Se sube el telón del Trasnocho Cultural y en escena está Liliana (interpretada por Nerea Fernández) de espaldas, viendo el teléfono. Frente a ella un cuadro de El Ávila, junto a la puerta, muestra las tonalidades verdes y la silueta inconfundible de la montaña que tanto quieren y extrañan los caraqueños que dejan el país. La imagen sirve para recordarle cuál era su hogar antes de migrar, tal como lo han hecho más de siete millones de venezolanos en busca de un futuro mejor.
Tras diez años lejos de su familia, Liliana finalmente se reencuentra con su hermana Mónica (interpretada por Patty Oliveros) y su cuñado Reynaldo (interpretado por Marco Moreno). Ambos viajaron hasta Laponia, Finlandia, para celebrar la Navidad con Liliana, su marido finlandés, Olavi (interpretado por Sócrates Serrano), y su hija. El viaje de visita sirve también para que su hijo Carlitos conozca el lugar donde vive San Nicolás y así pueda mantener la ilusión sobre la festividad. Sin embargo, algo trastoca los planes y no tarda en aparecer el conflicto, la confrontación y las peleas familiares.
“Ya está, se lo dijo”, exclama Liliana en escena, con preocupación. Su hija, quien es unos años menor que su primo Carlitos, le dijo quién es realmente San Nicolás. A Olavi, con su característico acento de extranjero, no le preocupa; él, una persona racional, no ve problema con que el niño sepa la verdad. Sin embargo, Mónica y Reynaldo están preocupados por lo sucedido. Así las dos parejas comienzan a confrontar sus maneras totalmente opuestas de educar a los hijos, debatiendo sobre la verdad y la mentira, las tradiciones, los valores familiares y las costumbres sociales.
En escena se van revelando, poco a poco, los secretos de un pasado que no querían desenterrar y que los llevarán a confrontarse internamente como personas. Así comienza la pieza Laponia, una comedia española escrita por Cristina Clemente y Marc Angelet, adaptada y dirigida por Basilio Álvarez. La obra inauguró la temporada teatral 2023 en el Trasnocho Cultural, donde estará hasta el 26 de febrero: viernes a las 8:00 pm, sábados y domingos a las 7:00 pm. Es una obra que invita al espectador a reflexionar sobre crecer creyendo en la magia y la fantasía, o siempre priorizando la verdad.
Sobre las tablas la escenografía se compone de tres grandes paneles que transportan al público al interior de la casa de Olavi y Liliana. Allí, los personajes comienzan, desde las primeras escenas, a comparar a Venezuela y Finlandia, debaten sobre costumbres como andar sin zapatos por la casa, las diferencias del clima o los platos típicos.
Aunque Mónica siempre intenta volver al conflicto con los niños, los demás miembros de la familia se siguen desviando del tema para hablar de la magia y lo que está comprobado por la ciencia. No ha avanzado mucho la historia, los actores están concentrados en escena cuando, de repente, del público se oye un grito de alerta: “Cuidado”. Uno de los paneles de la escenografía se cae durante la función. De inmediato, el elenco reacciona, se apartan del panel para evitar que los golpee y, sin salirse del personaje, comienzan a levantarlo de nuevo.
Sócrates Serrano, sin perder su acento extranjero y Marco Moreno, sin dejar de hacer los chistes característicos de su personaje, ponen de nuevo la escenografía en su lugar con ayuda de un miembro del equipo de producción que se deja ver en el escenario. El accidente no parece afectar a los artistas, cuya improvisación les valió la admiración, los aplausos y las risas del público.
Una comedia que hace reflexionar
Corría el mes de octubre del año 2022 cuando el director y actor Basilio Álvarez, de 58 años de edad, encontró la obra Laponia. En ese entonces, leyó reseñas de la obra y le llamó la atención. La pieza fue un éxito en Barcelona, Madrid y Buenos Aires, una comedia muy bien recibida por el público y la crítica. Tras dar con la pieza, decidió adaptarla al contexto venezolano. Contactó a los autores, se la enviaron, la leyó y la sintió muy cercana a Venezuela.
“Empecé a ver temas como la migración, la verdad, la mentira, si bien nosotros nos parecemos mucho a los españoles la crítica de que siempre gritan, siempre es una fiesta, tratamos de engañar al otro, de meter la maleta sin pagar el sobrepeso, eso cuadraba mucho con el venezolano. Me gustó mucho también la conclusión, aunque tiene muchas conclusiones; el hecho de que 7 millones de venezolanos emigraron, muchos de ellos a zonas inhóspitas comparadas con la maravilla de clima de nuestro país y su belleza, también estaba muy presente”, reflexiona.
Radecado en Asturias, al norte de España, un sitio frío, donde llueve y nieva, Álvarez se identificó con el tema de inmediato. Las similitudes con los españoles le permitieron hacer un trabajo de adaptación sutil, solo tuvo que modificar los nombres de las comidas e incluir algunas expresiones venezolanas. “Lo del cuadro de El Ávila no estaba en la original. Para mí esa aurora boreal que aparece en la obra, que representa la magia que existe y es natural, me permitió darme cuenta de que nuestra aurora boreal es El Ávila”.
El proceso de montaje duró tres meses. Apenas pararon el 24, 25, 30 y 31 de diciembre. Al primero que llamó Álvarez para sumarse a Laponia fue a Sócrates Serrano, luego a Patty Oliveros y Marco Moreno. “Me mataba de la risa imaginarlos a ellos dos como venezolanos llegando a Finlandia con cintillos de San Nicolás. Una vez conformé a los cuatro actores, supe que eran los indicados”, revela.
El proceso, para él, fue como un regalo que le hizo el teatro. Para alguien que emigró a un lugar donde no hace teatro, trabajar en lo que le gusta en su país fue una celebración de la vida. “En la medida en que todos fuimos trabajando vimos que no era una simple comedia. La historia tiene profundidad y es inteligente como está escrita”, reflexiona.
En la pieza, la Navidad es el contexto que da paso al conflicto. Sin embargo, Álvarez no la considera una obra estrictamente navideña. Reconoce que planea volver a presentarla en noviembre de este año para que coincida con la celebración, pero eso no implica que no vaya a tener éxito esta temporada.
“Las expectativas con la taquilla están arrancando muy bien. El primer fin semana hubo más de 100 personas, el siguiente hubo 140. Va bien, nuestra pasión es regresar el público a las salas. Aún así, si vienen 2 personas solamente nuestro trabajo es el mismo. El teatro no cambiará al mundo ni cambiará al público, pero sí transforma a la persona indicada. En una función, durante el monólogo final, vi a tres personas en el público llorando. Cuando pasa sé que la tarea está hecha. Llegarle a las personas con el mensaje es lo más importante”.
Considera que el público está regresando a las tablas. “Creo que el teatro venezolano está haciendo trabajos de muchísima calidad y comprometiéndose para que el público regrese”, afirma. El resultado se ve en los comentarios que ha recibido por Laponia: el público se conmueve con la pieza, se llevan un mensaje y, sobre todo, comienzan a cuestionarse.
“Una buena obra nunca resuelve nada, te deja preguntas y mientras más preguntas te deje mejor, porque el teatro es para eso. Creo que es bueno vivir de la magia, pero en un país como el nuestro hay que tener los pies en la tierra. Pero aunque nos peguen los pies, la imaginación puede llegar a límites inimaginables”, concluye.
Una familia fuera de las tablas
Los cuatro actores que conforman el elenco de Laponia dijeron que sí al proyecto a pesar de que los cuatro son totalmente opuestos y utilizan métodos de actuación diferentes. Con las diferencias presentes, el trabajo fluyó tan bien que los cuatro coinciden en afirmar lo especial del montaje.
Sócrates Serrano destacó lo meticuloso y detallista que fue Basilio Álvarez como director. “Revisaba nuestras acciones pero también respetaba nuestro proceso particular. Fue muy exigente, pero disfrutamos. Tuvimos que preguntarnos qué tipo de comedia es esta porque hay mucho drama en ella”.
Cuando Álvarez le dijo que tenía que interpretar al finlandés en Laponia, lo primero que pensó Serrano fue: “Ni siquiera he escuchado a un finlandés hablar español o qué tipo de acento tiene”. Entonces, le dijo al director que no sabía hablar finlandés y él le respondió: “Para eso existe Google y existe la embajada de Finlandia de Caracas. Hasta me pasó la foto. Empecé a investigar y descubrí a una pareja de un finlandés casado con una peruana con un canal de YouTube. Eso me pareció interesante porque se parecía a Olavi, fue una referencia”, revela.
En el caso de Patty Oliveros ni siquiera tuvo que leer la obra para aceptar, le dijo que sí de inmediato. “Le dije que confiaba en él y accedí a ser parte de la obra. Lo estoy disfrutando enormemente, cada día, cada función es diferente. Es mágico. El teatro está vivo, por eso cualquier cosa puede pasar en escena, como la escenografía que se cayó”, explica.
Para Marco Moreno el proceso ha sido de aprendizaje. El actor de amplia y reconocida trayectoria considera que en el teatro siempre se aprende, puesto que en el mundo de la interpretación nada es definitivo. “A veces uno cree que se las sabe todas y es mentira, uno no sabe nada. Se van descubriendo cosas día a día en el escenario, uno tiene que lidiar con sus limitaciones y sus virtudes. Se tiene, además, que poner en juego lo que uno cree que es como actor. El proceso ha sido de aprendizaje, de saber que cada día sé menos. Estoy muy feliz de estar haciendo lo que hago desde hace muchos años”.
Tanto Oliveros como Nerea Fernández coinciden en señalar que, al principio, no reconocieron ninguna similitud con sus personajes de Laponia. Sin embargo, tras ensayar durante tres meses seguidos, ahora sí se identifican con algunos rasgos de Mónica y Liliana. A Serrano, interpretar a Olavi le sirvió para encontrar una balanza entre lo racional y lo emocional, mientras que Moreno afirma que para él el actor es un medio por el cual nace una nueva entidad. Por ello, él no se parece en nada a Reynaldo.
La magia y la realidad
En Laponia los personajes muestran su punto de vista sobre qué es mejor: vivir en medio de las ilusiones que puede generar la magia o buscar siempre la verdad. Fuera de las tablas, cada uno de los actores del elenco mantiene, al igual que en la obra, opiniones diferentes al respecto.
Nerea Fernández considera que lo importante es buscar un equilibrio entre la magia y la verdad y ser una buena persona. Serrano, por su parte, afirma que hay mentiras que son protectoras aunque su tendencia es a decir siempre la verdad. “Hay verdades que son fundamentales y creo que hay mentiras protectoras. Estoy muy movido porque a mi mamá le acaban de diagnosticar demencia vascular, se le olvidan las cosas. Yo me di cuenta de que le tengo que mentir porque cuando ella me pregunta 50 veces, tengo que hacer como si me lo preguntara por primera vez. Si no, le hago daño; es una mentira que la cuida”, confiesa.
Oliveros, fuera de escena, es muy parecida a Mónica: a ella le encanta vivir de la magia y la ilusión. “Me permito cualquier mentirilla con tal de vivir de la ilusión, me parece que la vida es una, es aquí y ahora. A veces la verdad es muy dura, así que me permito vivir de ilusiones”, explica. Si Moreno, al respecto, cita a Oscar Wilde: “La vida es muy complicada como para tomársela en serio”.