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Lancha rápida (fragmento)

El fragmento que presentamos a continuación pertenece a la celebrada novela de Renata Adler, “Lancha rápida” (Editorial Sexto Piso, España, 2015). Puede describirse como una sucesión de breves historias, como la ofrecida, sin conexión unas con otras; es decir, puede leerse como una novela o como un abigarrado bazar de breves relatos o escenas

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Nuestro corresponsal de defensa estaba tan bien informado que sus artículos apenas tenían sentido para los lectores del periódico; en cambio, para los miembros de lo que se llama la comunidad de inteligencia, tenía un sentido tan perfecto que las agencias y los analistas no solo se preguntaban lo que podría tramar, sino que estaban asustados. No estaba para nada claro qué iban a hacer al respecto. Ellos mismos no esperaban que se los sacaran de encima al final de sus días productivos, ni siquiera acogerse en a una jubilación anónima; esperaban escribir thrillers durante sus carreras y libros de memorias después. Ahora bien, no podía creer, basándose en las columnas del periódico, que el corresponsal sobreinformado, lejos de ser cualquier clase de profesional clandestino, era esa rareza, un periodista laborioso que cumplía con su trabajo a conciencia. Nuestros directores tampoco lo comprendían. Al final, lo apartaron de las cuestiones de defensa. El corresponsal, un hombre recatado que bebía mucho, pensaba que su traslado tenía que ver con cierta deficiencia en su estilo de escritura. Ya admiraba a los que de manera generalizada eran considerados grandes periodistas. Sus primeros y más felices días en el periodismo los había pasado como reportero para el fracasado periódico rural de su padre. Había escrito una columna fija titulada “Paseos por la Pensilvania rural”. Su primer artículo trataba de un roble que, al parecer, tenía el contorno más ancho del condado. De manera inmediata, había recibido cartas de los lectores del condado que afirmaban haber visto robles más anchos. Había ido a medirlos; había sido justo. Había escrito columnas sobre la mayor yema de huevo del condado, y sobre la más pequeña, y sobre el huevo que contenía el mayor número de yemas. Había viajado a lo largo y ancho del condado, partiendo huevos solemnemente para ver cuántas yemas contenían. Su columna había inspirado, siempre, una correspondencia briosa y preocupada. La circulación del periódico se incrementó. Su padre le subió el sueldo. Esos fueron sus mejores años. Cuando, muchos años después, fue trasladado a la sección de cultura, supo que estaba acabado.

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