algunos meses y en mayo comenzó lo que ella llama el Caracas Pandemic Tour.

Sus obras se caracterizan por las formas, el color y los personajes o elementos icónicos que expone. Por ejemplo, al pintor surrealista Salvador Dalí, la caricatura Betty Boop, el Big Ben de Londres, un ticket de metro, un flamingo. Applewhite, quien especialista en Publicidad, sabe que el espectador va con prisa, sea en carro o a pie, y debe crear piezas que dejen un mensaje claro instantáneamente; busca generar conciencia y conectar sus emociones y pensamientos con la gente.

La calle es sinónimo de libertad para Applewhite. Allí puede presentar todo lo que se le antoje, cómo y cuando quiera. «Hoy día, y desde hace muchos años, en este país es muy difícil exponer. Tienes que parcializarte con un grupo o tener mucho dinero para entrar en una galería y costear el montaje. La calle es de todos, libre, y significa una oportunidad para mostrar mi obra. Gente que no está interesada en ir a galerías igual puede recibir arte desde su carro o mientras camina», expresa.

La artista plástico confiesa cierto temor por instalar y dejar su obra en la calle, pues les tiene mucho cariño. Sus creaciones, agrega, son como sus hijas. La lluvia, el viento, el sol e incluso la gente puede dañarlas. Sin embargo, aprecia cuando ve personas que se detienen frente a las piezas para tomarle fotos y apreciarlas.

«Si se dañan, me escriben para que vaya y las arregle porque son detalles que alegran el andar. Pero hay todo tipo de reacciones. Unas doñas dicen que soy santera porque colgué un ají gigante y no entendieron el mensaje, un grupo de ciclistas está pendiente siempre. Y en Las Mercedes hay una pandillita de niños que está en la calle, huérfanos, que no tienen comida o casa y destrozan mi obra. Decapitaron al doctor José Gregorio Hernández, desgarraron a la Virgen Milagrosa y unas alas de libertad. Eso me duele, pero yo sigo dejándoles mensajes. Entiendo su situación», comenta Applewhite.

Sus materiales favoritos son los de desecho. Algunos los busca por su cuenta, pero otras veces son conocidos quienes le dan pinturas y otros insumos para crear sus obras. En particular, el cartón sobresale por su ligereza y versatilidad: puede recortar, pintar y barnizarlo. También, aunque la artista no sabe exactamente por qué, le interesa el material médico, los blísteres y las radiografías.

En Caracas la artista tiene una serie de vallas fijas, aquellas abandonadas por compañías de publicidad. Applewhite respeta la propiedad privada y solamente utiliza las que no tienen cristal ni anuncios. A pesar de que su circuito está en el este de la ciudad, quiere ir a otras zonas de la capital e incluso a otros estados. Además, uno de sus sueños es colgar alguna pieza en las vallas de gran tamaño que hay en las autopistas. No lo ha hecho por el riesgo físico que implica, y por lo arduo que resulta conseguir materiales para realizar la obra.

Desde la década de 1990 Applewhite se dedica al arte. Estudió en un taller donde le enseñaron teoría y pintura. Pero el pincel no era lo suyo. Comenzó a engrapar, pegar y ensamblar diferentes materiales y figuras. «Conocí a un escultor americano que trabajaba con cosas repetidas, relojes, violines y de ahí me interesé en las grandes cantidades. Hice una corona de muertos con 2800 cajas de cigarros, también un pañal construido con los blisters de pastillas anticonceptivas; y un papagayo con los blisters de lexotanil», explica la artista, quien además reconoce a Andy Warhol y a Jean-Michel Basquiat como sus referentes.

Susan Applewhite debutó formalmente en 2019 cuando presentó siete corazones anatómicos en su exposición individual Arritmia, en Casa 22 de El Hatillo. Allí dejó, por primera vez, sus obras. Luego, la exposición inaugural de La Rejilla del Centro Cultural Chacao quedó en manos de Applewhite. En esa oportunidad presentó Vuela que sueñas, una serie de aviones de papel de gran tamaño, papagayos realizados a partir de blisters, radiografías y billetes, y un corazón con brazos de maniquí.

No desiste en su idea: Susan Applewhite sigue haciéndole el amor a las calles de Caracas.

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