En alemán, wunderkammer se refiere a una casa o cuarto donde se encuentran objetos exóticos, maravillosos y de colección. Y justamente la Fundación Sala Mendoza, que ha recibido en sus espacios a artistas como Alexander Calder, Sophie Caller, Mona Hatoum, Miguel von Dangel, Harry Abend,Gego, Jorge Pizzani, Ana María Mazzei, Victor Hugo Irazábal y tantos más, retoma este concepto de la época del Renacimiento para celebrar sus 65 años. Hasta diciembre, esta institución dedicada mostrar arte contemporáneo se transforma con la exposición Wunderkammer. Sala Mendoza 56/21 en un espacio donde el visitante podrá ver colecciones pasadas y recorrer, por décadas, su trayectoria.
Una alternativa para visitar la Wunderkammer. Sala Mendoza 56/21 es a través de Instagram. Desde la cuenta @sala_mendoza se realizarán encuentros en vivo para recorrer, conversar y describir las piezas que componen la exposición. Se podrán escuchar relatos y explicaciones interesantes sobre este devenir histórico.
Revisar y seleccionar elementos que den cuenta de la historia de la institución, que desde hace seis décadas se ocupa de mostrar el arte de su tiempo, no es tarea fácil. Para Patricia Velasco, directora de la Fundación Sala Mendoza, existe una gran cantidad de material: obras de arte, afiches, catálogos, invitaciones, fotografías, correspondencias y demás elementos, pero poco espacio para exhibirlo todo. Así, con la curaduría de Velasco (quien trabaja desde España) y Cecilia Pérez-Muskus, acompañadas por Pamela Rodríguez y María Rengifo, seleccionaron piezas que destacan la trayectoria ininterrumpida de la institución ubicada en la Universidad Metropolitana.
Además de Wunderkammer. Sala Mendoza 56/21, los artistas margariteños Valentina Rodríguez y Carlos Susana presentan en la Librería Ultra Mare Estrura (más allá del mar está el campo). Allí revisan y reinterpretan su otrora conexión con el Caribe y su presente en el campo español. Y en el Centro Documental continúa el visionado de fotografía (que comenzó en 2019) con la muestra Amarilla de Ezequiel Carías. Bajo curaduría del fotógrafo Ricardo Gómez-Pérez, el artista propone una serie de imágenes que indagan sobre la luz y oscuridad en ambientes cotidianos.
«Rescatamos algunas obras del historial de exposiciones de la Sala Mendoza para ponerlas en diálogo con los fondos documentales y visuales del Centro Documental. Perseguimos documentos, imágenes que desnuden esas estrategias, esa forma de proceder y de trabajar que ha caracterizado a esta institución. Creo que la Sala Mendoza se ha mantenido y se seguirá manteniendo porque es una familia. En estos momentos su presidenta, Luisa Mariana Pulido, tiene la misma convicción de su abuela: legarle al país y a los venezolanos una institución fuerte, cuya línea temporal siga manteniendo los principios de ofrecerle al país un espacio para pensar, educar y difundir el arte», destaca Velasco.
Además de las exposiciones, este año se sumó a la oferta educativa de la Sala Mendoza el diplomado en Estética y Teorías del Arte. Esta institución es la única en Venezuela que ofrece un programa de tercer nivel, con acreditación académica, de reconocimiento internacional. Junto con los diplomados en Arte Contemporáneo y Arte Contemporáneo Latinoamericano, realizan cursos, talleres y clínicas como parte de su oferta formativa y de intercambio académico. Esta es la respuesta a una inquietud de la presidenta de la Sala Mendoza, quien, en 2014, y continuando con la visión de Luisa Rodríguez de Mendoza, perfiló que la institución no podía ser solo un espacio expositivo.
Por las aulas de la Sala Mendoza ha transitado un público que no se limita a artistas. Y aunque no necesariamente se trata de entender el arte contemporáneo, los participantes obtienen valioso conocimiento. «Pueden aproximándose a pensar algo tan difícil como un cambur pegado en la pared. Te da insumos para entender que esto no se trata de un problema de gusto, sino que va más allá. Los artistas obtienen marcos de referencia, insumos para reflexionar, pensar, discutir, incluso alimentar sus propuestas. Yo creo que los programas ha sido muy bien valorados, tenemos buenos docentes y la gente sale contenta», destaca la directora.
Desde 2020 la Sala Mendoza ha trasladado su programación académica presencial al mundo virtual. Pero la pandemia no detuvo la puesta en escena del Premio Eugenio Mendoza en su decimosexta edición a inicios de 2021. Allí, entre más de 152 postulados y 12 seleccionados, la obra Histeria de la historia del artista marabino Ángel Leiva se llevó el primer lugar. Analy Trejo recibió la mención Artista Emergente (otorgado por la Embajada de España en Venezuela) por su obra Refugios; y la mención Carmen Cordovez Crespo fue otorgada por la galería Henrique Faría Fine Art para Ana Mosquera con su obra Isla decepción.
Si bien el Premio Eugenio Mendoza tuvo lugar de manera presencial, Velasco sostiene que la concurrencia no fue la misma que en otras ediciones. En parte, porque la fundación está dentro de la Universidad Metropolitana. Sobre esto, la directora destaca que la institución le inyecta vida a la galería sexagenaria gracias al tránsito de estudiantes, profesores, visitantes y de todas las personas que hacen vida allí. Sin embargo, la Sala Mendoza tiene un público que los acompaña desde su fundación en 1956 hasta hoy, incluso cuando se trata de visitarla solo en semanas flexibles debido a la pandemia.
«Hay que seguir trabajando. Hemos buscado, frente a esta complicación, algunas alternativas que tienen que ver con lo digital, que es como están trabajando la mayoría de los espacios educativos», explica Velasco, y agrega que este proceso lo veía venir desde antes, aunque esperaba que ocurriera de manera paralela. Como algo positivo, empero, rescata que la virtualidad permite que cualquier persona, en cualquier parte del mundo, se una a las conversaciones y programas que ofrecen.
Por otra parte, celebra la labor de los artistas venezolanos dentro y fuera del país. A su juicio, son imparables y la fuerza con que siguen apostando por la creación artística la conmueve. «Más fácil sería rendirse y no hacer nada. El arte contemporáneo es reflejo de lo que somos, del tiempo y las búsquedas. Los discursos y las narrativas están asociadas a lo que está padeciendo la mayoría. Me parece que responde a una posición real de comunicación creativa. Allí hay una pulsión real que quiere hablar y habla como sea», afirma la directora.
Décadas de diálogo
El 17 de agosto de 1956, específicamente en el edificio Las Fundaciones en la avenida Andrés Bello, la Fundación Sala Mendoza abrió sus puertas por primera vez. Impulsado por Luisa Rodríguez de Mendoza y Eugenio Mendoza, la institución es, de acuerdo con su página web, «un espacio expositivo alternativo, independiente y sin fines de lucro, dedicado a promover las prácticas artísticas contemporáneas».
«Eugenio Mendoza fue una figura precursora del emprendimiento en Venezuela, un hombre con una verdadera sensibilidad a los problemas del país, y su esposa, Luisa Rodríguez de Mendoza, una persona sensible al arte. Es ella quien impulsa la creación de la Fundación Sala Mendoza. Desde entonces, es un espacio para difundir la cultura y, en términos generales, el arte de su tiempo. Ellos siempre pensaron en el arte de su tiempo: ella era una mujer con una cultura infinita, una mujer que conocía, que había estado en contacto con los grandes movimientos artísticos internacionales y que quería legarle eso al país», relata Velasco.
Durante sus primeros años, la Sala Mendoza estuvo presidida por una junta de importantes figuras de la cultura del país. Luego, en 1969 Lourdes Blanco es nombrada directora y en 1973 lleva la icónica exposición Once tipos. En aquel año, Caracas fue sede de la reunión anual del Consejo Internacional del Museumof Modern Art de Nueva York, y Blanco, a diferencia de las demás instituciones caraqueñas, buscó a 11 artistas emergentes del país para exhibir sus obras en la Sala Mendoza. El éxito fue total. Y hasta 1981 se realizaron las Once tipos, que luego, bajo la dirección de Margot Römer, pasaría a llamarse Premio Eugenio Mendoza en honor al fundador de la institución.
El premio continuó bajo las direcciones de Axel Stein, Ariel Jiménez, Cecilia Fajardo-Hill, Ruth Auerbach y, tras una pausa entre 2003 y 2013, con Patricia Velasco. En las XVI ediciones han participado importantes artistas contemporáneos y resultado ganadores: William Stone (1981), Ernesto León y Glenn Sujo (1984); Carlos Mendoza (1986), Carlos Zerpa (1988), José Gabriel Fernández (1990), Sammy Cucher (1992), Diana López (1994), Magdalena Fernández (1996), Javier Téllez (1998), Juan Nacimiento y Daniela Lovera (2000), Deborah Castillo (2003), Lucía Pizzani (2013), Yance y Bonfanti (2015); Esmelyn Miranda (2017), Malu Valerio (2019) y Juan Leiva en 2021.
En un país donde son pocos los salones o espacios de confrontación, el Premio Eugenio Mendoza se mantiene firme en su propósito. «Es uno de los programas más importantes para nosotros. Es un salón de tradición, un premio que se ha ido adaptando a sus tiempos y que ha ido variando las bases según los contextos y las necesidades de sus momentos. Actualmente está muy bien concebido. El premio Eugenio Mendoza goza de buena salud y esperamos que siga tan fuerte como ha sido hasta ahora, pues supone para los artistas un impulso enorme y una posibilidad de confrontar y mostrar sus proyectos», dice Velasco.
Por otra parte, el Premio Eugenio Mendoza, explica la directora, no solo beneficia a los ganadores, sino a los participantes también: «Creo que los artistas venezolanos que tienen hoy día nombre han pasado por la Sala Mendoza; y los que se están construyendo un nombre están pasando y pasarán. Yo creo que hay gente haciendo cosas interesantes», sugiere Velasco, quien además celebra el tino que su equipo posee a la hora de seleccionar a los artistas que expondrán en la institución.
Las líneas estratégicas de la Sala Mendoza son el archivo y memoria; curaduría, educación y coleccionismo. Así, en 1957 llevan a cabo la primera subasta de arte en Venezuela (evento que espera retomar); y en 1994, bajo la dirección de Axel Stein, se crea el Centro Documental. De acuerdo con su sitio web «es el centro neurálgico del funcionamiento de la institución», y desde allí investigan, catalogan y conservan sus registros más importantes. De estos procesos conciben los Cuadernos de Sala, publicaciones que contienen información pertinente sobre el arte en entrevistas, correspondencias, conferencias y demás textos.
También, en el Centro Documental se encuentra el archivo histórico de la Sala Mendoza, compuesto por una nutrida colección bibliográfica, colección de videoarte y el archivo de la palabra. Estos son testimonio de un hacer cultural que se entiende desde Venezuela, pero que cuenta con una mirada hacia diferentes áreas del saber y cultura internacional.
Patricia Velasco inició sus labores como directora de la Sala Mendoza en 2011, cuando ya habían inaugurado la nueva sede en la Universidad Metropolitana en 2007. Para la psicólogo social, investigadora, profesora y autora este rol fue asumido como una gran responsabilidad. Ella, junto con la presidenta, con quien asegura tener una excelente comunicación, revisa las propuestas expositivas de la Sala y todos los ámbitos estratégicos con los que trabaja la fundación. Incluso en un país que dificulta la realización de los proyectos planteados, la Sala Mendoza se sobrepone a los obstáculos y continúa con su agenda.
De su década como directora, Velasco recuerda dos momentos: en 2011 cuando retomaron el concepto de Once tipos y una de las obras, del artista Elías Crespin, no operaba correctamente. «Amanecimos en la sala. Elías llevó una obra monumental que tenía no sé cuántos motores y estos empezaron a volverse locos. Una vez que los pusimos a funcionar, abrimos una botella de champaña que él trajo de París. Después, cada quien se fue a su casa, se arregló y volvimos para la inauguración», dice. Luego, la exposición retrospectiva de Santiago Pol en 2016, POLifonía gráfica, medio siglo de carteles con una memorable museografía de Gaëlle Smits de más de 500 obras del diseñador gráfico venezolano.
Hoy día, explica la directora, la Sala Mendoza atraviesa uno de los momentos más complejos de su historia. No se trata únicamente de los problemas locales como la escasez y dificultades prácticas a la hora de conseguir materiales para los montajes, sino también la incertidumbre a la hora de programar, pues la migración acecha. Y sumado a todo esto, está el tema de la pandemia que ha detenido las actividades presenciales en todo el mundo desde 2020.
«Es muy difícil, muy duro y muy triste. Pero nosotros no nos detenemos. Y esto no es un lamento, sino un reto más para superar y yo creo que la responsabilidad mía como directora y la de Luisa como presidenta es, justamente, permitir esto. La Sala Mendoza ha pasado por muchas modificaciones y esta la atravesará también. Seguimos trabajando con el mismo ímpetu y las mismas ganas», expresa Velasco.
65 años ininterrumpidos de trabajo de la Fundación Sala Mendoza no se pueden resumir fácilmente, sin embargo, prueba de su labor institucional vive en cada cohorte de los diplomados, en los Premios Eugenio Mendoza, sus constantes exhibiciones, las publicaciones, investigaciones y demás encuentros que giran en torno al arte contemporáneo nacional e internacional.
«La importancia de mantenerse 65 años es simbólico. La Sala Mendoza son palabras mayores, todo el mundo dice así. Es que mantenerse por 65 años da como respeto. Es tener la garantía de que esto va a seguir existiendo y que va a seguir desde un sitio de construcción. Aquí estamos para seguir trabajando por el arte. Llevamos 65 años y vienen más. Que la gente tenga la garantía de que va a seguir existiendo. Le espera el acompañamiento de una familia que sabe que tiene en su haber la inmensa responsabilidad de seguir manteniendo ese espacio para los venezolanos», finaliza Velasco.