Diógenes Escalante perdió el juicio antes de poder concretar un cambio democrático en Venezuela. Corría el año 1945 cuando fue escogido como sucesor del entonces presidente Isaías Medina Angarita. Político y embajador, era conocido por su gran intelecto y una reconocida carrera diplomática. Tachirense, era ampliamente apoyado como candidato para las elecciones presidenciales de 1946 e incluso contaba con el beneplácito del gubernamental Partido Democrático Venezolano, que controlaba todas las instituciones. Todo iba bien para el futuro primer presidente civil de Venezuela hasta que comenzó a perder el juicio. Un día, sus camisas salieron volando, como su razón. Y con ellas la ilusión de un futuro mejor.
Ocurrió el 3 de septiembre de 1945. Diógenes Escalante (interpretado por Javier Vidal) fue citado para reunirse urgentemente en el Palacio de Miraflores con Medina Angarita, el gabinete de gobierno y la dirigencia del PDV. El secretario privado de Escalante, Ramón José Velásquez (interpretado por Theylor Plaza), acudió al Hotel Ávila, en San Bernardino, Caracas, para comunicarle la convocatoria. Al llegar se encontró con una escena alarmante: el candidato decía incoherencias, su estado era errático. No podía ir a la cita, decía, porque le habían robado sus camisas.
Su retraso hizo que el jefe de edecanes del presidente, coronel Ulpiano Varela, y el ministro del Interior, Arturo Úslar Pietri, se comunicaran con Velásquez, quien les informó lo ocurrido. Una junta médica lo evaluó y certificó, efectivamente, que su estado mental no estaba en óptimas condiciones. El secretario de Escalante (interpretado por Jan Vidal-Restifo) pidió que no se comunicara la noticia. Nadie podía imaginarse a un loco en Miraflores. Con el tiempo se conoció la verdad.
Su descenso a la locura no ocurrió de un momento a otro y quedó retratada en una pieza hilarante escrita por el dramaturgo y actor venezolano Javier Vidal, Diógenes y la camisas voladoras. El político ya había dado muestras de su enfermedad desde antes de viajar a Venezuela en 1945, cuando era embajador en Washington. Los síntomas solo se acrecentaron cuando llegó al país, dispuesto a asumir la presidencia. Era una época sin avances en la rama de la psiquiatría venezolana por lo que no recibió un diagnóstico de demencia senil y alzhéimer. Se subió a un avión rumbo a Estados Unidos enviado por su viejo amigo Harry S. Truman. Allí fue sometido a un tratamiento de electrochoque en un hospital militar que no le hizo bien.
Diógenes y la camisas voladoras se estrenó el pasado 4 de julio en el Trasnocho Cultural. La pieza, dirigida por Julie Restifo, se presentará hasta el 27 de julio: viernes, sábado y domingo a las 7:00 pm.
La historia se repite
Javier Vidal, protagonista y dramaturgo, no sabe si sería demasiado cínico decir que la pieza llega de nuevo al teatro antes de las elecciones presidenciales del 28 de julio por casualidad. Algo de eso tiene, asegura. Todo comenzó cuando Jan Vidal-Restifo se reunió con el productor Douglas Palumbo para hablar de una obra que querían montar con Jota Creativa. Salió el nombre de Diógenes y las camisas voladoras.
“Al principio la quería dirigir Jan porque yo estaba en otro montaje, Marineros de José Simón Escalona. Cuando se cayó, dije que quería hacer el papel de Diógenes. Después pasó a manos de Julie como directora. Lo que sí le dio una nueva lectura a la obra fue que semanas después Edmundo González Urrutia fue elegido candidato de la Unidad y la transición. Y todos dijimos: ‘wow”.
Para Vidal no se puede negar el paralelismo entre González Urrutia y Escalante, un embajador que tenía poco recorrido en la política. Estuvo 27 años fuera del país trabajando en las mejores capitales del mundo: Ginebra, París, Londres, Washington. Amigo de Harry Truman, regresó a Venezuela porque le ofrecieron ser el candidato de Unidad y la transición. “Esta pieza que se estrenó en 2011 debe tener ante el público una lectura diferente casi 13 años después”, comenta Vidal.
Diógenes Escalante representó en su momento, dice Vidal, la esperanza de ser el primer presidente civil después de la larga saga de mandatarios militares desde 1830 hasta 1945. Era un futuro presidente que creía mucho en la democracia plural, en el diálogo entre partidos políticos y en el voto secreto, directo y universal. “Esa es la otra coincidencia con Acción Democrática. Creo que mi pretensión como dramaturgo es tratar de vender el título del civilismo sobre el militarismo y la civilización sobre la barbarie a través del personaje de Diógenes”.
Sobre las tablas poco ha cambiado la pieza que ahora dirige Julie Restifo. Había una llamada telefónica que se eliminó así como una conversación sobre la gira por oriente que preparaba el candidato y que resultaba demasiado extensa. Además, se cambió el inicio, que mostraba a Diógenes caminando en interiores. “Pero le dije a Julie que comenzara directamente con Ramón J. porque esa escena se repite en la historia. Claro, ahora las series empiezan con el último suceso y luego muestran en los capítulos cómo se llega a eso. En 2011 eso se me hacía atractivo, ahora no”.
Lo que sí es diferente es la lectura que hizo Restifo desde la dirección. “Lo interesante es que ella se adentró en la psicología de los tres personajes. Muestra el por qué de ese proceso que va teniendo Diógenes Escalante y cuyo diagnóstico en su momento nunca se supo a ciencia cierta”. Escalante a veces tenía despistes, continúa el dramaturgo, perdía la noción de las cosas pero aún así se daba cuenta de que estaba perdiendo facultades. “Cuando se fue a Estados Unidos, lo mandaron a un sanatorio en Nueva York y lo someten a electroshock. Dicen que cuando dejó el lugar, salió peor, más delgado, encorvado y enmudecido. Casi no hablaba”.
Hay, en palabras de Vidal, mucho paralelismo entre la figura de Diógenes y Edmundo González: la esperanza en una oposición unida. Pero el contexto entre una época y otra es muy diferente. Medina apoyaba al candidato de la Unidad por que era un civilista de primera. “Nada que ver con lo que estamos viviendo hoy en día. No digo nada nuevo, Maduro no es un presidente civil, está vestido de civil pero es militarista, toda la base de su gobierno está en el apoyo de los militares y las fuerzas armadas”.
Las camisas de Diógenes
Javier Vidal escribió Diógenes y las camisas voladoras en 2009. Fue un personaje dramático al que le dio largas por varios años antes de finalmente sentarse a escribir sobre él. La idea de retratar a este poco conocido personaje de la política e historia venezolana surgió cuando estrenó Su novela romántica en el aire en el año 1989. La pieza está contextualizada el día en el que asesinaron a Carlos Delgado Chalbaud, el 13 de noviembre de 1950.
“La historia es una trama de cachos dentro del mundo de la radio, pero dentro de todos estos elementos hay un dolor personal por ser un informante del mundo militar y la seguridad nacional. Oscar Yanes la ve y me dijo que revisara a Diógenes Escalante porque era un personaje muy atractivo de la historia de Venezuela. Comencé a revisar sobre él, Óscar le dedicó en su libro Amores de última página un capítulo y cómo manejó el diario Últimas Noticias todo su caso. Lo de las camisas voladoras lo saqué de allí”.
Después, Vidal leyó la biografía que escribió Maye Primera sobre el embajador para la Biblioteca Biográfica Venezolana, editada por El Nacional, y por último se tomó el tiempo de leer El pasajero de Truman de Francisco Suniaga. Leyó mucho sobre Diógenes Escalante, pero también le dio largas. Siguió escribiendo otras historias hasta que finalmente se dedicó por completo a la escritura de ese descenso a la locura de Escalante. Era el año 2009.
“Comencé a profundizar en cómo la prensa trató la llegada de Diógenes Escalante a Venezuela y cómo lo trató después. Aunque lo de después no aparece en la obra. La pieza termina en agosto de 1946 cuando deciden que él no va pa’l baile y el mismo personaje también se da cuenta de eso”. La pieza tuvo una temporada de seis meses en el Trasnocho Cultural en 2011.
Un loco en Miraflores
Javierl Vidal hace teatro para entretener. Como intérprete está consciente de que el público no va al teatro a trabajar, va a entretenerse. “Somos nosotros los que trabajamos en el teatro. ¿Qué es lo que uno va a ver en el teatro cuando se entretiene? Puede haber evasión, el teatro también es evasivo; puede haber reflexión y también confrontación”. También, asegura, puede haber teatro político y es político porque primero es público y para él todo lo público es político.
Sin embargo, insiste en que no quisiera que se confundiera en absoluto con proselitismo o con didactismo. No es eso lo que busca. “Yo vengo de la comunicación social, fui profesor durante más de 20 años. El hecho de querer exponer los hechos es para mí importante, pero lo hago desde el punto de vista de la ficción. Eso es lo bello de la comunicación social, estudias los dos extremos. Estudias desde el que hay que ser veraz, hay que presentar los hechos y presentar los hechos también como una ficción. Yo me voy más por esa línea”.
Le gusta mostrar el hecho histórico desde la ficción. Lo que se ve en Diógenes y las camisas voladoras ocurrió, estaba él, estaba el secretario y Ramón J. pero todo lo que dicen es inventado. “Yo no estuve allí, no lo grabé, lo fui recreando con base en lo que fui leyendo. Con base en lo que necesito para provocar una catarsis en el público y presentar unos personajes, crear un conflicto y desgranarlo”.
Fueron muchas las personas que vieron la obra hace 13 años, entre ellos el ministro Freddy Ñáñez, en aquel momento presidente de Fundarte. Vio la obra y pidió presentarla en el festival nacional de teatro del año siguiente, aunque no se pudo. Se escenificó en el Teatro Nacional, por petición de Vidal, en 2013.
“Hicimos dos funciones llenas porque no costaba mucho la entrada. Cuando veo que nos metieron los perros con la policía, nos dicen que iba a venir Jorge Rodríguez, gobernador en ese entonces. De 2011 a 2013 hubo cambios. Nosotros nos presentamos dos días antes de la declaración pública de la muerte de Hugo Chávez. Hay una parte de la pieza, cuando se dan cuenta de que Diógenes está perdiendo la razón, y el secretario se aferra a la idea de no decirlo en público todavía. Insiste en que podían seguir. Y Ramón J. le plantea lo contrario y le pregunta que por cuánto tiempo pretende él que van a esconder la insania del doctor. ¿Una semana? ¿Un mes? ¿Hasta las elecciones que vienen? En ese momento el teatro se vino abajo en aplausos”.
Vidal pensó: “Listo, me van a llevar preso” porque el público leyó una similitud entre la obra y el contexto político de ese momento cuando ya se decía que Hugo Chávez había fallecido el 31 de diciembre de 2012. “El público captó un reflejo gracias a su inteligencia en algo que yo escribí en 2009. Claro, aquí no sé si se repetirá porque hay un diálogo en el que se dice: ¿usted se imagina un loco en Miraflores? La pieza siempre se detiene ahí porque la gente lo asocia con la actualidad. Ahora no sé si eso pase. Quizás reaccionen en otros puntos porque las obras no cambian, quien cambia es la sociedad porque van leyendo diferentes códigos”.
Vidal considera que no tiene mucha imaginación así que se dedica a tomar cosas de la historia nacional como dramaturgo. Tiene una tetralogía del poder de presidentes nacidos en Táchira. Comenzó con Diógenes y las camisas voladoras, siguió con Los compadres. Le sigue La catira del general y cerró con La íntima del presidente. “Me gusta manejar estos temas. En mi dramaturgia la historia siempre ha estado muy cercana, me meto de lleno con las figuras de poder”, afirma. Y, en el caso de Diógenes Escalante su personaje deja en evidencia lo que el intelectual Gumersindo Rodríguez resume en una frase citada por BBC News Mundo: «En Venezuela los que nacen para ser presidentes se vuelven locos, y los locos llegan a ser presidentes».