ENTRETENIMIENTO

Las letras desafían la pandemia con ediciones digitales y delivery

por Avatar Isaac González Mendoza (@IsaacGMendoza)

Antes de comenzar la pandemia el sector del libro venezolano ya era uno de los más golpeados del sector cultural.

Hace dos años que no se realizan las ferias tradicionales y han cerrado importantes librerías como Suma, Lugar Común o las de la cadena Nacho. Tecni-Ciencia, de acuerdo con un registro de 2018, cuenta con 6 sedes operativas de 26 que tenía.

A eso se suma que esta semana Nicolás Maduro desdeñó públicamente el papel de las librerías al considerar que no son esenciales en este momento. «En Venezuela la orden es incrementar la producción, ahora cuidamos al pueblo, al país de cosas superfluas; que los bares, las discotecas y las librerías pueden esperar. Y es la prioridad en Europa. ¿Dónde está la cabeza de esa gente?», dijo.

Pese a todo el desprecio que el régimen chavista ha tenido con la cultura, esta se empecina en seguir. Libreros, editores y escritores venezolanos se niegan a dejar de producir.

La venta o descarga gratuita de libros digitales ha sido la alternativa para las editoriales mientras que ofrecer títulos por delivery es la opción de las librerías.

Una iniciativa digital la propuso el escritor y periodista Diego Arroyo Gil, quien envió gratis en digital dos de sus libros: La sal de ayer. Memorias de Margot Benacerraf y La señora Ímber, ambos publicados bajo el sello Planeta.

«Esta fue una iniciativa del autor que nosotros apoyamos, por lo pronto no hemos contemplado hacerlo con otro libro, pero podría darse la posibilidad en el futuro. Son tiempos en los que se necesita mucha creatividad y estaremos atentos a las ideas y nuevos proyectos», explican fuentes de la editorial, que reconoce que la pandemia ha provocado que se vendan un poco más los libros digitales, pero de todos modos advierte que el mercado latinoamericano todavía prefiere los textos impresos.

El propio Arroyo Gil se ofreció a enviar los libros a sus lectores previa solicitud por Twitter o correo. «Amigos, si alguno está interesado en leer La señora Ímber o La sal de ayer. Memorias de Margot Benacerraf en formato digital, escríbame un mensaje privado. En acuerdo con la editorial Planeta, haremos envíos gratuitos de estos libros para leer en tabletas y celulares», tuiteó el periodista, y de inmediato recibió una respuesta masiva. Hoy día ese mensaje tiene más de 800 retuits, 2.200 likes y 334 comentarios, y además el escritor recibió miles de solicitudes por correo electrónico.

En la actualidad Planeta trabaja a su mínima capacidad. Desde hace año y medio no han podido producir ni importar libros. «Por lo pronto seguimos resistiendo con los inventarios que se tienen, esperando que mejoren las condiciones que son bastante adversas».

A medida que editoriales como Grijalbo o Mondadori se fueron del país aparecieron sellos independientes que han llenado las librerías de títulos de autores nacionales e internacionales.

Una de ellas es Dcir Ediciones, dirigida y fundada en 2015 por la poeta Edda Armas. La propuesta de este sello, cuyo logotipo fue diseñado por el fallecido maestro Carlos Cruz-Diez, quien formaba parte del comité editorial, es publicar dos poemarios entre los meses de noviembre y diciembre cada año.

En medio de la pandemia, indica la escritora, Dcir acata la cuarentena pero sin parar el intercambio con el comité editorial, que se realiza a través de reuniones por Zoom o comunicándose por WhatsApp y correo.

«Este tiempo de pandemia nos toma justo en la etapa de leer y evaluar manuscritos para decidir los dos títulos de este 2020, y en eso estamos activamente», dice Armas.

También están enfocados en diseñar una página web y preparar contenidos para el relanzamiento de las redes sociales de Dcir este año.

Preocupa a Dcir, eso sí, que la inflación pueda afectar al sector del libro. El cierre de las librerías en marzo pospuso la comercialización de los títulos de 2019: Estructura/ Venado en fuga de Blanca Elena Pantin y Canto de chicharra de Carlos Iván Padilla. «Podemos pensar entonces que la promoción realizada no repercutirá en las ventas esperadas».

Poemario Estructura/Venado en fuga de Blanca Elena Pantin

Armas reconoce que la pandemia ha favorecido la lectura de libros digitales, aunque también la venta de títulos online. Sin embargo, Dcir es un sello que apuesta por el libro-objeto: ediciones muy cuidadas desde el punto de vista editorial. A la fecha Dcir no dispone de versiones digitales pero esperan concretar esto con el diseño de la página web.

«De nuestra experiencia de cinco años podemos afirmar que resulta más viable económicamente imprimir en Venezuela que en el exterior a pesar de los altos costos de los insumos gráficos. Al imprimir fuera se suma al producto un costo inabordable como es el envío de los mismos por vía aérea o marítima, por las restricciones que en nuestro país se aplican a las empresas de envíos, empeorado por el inexistente servicio postal», explicó.

Hay otras editoriales, en cambio, que ya ofrecían libros digitales incluso antes de la pandemia, como la de La Poeteca, dirigida por la escritora Jacqueline Goldberg. A finales de marzo, la fundación inauguró una nueva colección, Contestaciones, con el poemario Cartas de renuncia de Arturo Gutiérrez Plaza, disponible de manera gratuita en su página web. El título ya estaba listo para imprimirse, pero llegó la pandemia.

Este es el octavo libro de La Poeteca. Todos están disponibles en el site que, cuenta Goldberg, tuvo que sufrir modificaciones porque no estaba preparado para tantas descargas, más de 600 entre los ocho textos.

Cartas de renuncia de Arturo Gutiérrez Plaza estará próximamente en Amazon para que, explica la editora, se pueda vender fuera del país. «La situación ha acelerado la reflexión sobre cómo debe ser el mundo editorial. También estamos haciendo un audiolibro del libro de Arturo que estará para descarga gratuita. La idea es ponernos al día y que todos los libros publicados sean audiolibros».

Ante la imposibilidad de estar en la sala de La Poeteca leyendo poesía, la propuesta principal de la fundación ha sido la difusión en sus redes sociales, que también hacen desde sus inicios, y están ofreciendo talleres literarios a través de las plataformas digitales. Algunos de estos cursos son «Portar los modestos dones» dictado por Ricardo Ramírez Requena e «Introducción a la obra de Rafael Cadenas» a cargo de Armando Rojas Guardia.

Incluso abrieron una convocatoria hasta el 18 de mayo para recibir poemarios inéditos de un autor venezolano menor de 35 años para la colección Primera Intemperie, destinada a escritores jóvenes, y además esta semana venció el lapso para enviar poemas para participar en el Concurso Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas.

«Nosotros en realidad seguimos haciendo muchas de las cosas que ya hacíamos. Lo único que ha cambiado es no poder ir a La Poeteca. Ya retomaremos todo eso. El distanciamiento social generará unas dinámicas y horarios, pero de resto seguimos. No vislumbro grandes cambios porque ya somos una institución sin fines de lucro, teníamos todo muy ajustado», afirmó Goldberg.

En el extranjero

Taller Blanco Editores, Kalathos Ediciones y Libros del Fuego son algunas de las editoriales venezolanas que han producido en el extranjero.

En el caso de Taller Blanco, indica el editor y poeta Néstor Mendoza, que reside en Bogotá, ante la pandemia han otorgado mayor visibilidad a su página web, donde tienen para descarga gratuita libros de narrativa como Retablo de plegarias de Fedosy Santaella y de ensayos como La minificción ya no es lo que era de Violeta Rojo.

«Nuestras redes sociales y nuestra página web, que abrimos hace un par de meses, nos han permitido tener contacto directo con los lectores de Taller Blanco», explica Mendoza.

La idea, para la que contaron con el permiso de los autores, ha sido bien recibida por el público. Por ejemplo, afirma, Textos por fuera de Eleonora Requena ha tenido casi 1.000 descargas y El ciervo de Yolanda Pantin supera las 500.

«Siempre hay expectativas de los lectores sobre los libros que publicamos. Estamos esperando tiempos propicios para volver a imprimir, en esta época las novedades se han dado en la página web, que esperamos sea un emblema importante de la editorial», agrega Mendoza.

No da detalles sobre las pérdidas económicas de Taller Blanco, pero comenta que algunos proyectos se quedaron en el camino como su participación en la Feria Internacional del Libro de Bogotá. Tampoco es pesimista respecto al futuro del sello. Subraya que es una iniciativa independiente cuyo objetivo es publicar libros cosidos a mano accesibles para los lectores. «La producción editorial, la corrección, la diagramación son trabajos que hace la editorial sin costo alguno».

«Después de la cuarentena queremos retomar lo que veníamos haciendo desde febrero: volver a estar en ferias independientes y seguir presentes y activos en Colombia y con vínculos en Venezuela», dijo.

Con entusiasmo y resiliencia David Malavé dirige Kalathos Ediciones desde España, una editorial nacida en 2008 en Caracas a partir de la Librería Kalathos, ubicada en el Centro de Arte Los Galpones, actualmente gerenciada por José Ramón Gutiérrez, director de la distribuidora Edic-Ven.

«Por primera vez vivimos un panorama muy negativo, pero siendo venezolanos y habiendo vivido hasta hace seis años en Venezuela, creo que tenemos una resiliencia y una capacidad de adaptación para la que nos entrenaron las dificultades económicas que ha padecido nuestro país hace ya muchos años», expresa Malavé.

Kalathos Ediciones ha aprovechado este tiempo para digitalizar sus colecciones y ofrecerlas a través de eBook.

«Esto es producto de una inversión en nuevas tecnologías para el libro electrónico de la Unión Europea, Japón y algunos países de América Latina. La modalidad consiste en venta de textos por streaming. Es decir, libros leídos online como hacen las plataformas de televisión digital. Esto tiene como fin proteger los derechos de autor y evitar la reproducción de los contenidos», explica el editor.

Además dispusieron en su página web para lectura gratuita ediciones viejas de sus libros como la antología de Gisela Kozak Rovero Siete sellos: Crónicas de la Venezuela revolucionaria o la antología de poesía Cantos de fortaleza.

Algunos de los libros que quedaron listos para impresión de Kalathos son los poemarios La conjura de los cardos de John Petrizzeli y No fall, diario entreotoños de Salvador Galán Moreu, así como Deshabitando el alma del director de orquestas Manuel Hernández Silva, que llegó a almacén, pero se ha podido vender a través de plataformas digitales.

«Tampoco se pudieron imprimir una antología sobre el proyecto chavista en cuanto a política exterior compilado por la embajadora María Teresa Romero, un libro sobre la devastación económica de Venezuela del académico Humberto García Larralde, otro del profesor Guillermo Arratia. Lo que sí está a punto de salir es un libro de Jurate Rosales. Por lo pronto, y mientras se normaliza la situación, tendremos, contrario a mi gusto, las ediciones digitales y luego las ediciones en papel», dijo. «Las librerías han reducido los pedidos al mínimo, pues no pueden sino abrir con un horario muy restringido, con cita previa y con muchas medidas de seguridad», agregó.

David Malavé, fundador de Kalathos Editorial junto a Artemis Nader, considera que el libro impreso cuenta con larga vida por su poder para reunir celebraciones y encuentros / Kalathos Editorial

No cree Malavé, tampoco, que la digitalización de los libros debido a la cuarentena conlleve a que desaparezcan las ediciones impresas. Considera que el papel tiene una carga simbólica entre los lectores. Además, dice, es el libro impreso el que permite que la gente se reúna para su producción, celebración y que motiva expresiones de afecto entre los involucrados.

«Por otro lado, me ha sorprendido que algunas personas me han dicho que a pesar de ya estar disponible la edición digital, van a esperar poder comprar el libro en papel, pues les gusta más leer en impreso», añadió.

Concluye Malavé afirmando que a pesar de que la pandemia empeora la crisis de Venezuela, de todos modos es necesario seguir imprimiendo para reflejar lo que ocurre en el país, incluso si no hay ganancias. «Es el deber moral de todos los venezolanos hacer libros que den cuenta de la tragedia en la que Venezuela se encuentra sumida.  No queda otra que arriar este burro, y seguir, pase lo que pase con la situación mundial. Por ahora será digital, pero tan pronto podamos en papel, quizás menos ejemplares, ediciones más económicas, pero no queda otra que seguir».

Libros del Fuego también se ha volcado a las redes sociales para seguir activos. Una de las ideas fue publicar gratis los primeros capítulos de algunos de sus títulos, no obstante, y aunque dicen que ha funcionado, les pareció injusto ofrecer textos gratis debido a la responsabilidad con los autores y por la crisis de las editoriales.

Si eres un fiel lector de «Santiago se va», te presentamos el primer capítulo de «Fisuras», segunda entrega que continúa con lo que hemos bautizado como la Trilogía de Santiago.https://t.co/DsxSLCrEDt

Fisuras, de José Urriola | Primer capítulo#YoMeQuedoEnCasa #LeeConNosotros pic.twitter.com/zBZyRbGEJW

— Libros del Fuego (@LibrosdelFuego) March 30, 2020

«Si te regalo para descarga libre 4.000 ejemplares son 4.000 ejemplares por los que debo rendir cuentas al autor. Es una responsabilidad. En ese sentido no estimamos el tema de regalar. Ahorita estamos rediseñando la página web para hacer venta digital de libros, pero una de las limitaciones es que no podemos enviar libros a otros países por el tema de los correos», explica Alberto Sáez, editor de Libros del Fuego, sello que detuvo por el coronavirus tres proyectos: Fisuras de José Urriola, El manual del distraído de Alejandro Rossi y Parasitaria de Alejandro Castro, que salió de imprenta pendiente para ser distribuido.

«Estamos completamente detenidos. No tengo números pero no es bueno el panorama. Nos tomó por sorpresa. Tenemos que enfocarnos en el trabajo para subsistir», indicó.

Tampoco cree que la pandemia vaya a hacer desaparecer el libro impreso. El formato digital, opina, es una alternativa para leer que abre las posibilidades de esta actividad. «Es una situación por el momento. Está bien que se aproveche para impulsar el mercado del libro digital, pero no quiere decir que sea la perdición del impreso».

Servicio delivery en pandemia

En Caracas, al igual que en otros países, las librerías El Buscón y Kalathos llevaron sus vitrinas a Instagram y Twitter. Ambas, para no dejar de ofrecer sus títulos, los pusieron a la orden en redes sociales o por correo electrónico.

Katyna Henríquez, gerente de El Buscón, comenzó a ofrecer el 5 de mayo el sevicio de libros delivery. La receptividad, cuenta, ha sido positiva. Los interesados deben escribir a libreriaelbuscon@gmail.com o, en Instagram, a @elbuscon1. «Sin darnos cuenta comenzamos justo en la semana del Día de la Madre; eso, la verdad, empujó la bicicleta porque arrancamos llevándoles libros a ellas».

El Buscón, como espacio donde se presentan libros importantes, exposiciones y conversatorios con presencia de grandes escritores venezolanos, proyecta realizar alianzas con universidades y editoriales para mantener su programación, pero vía Internet. Ya están planificando la primera presentación de un libro que pronto será anunciada.

«Queremos continuar con nuestra programación de Narrativa de ocasión y Poesía de ocasión. Se inauguró la página web del Trasnocho Cultural y estaremos bien alojados en esta plataforma, que nos permitirá contar con una gran cobertura. Allí se darán a conocer esas programaciones futuras», adelantó Henríquez.

Sobre cómo les ha afectado la pandemia, expresó: «Nos ha golpeado fuerte obviamente porque tenemos un personal que cuidar. Por eso hemos querido reaccionar rápidamente, de manera que no tengamos que tomar decisiones drásticas sino seguir apostando por El Buscón».

Por eso, apenas la cuarentena sea más flexible, El Buscón abrirá así sea a puertas «semi cerradas» y, subraya Henríquez, manteniendo el servicio delivery. «Tener respuestas ahorita es difícil por la incertidumbre global. Pero creo que lo importante es tener disposición y convicción de que queremos seguir en pie, trabajando, conscientes de la responsabilidad que tenemos como agentes culturales. Las librerías son importantes agentes culturales en la comunidad, donde vinculamos el presente, el pasado, voces. Queremos aportar en este momento permanencia y continuidad», expresó.

José Ramón Gutiérrez, gerente de Librerías Kalathos, cuenta que el Centro de Arte Los Galpones, donde está ubicado el establecimiento, cerró la misma semana que comenzó la pandemia.

Desde ese momento en sus redes sociales han aumentado el contacto con sus clientes, incluso están ofreciendo talleres gratis como uno de Mandala por Zoom, realizado el domingo 17 de mayo, y otro sobre orientación vocacional destinado a jóvenes que podría ser esta semana.

Los interesados en estos cursos deben escribir a kalathosonline@gmail.com y ellos enviarán el link de Zoom para ingresar a la sala de reuniones.

Vía Instagram Live presentaron el domingo pasado el libro La beata de las locas de  Raquel Abend Van Dalen. Contaron con 84 personas conectadas, una cantidad que considera significativa.

La venta de libros por delivery ya era una modalidad que Kalathos aplicaba hace años, solo que con la pandemia la han promocionado más.

«Hay mucha gente interesada. Nos escriben preguntando precios y disponibilidad. También preguntan por novedades que no están en el país, como el último libro de Mario Vargas Llosa u otros escritores afamados. Aquí no los hay, de dónde los sacamos», explica.

Para comprar con esta modalidad Kalathos dispuso el correo kalathosonline@gmail.com, por WhatsApp se puede escribir a 04129296122 o se puede enviar un mensaje directo por Twitter.

«Hay interés porque la gente está en casa. Pero dudo mucho que cuando las librerías abran esto vaya a funcionar, porque el venezolano está acostumbrado a ir a las tiendas, ver el libro. Dudo que una librería se pueda mantener vendiendo libros delivery; al menos en Venezuela, por los momentos, no creo», opinó.

Gutiérrez considera que el negocio del libro en el país ya llegó a un límite: «No creo que empeoremos más de lo que estamos porque quedan tan pocas librerías y pocos clientes en el país que los lectores se reparten entre los cuatro establecimientos que quedan. Prácticamente ves las mismas caras en las librerías».

«En Kalathos hace tiempo nos mantenemos con el café que tenemos, donde se ofrecen, además, pastelitos, cachitos. Eso ayuda a mantener el espacio», agregó. Otra alternativa que adoptaron para seguir fue alquilar los espacios para realizar talleres o presentaciones. «Nos hemos transformado», destacó Gutiérrez.

Katyna Henríquez, aunque reconoce la incertidumbre actual, se sigue mostrando optimista, y así lo deja saber con un texto escrito por ella que quiso compartir:

«Un día amanecimos y el mundo era otro.

Sin contacto, ni abrazo, con la sonrisa escondida, hombres islas.

En la asepsia del todo virtual apostamos por la palabra sanadora, por los mundos imaginados, por la levedad de la poesía, por el papel y la memoria».