ENTRETENIMIENTO

La vida de Felipe Ezeiza es un río que fluye mientras mira y escribe

por Avatar Alba Freitas

A Felipe Ezeiza le gusta escribir con música. Durante su proceso creativo puede escuchar todo tipo de géneros, desde el jazz hasta el reguetón. A medida que escribe, garabatea en los márgenes de las hojas algunas ilustraciones que lo ayudan a poner orden en sus ideas. Una vez terminada la redacción inicial, comienza el proceso de corrección. Se dedica, entonces, a leer una y otra vez los versos en completo silencio. Cambia palabras, las mueve de lugar o las borra dependiendo de cómo vaya sonando la obra cada vez que la lee. Se enfoca arduamente en eso hasta que algo en su interior le advierte que ya encontró la voz ideal del texto. Si cambia algo más, le dice esa voz, lo estropeará.

Para el joven de 24 años de edad, nacido y residenciado en Los Teques, el silencio al corregir sus poemas es importante. “Procuro ser genuino siempre. No solamente al escribir sino al corregir desde lo que yo siento que es sincero. A veces vuelvo sobre un texto y digo: esto suena presuntuoso, o qué ingenuo esto”, cuenta el ganador de la octava edición Concurso Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas.

A tan solo dos trimestres de culminar la carrera de Psicología en la Universidad Bicentenaria de Aragua, Ezeiza reconoce que una parte de él está interesada en el oficio creativo. La otra, su lado más promotor, está consciente de que debe esforzarse si se quiere dar a conocer como poeta. “Esa parte de mí se siente inquieta por buscar espacios y conseguir lectores”. Tras alzarse con el primer premio otorgado por el jurado conformado por María Ángeles Pérez López, Luis Moreno Villamediana y Gina Saraceni, Ezeiza considera que es momento de buscar nuevas oportunidades en concursos internacionales. “A mi parte creativa le da igual eso, solo quiere trabajar”, matiza.

Felipe Ezeiza

También da clases de oratoria, orientación y biblioteca | Foto Jesús Navas @navas_jesus

Aunque insiste en que no se debe caer en una “fiebre ludópata” por los concursos, el también profesor de oratoria, biblioteca (ejercicios de escritura creativa y lectura) y orientación en el Colegio Jesús de Nazaret de Los Teques no descarta su participación en ellos. Hasta ahora ha logrado dar a conocer sus poemas por medio de estos certámenes: participó en cinco ediciones del Concurso Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas. Las dos primeras veces no logró entrar entre los finalistas.

En una tercera oportunidad, Ezeiza sí estuvo presente en la antología junto a los ganadores gracias a un poema en el que escribió sobre un río desbordado. Luego, en la siguiente edición volvió a quedar entre los finalistas. En esa oportunidad, su poema hablaba de una garza que sobrevivía en ese río contaminado. Finalmente, este año, alcanzó el primer lugar con “Los dominios del alba”, un texto en el explora la inquietud que le genera ese mismo río, ahora completamente seco.

La obra, según el fallo del jurado, mereció el primer lugar por “su adhesión a un lenguaje que sabe conjugar la contención verbal y la metáfora, en un entramado que señala una estrecha relación con el paisaje (en este caso, árido) y la convierte en origen. Al hacerlo, el texto se sitúa en una tradición poética venezolana que incluye, entre otros, a Enriqueta Arvelo Larriva, Luis Alberto Crespo e Igor Barreto, a la vez que interviene oblicuamente en los actuales debates ecológicos”.

Ezeiza asegura que se requiere de una cuota de madurez para entender que en los concursos interfieren diferentes factores. En su caso, intentó y probó suerte en cinco oportunidades, siempre con la certeza de que en algún momento lo lograría. Fue este año.

La vida es un río

En cada una de sus participaciones triunfantes del concurso organizado por la Fundación La Poeteca, Autores Venezolanos, TeamPoetero y Banesco BancoUniversal, Felipe Ezeiza tuvo diferentes aproximaciones a la imagen del río. Desde el inicio de los versos se puede notar una inquietud ecológica con un trasfondo existencialista:

Escucho la respiración de los bueyes

bajo la tierra

el río seco

está moviéndose

a través de mí

y de todo

entre las piedras

el osario tiembla con los ojos abiertos

en su caudal

inusitado

relámpago de garzas calcinadas

menguante

pez rayiforme del estiaje

como un bosque arrancado del hueso

membrana de resplandores marchitos

de incontables bucares desdibujados

sin mirar atrás

un río

reescribe con las uñas el imperio de la mudez

vital

de vorágine solar

bestia de la claridad

a través de la carne

y de todo

me deslumbra

vuelvo en sus imágenes

tenue

animal de llovizna

veta

etérea y desprevenida

soy

apenas

sangre de su sangre.

Hermanado con los otros dos poemas, “En los dominios del alba” no pierde su autonomía. En los versos, el poeta habla de ese río que, aunque está seco, no deja de ser un río porque tiene una energía que lo habita. “Eso tiene que ver en este momento de la humanidad con los grandes debates ecológicos, pero a la par con algo muy íntimo porque la vida es un río. Más allá de imponer como escritor, propongo. Lector te propongo este río, tú verás qué haces con él”, explica el joven.

Felipe Ezeiza

A la inquietud ecológica se suma su interés por las imágenes | Foto Jesús Navas @navas_jesus

Aunque siente una inquietud por la naturaleza, Ezeiza no afirmaría que ese es el único tema que le interesa. Como poeta le gustan las poéticas que detallan la imagen y se preocupan, a la vez, por la brevedad. Dentro de sus principales influencias están escritores como Carlos Drummond de Andrade o Nazım Hikmet que abordan tópicos más existenciales del hombre en su espacio. “Es una poética que busca enlazar lo natural con lo urbano con el hecho de la sobrevivencia, la vida misma, pero priorizando siempre la imagen”.

El país tiene tantos referentes que no puede nombrarlos a todos pero sí menciona poetas como Vicente Gerbasi, José Barroeta, Juan Sánchez Peláez o Emira Rodríguez. También destaca a los poetas de Los Teques que son voces más íntimas con las que ha podido convivir. “Hablaría de Pablo Molina, por ejemplo, un poeta que más allá de aprender de él con la lectura de su trabajo, he aprendido en el compartir y conocer su visión sobre la poesía. Aprendí cómo ve las cosas un poeta, cómo ve alguien que tiene esa disposición”.

Sin embargo, aunque son muchas sus referencias, cada vez que Felipe Ezeiza se siente perdido, vuelve a la obra del poeta brasileño Carlos Drummond de Andrade. ”Su poesía para mí es esa fuente clara a la que siempre regreso. Cada vez que vuelvo a su trabajo digo ‘esto es’”.

Si tuviera que describir la poesía en una sola palabra escogería mirar.

Una casa del té

Para Felipe Ezeiza la poesía es algo muy complejo que se entrena y se cultiva. Afirma que se puede aprender a percibir la idea de lo poético más allá de las estructuras. El entendimiento de la poesía en la palabra, explica, se logra luego de cultivar el oficio. Así como un chef entenderá la poética de la comida distinto a alguien que no tenga un paladar entrenado, el poeta desarrolla “una cualidad de asombro, revelación, un numen, una  primera sustancia que está en todas las cosas y, dependiendo de nuestras disposiciones, podemos encontrar algo en eso. El poeta encuentra eso en las palabras, imágenes, ritmos, sonido y la emotividad que genera el lenguaje”.

Felipe Ezeiza

Ezeiza considera que la poesía es un oficio que se cultiva | Foto Jesús Navas @navas_jesus

En su caso, cultivar el oficio de poeta comenzó desde que era pequeño. Su mamá, Pastora  Briceño, tenía un restaurante llamado La casa del té donde servía comida vegetariana. El local era un espacio alternativo, punto de encuentro para los distintos artistas de Los Teques. Además de tener el local, su mamá también es poeta. “Es una gran escritora y sobre todo una gran lectora. Mi papá Francisco Ezeiza, le dicen Pompeyo, es un artista plástico. Crecí en un hogar que me incentivó”.

Al principio, confiesa, no sentía inquietud por darse a conocer o trabajar por conseguir lectores. Participaba en actividades con otros jóvenes escritores de Los Teques como conversatorios, charlas o recitales, pero no estaba enfocado en publicar. Fue durante la pandemia que se dio cuenta de que era el momento adecuado para dar un giro. “Fue un proceso de buscar publicar y compartir mi trabajo en revistas y probar suerte en los concursos”.

Estos certámenes podían ayudarlos a ganar visibilidad y tener la oportunidad de conseguir lectores que en las actividades presenciales no alcanzaban. “En Los Teques llegamos a hacer muchas actividades con muchas personas, pero es cuesta arriba lograr lectores. Cuando tú te planteas este tipo de espacios como los concursos, sí tienes la gran recompensa de la certeza de que te van a leer”.

Siempre intenta probar en los concursos | Foto Jesús Navas @navas_jesus

Cada vez que Ezeiza participa en algún certamen lo hace con la tranquilidad de saber que si no lo seleccionan, no pasa nada. Perder en los concursos, en su caso, no se convierte en un asunto negativo para sus autovaloraciones como escritor. Ganar, en cambio, le da la tranquilidad y la oportunidad de hacerse notar además de tener una presencia activa en sus redes sociales.

Fue así como logró publicar su primer Plaquette de 10 poemas, Osario, bajo la plataforma de María Gabriela Lovera en ediciones Petalurgia, una poeta venezolana en España con un proyecto editorial independiente. “Vio uno de mis poemas en Facebook y a partir de ahí comenzamos a interactuar, esa fue mi primera oportunidad. La otra publicación es Bestiario del viento que fue la publicación del Concurso de Poesía Joven Descubriendo Poetas, que lo organiza la Asociación Buscadores de Libros”.

Este año, Ezeiza publicará Yagrumo con ediciones Palíndromus, una editorial independiente que lo publicará luego de que ganara el concurso de poesía Bruno Corona Petit. “Quiero ver qué sucede con ese libro. Los concursos dan esas posibilidades que si no fuera así tendría que conseguir por otro tipo de medios los contactos. En este mundo los contactos son importantes y cuando eres de un lugar como Los Teques, a nivel de instituciones culturales no hay iniciativa el tema de hacer contactos es cuesta arriba”.

Necesitar más palabras

Ezeiza participó en el concurso Joven Rafael Cadenas bajo el seudónimo de Lifrés. Un nombre que surgió luego de ponerse a inventar palabras como ejercicio con su novia. “Aunque nuestro idioma es rico y complejo, siempre habrá palabras que necesitemos. En el ejercicio de escribir me pasa que a veces me doy cuenta de que me gustaría tener más palabras y que la palabra suene y se sienta de una manera determinada. En ese ejercicio de inventar palabras quería hablar de la levedad. Empecé a pensar a partir del lirio, a partir de allí llegué a Lifrés”, revela.

Aunque escribió el poema y llegó a sentir que ya estaba completamente logrado, Ezeiza reconoce que eso no necesariamente implica conocer por completo su contenido: hay momentos en los que el poema se revela. “Normalmente ocurre con ciertos versos que son los que contienen más universo que todo el texto”. En este caso su mayor logro fue conseguir que el poema tuviera independencia. “Siento que hasta ahora lo más interesantes fue la primera vez que lo leí y supe que estaba terminado. Espero que en el tiempo pueda volver sobre el texto y se termine de revelar lo que él tiene que decir”.

Felipe Ezeiza

Este año publicará un libro | Foto Jesús Navas @navas_jesus

Como poeta reconoce que tiene una vida muy normal y que es necesario desmitificar la visión del poeta como “alguien que vive en un mundo muy aparte”. Trabaja, estudia, sale con amigos, lee, escribe e incluso le gusta escuchar a Bad Bunny mientras lava los platos. “Leo cuando me provoca, no me siento obligado a hacerlo. Eso lo hacía en la adolescencia, leía con un sentido de compromiso. Me leí El fausto de Goethe con un sentido de compromiso porque amigos que tenía que eran del mundo de la literatura me decían que cualquier persona que escriba debía leerse el libro. Lo leí y me pareció aburridísimo, no haría eso de nuevo”.

La experiencia le sirvió para entender que no tiene nada que probar más allá de lo que hace en su trabajo. Entendió que su trabajo es su búsqueda y su búsqueda debe ir al encuentro con sus obsesiones, en el camino de sus inquietudes. “No tienes que leer por compromiso o escribir por compromiso”.

Una casa de poetas

Considera que la poesía venezolana puede ser más visible ahora. “A partir del Premio Cervantes de Rafael Cadenas supongo que existirá una mirada hacia la poesía venezolana. Ese logro generará una oportunidad para todos los poetas del país porque eso hace que las miradas estén aquí y cuando las personas te están viendo suceden cosas”.

Como país, continúa, Venezuela ha sido la casa de muchos poetas. Constantemente se están formando nuevas generaciones de la que él es parte. “Siempre habrá nuevas generaciones, lo importante es cómo hacen las cosas las nuevas generaciones”. Explica que, tal como señaló Harold Bloom, las nuevas generaciones se enfrentan a la angustia de la tradición o a la angustia de las influencias. En cada generación  hay grandes poetas que son como padres para las siguientes y “tú tienes que ver qué haces con la sombra de ese padre”, explica.

Los grandes poetas son los que logran liberarse de eso, afirma. “En este momento mi generación no está en un conflicto de vanguardia de desechar lo anterior, siento que hay distintas búsquedas que son individuales. No nos vemos como colectivo, nos leemos, compartimos, pero somos muy individuales, las voces también tienen inquietudes muy particulares”.

Como generación, agrega, hay un matiz interesante: muchos escriben a partir del hecho migratorio. “En ese sentido, siento que tenemos muchas posibilidades. Hay muchos jóvenes que se están tomando el oficio en serio. Hemos logrado sobrellevar todas las complejidades para seguir adelante en nuestra búsqueda”.