«Mis padres me llamaron Anna Mae, el único nombre por el que fui conocida hasta la edad adulta». No sabía entonces lo mucho que le costaría sobrevivir. Tampoco que se convertiría en Tina Turner años después -como producto de su primer y turbulento matrimonio con Ike Turner-, una leyenda en la industria musical que ha logrado vender más de 200 millones de discos gracias a éxitos como «The Best», «River Deep», «Mountain High» o «What’s Love Got to Do with It».
La historia de su vida es tan rica en experiencias que lanzar un solo volumen autobiográfico no fue suficiente. Turner publica ahora sus segundas memorias tras el éxito en 2017 de My Love Story (Indicios), que fue un best seller internacional. En La felicidad nace de ti relata el duro trayecto que atravesó hasta convertirse en la mujer que es hoy.
A modo de guía espiritual, la cantante desgrana recuerdos y revela a sus 82 años de edad detalles de una vida llena de grandes obstáculos. «La lista es larga: una infancia infeliz, el abandono, un matrimonio violento, una carrera estancada, la ruina económica, la muerte prematura de miembros de mi familia y múltiples enfermedades», enumera ella misma en la introducción. Para transformar su realidad, la artista tomó todas esas vivencias y las convirtió en algo positivo, con el acento en la espiritualidad: el budismo, según confiesa, hizo de ella una persona reflexiva y positiva, que la ha sacado del pozo en el que estuvo estancada por años. Es precisamente esa idea la que quiere transmitir con este segundo libro que «no es un libro de música o de recuerdos, sino un libro muy personal», como indican desde la propia editorial.
La artista comienza sus memorias agradeciéndole a los lectores. Explica que usa el agradecimiento como arma contra esas situaciones que la llevaron en su momento a la depresión, e incluso a considerar el suicidio. Su historia ha dado varias vueltas de tuerca desde su nacimiento en Tennessee, Estados Unidos. «Me trajeron al mundo en un sótano sin ventanas relegado a la maternidad de mujeres ‘de color’ en el hospital del condado», cuenta. Una etapa en la que conoció el abandono y la tragedia. «Mi madre, Zelma, era cariñosa con mi hermana, pero conmigo era distinta. Yo sabía que nunca me había querido. Esa es una carga pesada para una niña pequeña», confiesa en este segundo volumen y narra cómo su progenitora la abandonó para vivir en la ciudad, por lo que la artista terminó viviendo con su abuela. Ese duro golpe se sumó al sufrimiento de la pérdida, cuando su prima Margaret, su mayor confidente dentro de la familia, falleció en un accidente de auto.
Cuando murió su abuela, la futura cantante empezó «una nueva vida» en Saint Louis. «Cuando tenía 17 años fui al Club Manhattan, un local de música fuerte y lleno de humo, donde conocí a dos hombres que tendrían un papel muy importante en mi vida». Uno de ellos era un saxofonista con quien tuvo un romance fugaz. El otro, Ike Turner, músico y líder de una banda, famoso entonces por su tema «Rocket 88» y futuro marido de Tina. En las páginas cuenta cómo se vio sumergida en esa caótica historia de amor tóxico que terminó en violencia.
Ike y Tina Turner
«Supuso una interminable sucesión de calvarios. Me cambió el nombre de Anna Mae Bullock por el de Tina Turner al principio de nuestra relación, a pesar de mis protestas», confiesa y recuerda que su marido la hacía sufrir tanto física como emocionalmente. «Los labios rotos, los ojos morados, las articulaciones dislocadas y la tortura psicológica se convirtieron en parte de mi día a día», señala. Todo ello sumado a la presión del éxito profesional que estaba comenzando a tener. «Esa presión intensificó las inseguridades de Ike y aumentó su consumo de drogas, con lo cual sus accesos violentos se hicieron más frecuentes».
«En 1968, estaba tan deprimida y abatida que no podía pensar con claridad. Una noche, antes de prepararme para salir al escenario, intenté suicidarme tomando 50 pastillas para dormir, relata la cantante y recuerda que tras ese hecho, al principio sintió «decepción al despertar» y darse cuenta de que no había conseguido acabar con ese sufrimiento que se había convertido en una sofocante rutina.
Fue entonces, en su peor momento, cuando se encontró a sí misma en el budismo y decidió no rendirse. «Si existía justicia en el universo, la positividad largamente anhelada me llegaría algún día», cuenta esperanzada. En gran parte del libro, Turner comparte su aprendizaje con el lector, intercalando numerosas experiencias vitales. Fueron muchos los desafíos, pero asume que los enfrentó con una gran fuerza interior. «Rugí, rugí y continué rugiendo hasta que superé todos los retos», resume en un libro que, además de contar con anécdotas y conceptos espirituales, incluye imágenes y reflexiones que le han ayudado a sobreponerse de las épocas más oscuras de su vida. Hechos que comparte con el fin de que el lector supere también las suyas.
«Sé por experiencia que a veces tienes voces negativas en la cabeza que pueden ser peligrosas. Estas voces podrían decir que eres demasiado mayor, demasiado homosexual, demasiado delgado, demasiado gordo, demasiado esto, demasiado lo otro. Podrían decirte que nadie te querrá jamás. Tal vez has permitido que tus voces negativas debiliten tu autoestima. Si es así, es hora de decirles a esas voces que ya no vas a aceptarlas más», alienta, con la esperanza de que la vida vista desde sus ojos se convierta en un bálsamo para otros.
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