Es uno de los escritores más prolíficos y respetados de su generación. Juan Carlos Chirinos, nacido en Valera (Trujillo) en 1967, estudió Letras en la Universidad Católica Andrés Bello, donde comenzó a escribir. Pronto sus obras empezaron a llamar la atención de los críticos y los lectores.
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Novelista, cuentista y biógrafo, Chirinos dice que en 1997 llegó a España y que no es un exiliado, sino que vino como estudiante. Actualmente en Madrid, valora y disfruta de la lengua española como heredero de la gran tradición de las letras hispanoamericanas.
El escritor venezolano es de los grandes de la literatura contemporánea. Ya tiene 26 años en España. Y, desde ese rincón del mundo, descubrió no solo un lugar lleno de belleza y cultura, sino también, resalta, encontró el amor de su alma gemela: Fátima Aranzabal. Ambos disfrutan de la pasión por las letras. Pero además, comparten su vida con mucho sentido del humor: es notable la complicidad de sus risas, donde comparten un el amor.
La literatura como forma de resistencia: el legado de Juan Carlos Chirinos
Juan Carlos Chirinos participó en el IX Congreso Internacional de la Lengua, que concluyó en Cádiz; ciudad que se convirtió en capital mundial del español. Un espacio en el que más de 1.300 participantes procedentes de todo el mundo hispánico, medio centenar de paneles y conferencias y un diverso programa cultural dejaron aún mucho que hablar.
El exilio fue protagonista en el Congreso de la Lengua. En el encuentro literario “Exilios y literatura intercultural”, celebrado en la Universidad de Cádiz, se abordó ¿qué significa el exilio en la literatura? ¿Cómo influye en la obra de los creadores? En la tertulia participaron el escritor venezolano, Juan Carlos Chirinos, la escritora nicaragüense Gioconda Belli, y el peruano Jorge Eduardo Benavides.
Los participantes discutieron el significado del exilio en la literatura y cómo influye en la obra de los creadores. Los ponentes debatieron acerca del papel de la literatura como herramienta de denuncia y de transformación social, en especial en situaciones de exilio y desplazamiento forzado. También analizaron la relación entre el exilio y la identidad cultural; y se reflexionó sobre la importancia de la literatura como puente entre culturas y lenguas diferentes.
Chirnos, Belli y Benavides compartieron sus experiencias y reflexiones acerca de la literatura como forma de resistencia; la diáspora y el exilio; la identidad cultural y la interculturalidad, entre otros temas.
Una de las conclusiones de ese encuentro fue que el lenguaje es un arma poderosa que no se le puede quitar a nadie, porque es la patria de cada individuo.
Todos los ponentes coincidieron: “Tenemos que alzar la voz contra los tiranos”.
El Congreso de la Lengua, un momento ideal para el encuentro con Chirinos
El Congreso de la Lengua fue la oportunidad para escuchar y conversar con Chirinos. El escritor, quien se hace difícil de encontrar cuando no está en una aparición pública, necesita del silencio. El celular permanece en «no molestar», pero tiene el buen hábito de responder la llamada a su tiempo.
Juan Carlos Chirinos, uno de los escritores más destacados de Venezuela para el mundo, es reconocido por su obra literaria. Cuenta con un estilo propio y una gran habilidad para crear historias fascinantes. Este autor ha llevado la literatura venezolana a los escenarios internacionales. La obra de Chirinos, compuesta por más de 15 obras repartidas entre novelas, libros de relatos, biografías, ensayos, teatro y cine, refleja temas como el mal, lo fantástico, la literatura policial, el thriller, la historia y la reflexión política contemporánea.
Desde su primer libro ha conocido el sabor de los reconocimientos y premios. Leerse los gatos, publicado en Caracas en 1997, fue premiado por la embajada de España. Su segundo libro de relatos, Homero haciendo zapping, en 2002 ganó la XIV Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre.
Chirinos, continúa en la senda de la escritura, dejando su huella en cada página que escribe. Y en su camino cosecha distinciones, galardones que son la muestra tangible del valor de su obra literaria.
A estos libros le seguirían la publicación de un par de biografías para jóvenes, una de las cuales, Albert Einstein: cartas probables para Hann, fue seleccionada en 2005 para la colección Libros del Rincón de la Secretaría de Educación Pública de México.
Juan Carlos Chirinos mantiene viva su venezolanidad desde España
Juan Carlos Chirinos es un hombre jovial. De rostro amable, acompañado un gran sentido del humor, y una sonrisa diáfana, es un comunicador nato. Le encanta la música y baila; incluso, se atreve a dar clases de baile.
Para Juan Carlos Chirinos, afincado en España, nada le hace alejarse de su venezolanidad, de su sentir por su país.
Chirinos ha logrado mantenerse conectado con su país de origen, a pesar de la distancia y de su frenética actividad literaria. A través de su obra, sus conferencias y sus encuentros con otros escritores y artistas, Chirinos ha demostrado que su venezolanidad sigue presente en su vida cotidiana y en su pensamiento.
De Venezuela al mundo: la obra y pasión de Chirinos
Como escritor ha abordado la situación política y social de Venezuela. En su obra ha expresado su postura sobre la dictadura y la crisis que atraviesa el país. Uno de los libros en los que hace referencia política explícita a su país es Venezuela, biografía de un suicidio (2017).
A lo largo de las entrevistas se pueden recopilar las expresiones y opiniones del autor acerca de la situación en su país. Chirinos se ha mostrado crítico con la dictadura que gobierna Venezuela y ha destacado la importancia de la libertad de expresión; y de la democracia como valores fundamentales para la sociedad. En sus palabras se puede sentir la angustia y el dolor de un pueblo que sufre y que clama por un cambio.
Además, el escritor ha expresado su preocupación por la crisis humanitaria que atraviesa Venezuela. Por la migración masiva de sus ciudadanos y por la represión y violencia que se han convertido en parte del día a día de los venezolanos. En sus entrevistas, se puede percibir la sensibilidad y la empatía de Chirinos hacia la realidad de su país, a la vez que se aprecia su compromiso con la defensa de la libertad y la justicia.
“La dictadura es una especie de cáncer que corroe las instituciones, la economía, la cultura y la sociedad”.
“En Venezuela hay una crisis humanitaria que está generando una migración masiva y desesperada de la población”.
“La literatura y el arte son formas de resistencia frente a la opresión y la censura”.
“Venezuela se ha convertido en un estado totalitario y opresivo”.
«La literatura es en sí misma una reivindicación social».
Una advertencia sobre la situación en Venezuela
«La dictadura chavomadurista no ha logrado acobardarme ni reblandecer mis posturas. Pero me ha hecho más llorón. Hay temas que, apenas los toco, me quiebran algo en el pecho y no puedo hablar; pero para mí es mortalmente serio porque la comida diaria de mi mamá y su salud están involucradas, como la de tantos millones de venezolanos», dijo.
Considera que «La literatura es en sí misma una reivindicación social».
En definitiva, cada entrevista que se publica de Juan Carlos Chirinos es un reflejo de su sentir y su visión sobre Venezuela, un país que ama y que sufre; y en el que la literatura y el arte se convierten en formas de resistencia y de esperanza.
«La literatura en América tiene un futuro enorme»
—Cuáles son los principales desafíos que enfrenta la literatura en la actualidad y cómo crees que la literatura puede contribuir a la transformación social?
—Desde hace mucho pienso que el reto más grande de la literatura, en nuestros días, es el de conservar su esencia, es decir, la de seguir siendo literatura. Me refiero, desde luego, solo a la ficción narrativa. La poesía, por suerte, tiene sus propias defensas: siempre es el territorio de lo inefable. Es muy fácil utilizar la narrativa como excusa para hacer panfleto, denuncia, publicidad, política, sociología o periodismo. Cada una de estas variantes tiene legítimo derecho a existir y a tener cultores de todo tipo, desde luego. Pero la verdadera literatura, la verdadera narrativa, la que podría decirnos y enseñarnos algo, si quiere hacerlo, debe regresar a su origen: tener como norte la propia ficción. Desde hace tiempo soy de la «tribu» inaugurada por Julio Garmendia con El cuento ficticio. Yo creo firmemente en que lo más subversivo que se puede hacer con la literatura es convertirla en ficción pura. Ese es el lugar desde donde puede ofrecer una posibilidad de transformación social. De otra manera, solo sirve como herramienta para la expresión de otras disciplinas, como el periodismo o la antropología. Expresiones legítimas, repito, pero que no son literatura.
—¿Cómo ha influido la situación política y social de Venezuela en tu obra literaria y cómo ves el futuro de la literatura venezolana en medio de la crisis actual?
—Sin duda, mis libros no han estado exentos de influencia ante los acontecimientos de estos últimos veinticinco años, pero he procurado que la realidad no se colara en forma de grosero realismo. He tratado de filtrar mis (nuestras) experiencias para hacer literatura, no para que la literatura sirva de excusa para hablar de ellas. De hecho, cuando entre 2016 y 2017 escribí mi ensayo «Venezuela, biografía de un suicidio». No solo lo hice como mi aporte ciudadano a la reflexión sobre el país y sus desgracias, sino que era una estrategia «secreta» para deshacerme de mis preocupaciones sociales, ideológicas y políticas en un ensayo; en un intento de alejarlas de mi trabajo de ficción, que suele estar más cerca de la literatura gótica y el territorio de lo fantástico. No sé cómo hacen los demás escritores venezolanos, pero sí estoy seguro de que esta crisis ha generado muchas novelas y relatos, incluso poesía, que trata de asediar esa realidad. Pero, lamentablemente, en un alto porcentaje, esos libros se han quedado en meros y oportunos panfletos que tendrán el recorrido que tendrán. Pero hay que ser consientes de esto: para que la literatura de un país sea robusta ha de producir muchos títulos. Tarde o temprano, la obra maestra emerge y señala el camino, como ya ocurrido en Venezuela en no pocas ocasiones. Dentro de cien años sabremos cuáles fueron las verdaderas obras maestras que convirtieron en literatura la realidad que nos circunda.
—¿Cuál es tu opinión sobre la dictadura que gobierna Venezuela y cuáles son las medidas que crees que se deben tomar para superar la crisis política y social que vive el país?
—Venezuela es un país muy rico que no ha pasado por una guerra pero que presenta todas las características de la posguerra, como si fuera Afganistán o Siria: hambre, dispersión, ignorancia, corrupción, escasez para la mayoría y abundancia para una minoría, entre otros factores. La dictadura que azota Venezuela está conformada por un entramado criminal muy bien asentado del que va a ser muy difícil salir. No soy optimista. Esto va a llevar varias décadas y yo no creo que vea el regreso de mi país a la democracia. Tratar a esos malandros como se les trata en el plano político es como poner talco sobre una gangrena avanzada. Yo, como ciudadano, ya no tengo fe en los políticos de eso amorfo que se conoce como «oposición». Y no es por un capricho: demasiadas veces me han decepcionado y me han hecho entender que tienen, por mala suerte o por sinvergüenzas, el peor papel que le puede tocar a un actor político. Ya son completamente irrelevantes. No hablo como politólogo ni nada por el estilo, solo expreso la opinión de un ciudadano decepcionado y harto. Un ciudadano desencantado que debe inventárselas para que su familia en Venezuela sufra lo menos posible el desangramiento de un país, quizá, excesivamente rico. Sin embargo, sigo teniendo fe en la educación de la ciudadanía, en que sean los propios ciudadanos los que, desde abajo, comiencen un cambio de paradigma y de manera de ver el mundo; pero esto va a llevar décadas. Es lo que hay.
—En una entrevista has advertido a España sobre la importancia de no subestimar la influencia del régimen venezolano en Europa. ¿Podrías explicar un poco más sobre esta advertencia y cómo crees que se debe abordar la situación política de Venezuela desde la perspectiva internacional?
—Como el castrismo, el chavismo es un virus peligroso porque actúa en silencio y con la pueril complicidad de su huéspedes. Comienza cuando alguien te dice: «Es que España no es Venezuela». Al ser humano le encanta que le prometan «duros a pesetas», como dicen los españoles. Y esa es la magia del comunismo, de todos los totalitarismos, en realidad, a derecha e izquierda del espectro ideológico. Yo ya me estoy cansando de ser la Casandra de las reuniones; porque nadie escarmienta en cabeza ajena. Nosotros pensábamos que no éramos Cuba y los españoles piensan que no son Venezuela. Lo mejor que podemos hacer es seguir molestando y seguir tratando de fortalecer el discurso democrático, pero el legítimo, no el ñoño e infantil según el cual cualquier opinión es válida solo porque la emitas. Aunque ahora es peor: la gente ya no tiene opiniones sino sentimientos. Te dicen «yo siento que eso no es así», y se quedan tan tranquilos, seguros de que la razón está de su lado. La firmeza a la hora de ejercer el pensamiento, de exigir argumentos y reflexión puede ser nuestro granito de arena para que cuando lleguen los que prometen el paraíso gratis no encuentren oídos prestos a hacerles caso. Pero, como ves, esto será muy difícil: hay demasiados influencers embruteciendo el mundo y tergiversando, más que pervirtiendo, las palabras. El antídoto, sin embargo, está al alcance de la mano: leer, leer todo el tiempo. Veremos qué pasa en Europa.
—¿Cómo te imaginas el futuro de Venezuela y cuál crees que debería ser el papel de la literatura y los escritores en la construcción de un país más justo y libre?
—Ya te he dicho que al futuro de Venezuela, en las próximas décadas, yo no le veo cambio, salvo un milagro, que no descarto. Soy saludablemente pesimista. Seguirán los malandros y sus cómplices desangrando a Venezuela, mientras les convenga a los que de verdad manejan el futuro de los países. ¿Y cuál debería de ser el papel de los escritores y de la literatura cuando regrese la democracia? El mismo que debe tener ahora: ser lo que siempre ha sido, el reino de la ficción, que es su manera de subvertir el orden y de acabar con los «malos mestureros» de los que se habla en el Cantar de Mio Cid.
—¿Cuál es tu opinión sobre la relación entre la literatura y la política, y cómo crees que debería ser el papel de los escritores en la sociedad?
—La literatura, y me refiero a la literatura de ficción, es enemiga íntima de la política, pues sabe dónde residen las vergüenzas de esta y uno de sus trabajos más divertidos consiste en exponerlas. Platón no puede ser compinche de Apuleyo, por más que se sonrían el uno al otro. La literatura siempre, siempre, siempre debe colocarse frente al poder que ejerce la política. El papel de los escritores, e insisto en que me refiero a los escritores de ficción, es el de cuidar que esta siga siendo ficción, sin perversos intereses de otras áreas. Puede que alguien lea esta entrevista y piense que soy un ingenuo al insistir en la independencia de la ficción y se ría de mi repugnancia por el realismo y el uso espurio de la literatura a mayor gloria del periodismo, la antropología o la política; le sugeriría que piense un poco más en lo que estoy diciendo antes de desecharme por inocuo. Puede que más adelante me lo agradezca —o me maldiga.
—¿Qué proyectos literarios tienes en mente para el futuro y cómo crees que seguirá evolucionando tu obra?
—Esta es una pregunta de muy difícil respuesta. Así que solo puedo responder de esta manera: no suelo hablar de lo que estoy haciendo ahora y por eso no tengo la más mínima idea de hacia dónde irá lo que escribo. Hacia la ficción, siempre, eso seguro.
—¿Cómo ves el panorama actual de la literatura latinoamericana y cuáles son los escritores y obras que más te interesan en la actualidad?
—En América, nuestro hermoso continente, la literatura en español tiene un futuro enorme. Lamentablemente, sabemos que los problemas sociales y políticos son el caldo de cultivo perfecto para la evolución de la literatura y para la aparición de obras maestras. El nervio creativo se excita en estas circunstancias y generan decenas y hasta centenares de grandes escritores en todas las latitudes. Por lo pronto, celebremos que este mes de abril por fin la literatura venezolana será homenajeada con el premio Cervantes en la persona y la obra de nuestro querido Rafael Cadenas, uno de los grandes poetas que ha dado América en los últimos cien años. Así está el panorama: grandes autores nonagenarios compartiendo espacio y tiempo con poderosas promesas de 20, y autores en pleno desarrollo de 30, 40 y 50 años. Ahora es cuando viene lo mejor de la literatura americana en español.
A la segunda parte de tu pregunta te digo: como hace nada me acaban de hacer la misma pregunta, no puedo sino contestarte lo mismo, con una lista de libros y autores que he leído, leo y releo cada vez que puedo: Percusión, de José Balza; El amigo manso y La de Bringas, de Benito Pérez Galdós; La torre de Timón, de José Antonio Ramos Sucre; Caballito loco, de Ana María Matute; Babilonia, de Silda Cordoliani; La tarea del testigo, de Rubi Guerra; La ciudad que el diablo se llevó, de David Toscana; Odio, de José Manuel Fajardo; Velódromo de invierno, de Juana Salabert, La perla peregrina, de Carmen Posadas; El futbolista asesino, de Nicolás Melini; La chica a la que no supiste amar, de Marta Robles; Diez lunas blancas, de Phil Camino; Historia de un abrigo, de Soledad Puértolas. Toda la poesía de Eugenio Montejo, de Rafael Cadenas, de Juan Sánchez Peláez, de Raúl Gómez Jattin, de María Ángeles Pérez López, de Elsa López y de Ana Rossetti. Luego, La prisionera, de Carlos Franz; Un millón de soles, de Jorge Eduardo Benavides; Hubo un jardín, de Valeria Correa Fiz; Una tarde con campanas de Juan Carlos Méndez Guédez; The night, de Rodrigo Blanco Calderón; Escarcha, de Ernesto Pérez Zúñiga, Subsuelo, de Marcelo Luján, los cuentos de Jon Bilbao y mi último gran descubrimiento: el deslumbrante Un verdor terrible, de Benjamín Labatut.
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