ENTRETENIMIENTO

Las barrabasadas de los líderes soviéticos al comentar las obras pictóricas

por Antonio Sánchez García Antonio Sánchez García

La ojeriza de los líderes soviéticos ante las obras de arte alejadas del “realismo socialista” se convirtió en franca aversión e, incluso, paranoia. El hecho más demostrativo de tal actitud se observa en la reacción de Nikita Jrushchov ante las obras de una exposición de arte en la plaza Manezhnaia de Moscú en 1962, montada por la vanguardia pictórica, y que fue ampliamente reseñada por diversos medios de prensa, y comentada por el historiador de tendencia liberal Leonid Katzva. Tiempo después, el artista Elías Beliutin, en unas memorias suyas publicada en la revista Amistad de los Pueblos, relató el suceso. Ante unos cuadros de tendencia abstracta, el jefe máximo se paseó de un lado a otro, desandaba sus pasos una y otra vez y, al fin, se detuvo ante la tela del pintor Alexei Rossal que mostraba a una muchacha, y preguntó: “¿Qué es esto? ¿Por qué tiene un solo ojo? Esto es morfinismo de alguna especie”. Luego, ante el cuadro “1917”, de Lucian Gribkov (1922-1976), dijo: “¿Qué es esto tan horroroso? ¡Qué criaturas tan feas! ¿Dónde está su autor?”. Cuando se lo presentaron, le preguntó por su padre. Lucian respondió que no lo conoció mucho porque fue arrestado en 1937 y él era muy niño. Luego de una pausa incómoda, Jrushchov dijo que tal detalle no era importante y siguió: “¿Cómo puedes representar así la revolución? ¡Qué rostros! ¿Puedes pintar de otra manera? Mi nieto podría hacerlo mejor”. Y dirigiéndose a Elías Beliutin, coordinador y curador de la exposición, le pidió que le explicara todo eso. El pintor le dijo que las pinturas no eran una copia de la realidad, sino la manera cómo sus autores interpretaban el mundo exterior de acuerdo con sus sentimientos y su actitud personal, y le mostró el cuadro “La puerta de Spassky” (uno de los grandes portones de acceso al Kremlin), muy emblemático, pero que estaba representada con unos trazos y un colorido muy particulares, según lo ve el autor. Jrushchov oía en silencio, pero, luego de varios minutos, Mijail Suslov, el jefe ideológico del Partido bolchevique, explotó:

“¿Qué está usted diciendo? ¿De qué Puerta del Kremlin habla? ¡Eso es una burla, un ultraje! ¿Dónde están las murallas? ¿Por qué no se ven? Todo es tan confuso. Usted sabe que le estoy hablando como Premier del Consejo de Ministros, y el pueblo soviético no tiene necesidad de todo esto, ¿comprende?”.

El resultado fue atroz. Aquellos pintores fueron silenciados, destituidos de sus puestos, acorralados, algunos detenidos.

Tuvo que venir la perestroika y el colapso del sistema soviético para que pudieran de nuevo exponer con libertad, viajar al exterior, y tener el justo reconocimiento del valor de sus obras.

Parecida fue su historia a la de quienes le antecedieron. Allí está el caso de Kasimir Malevich (1878-1935). Fue el creador del suprematismo. En 1915 fue expuesta su obra “Cuadrado negro”. Publicó Del cubismo y el futurismo al suprematismo, donde resumía su nueva teoría artística. Tras la Revolución de 1917, Malévich se convirtió en un activo miembro de los comités artísticos revolucionarios y participó en los actos de celebración del primer aniversario de la Revolución. En 1919 aceptó un puesto de profesor en la Escuela de Arte de Vitebsk que dirigía Marc Chagall y luego la transforma en Escuela de Afirmación de lo Nuevo en el Arte. En 1922, el artista ideó sus obras suprematistas tridimensionales, llamadas arkhitektony, unos estudios realizados en forma arquitectónica. Malevich hizo un solo viaje a Occidente en 1927, con sus obras expuestas en el Museo Stedelijk de Amsterdam, donde fueron vistas posteriormente por muchos artistas europeos. En las discusiones con otras corrientes artísticas va perdiendo el favor oficial. Sufre pasajera detención en 1930. Obligado por las circunstancias, Malevich no tuvo otra opción que volver a la figuración, pero debió renunciar como funcionario. Sus obras quedaron encerradas en los depósitos de museos soviéticos. Vuelve a la figuración. Después, el olvido.

Otro caso es el de Vladimir Tatlin (1885-1958), pintor y escultor de fama, funda el movimiento constructivista. Se le recuerda por su proyecto de un monumento a la III Internacional Comunista en 1920, que fue rechazado por los jerarcas del partido. Iba a ser una torre de 400 m. de alto en hierro, cristal y acero que eclipsaría a la Torre Eiffel en París. Dentro de la estructura de hierro y acero de espirales dobles, cabrían tres bloques de construcción, con ventanas de vidrio, que girarían a velocidades diferentes (la primera, un cubo, una vez al año; la segunda, una pirámide, una vez un mes, la tercera, un cilindro, una vez al día).

A principios de 1930 el emergente Realismo Social se convirtió en el estilo oficial y solo apropiado del nuevo régimen del Estado soviético, por lo que el constructivismo, como el resto de la vanguardia, desapareció de la escena cultural. Retratando las obras de arte innovadoras, Tatlin permaneció activo hasta su muerte, pero dedicado a la pintura al óleo limitada a naturalezas muertas procesadas de una manera expresionista. Murió en la oscuridad, el 31 de mayo de 1953, y fue enterrado en el cementerio de Novodevichy en Moscú. Aunque recibió el título de Trabajador de Arte Honrado de la Unión Soviética, nunca fue aceptado por el gobierno estalinista.

___________________________________________________________________________________

Bibliografía consultada

Antoni Gelonch-Viladegut. Las vanguardias artísticas y los totalitarismos en Europa. Para la colección Gelonch Viladegut, Sant Cugat del Vallès, noviembre 2014.

Kazimir Malevich Artist Overview and Analysis. Internet. 2017. 

TheArtStory.org. Content compiled and written by Ivan Savvine. 2016.

WideWalls | Urban & Contemporary Art Resource. 2016.