La quema de casi 5.000 libros en escuelas de Canadá, entre ellos cómics de Tintín, Astérix y Lucky Luke, por considerar que propagan estereotipos sobre los indígenas, reabrió el debate sobre si estas historietas antiguas caían en el racismo y deberían ser ahora prohibidas o modificadas.
Radio Canadá reveló esta acción de «purificación por las llamas», que ocurrió en 2019 y que fue adoptada por el Consejo Escolar de una treintena de escuelas católicas francófonas de Ontario, como un «gesto de reconciliación con las Primeras Naciones».
Canadá está inmersa en un proceso de enfrentamiento con su pasado racista y con el genocidio cultural que practicó con sus habitantes originarios, y que incluye el reciente descubrimiento de los restos de centenares de niños indígenas canadienses en una antigua residencia escolar en el que los aborígenes fueron internados a la fuerza durante casi 80 años.
No es la primera vez que estos relatos se enfrentan a acusaciones de racismo. Los cómics de Astérix, por ejemplo, experimentaron modificaciones en la representación de personajes negros (rebajando el color y el tamaño de sus enormes labios rojos) al ser reeditados en Estados Unidos en 2020, según afirmó la editorial Papercutz.
Por su parte, Tintín en el Congo fue llevado a los tribunales en Bélgica por un ciudadano congoleño que reclamó, sin éxito, restricciones a la distribución de la obra.
La demanda fue desestimada por una sentencia que descartaba que el contenido de la obra pudiera ser considerado «racista» en el contexto de su época. «El cómic no era racista en 1931 (cuando fue publicado por primera vez), aunque sí pueda serlo a la luz de la mentalidad actual», explicó el abogado defensor de la editorial.
Tampoco aceptó el tribunal incluir, como reclamaba el demandante, un texto de advertencia sobre el contenido, algo que sí ocurre con este cómic concreto en Reino Unido por decisión judicial.
Añadir un mensaje explicativo sobre el contexto histórico es una de las soluciones que se encontraron a la lectura o visionado de obras que suponen un choque para la mentalidad actual al reflejar los estereotipos de la época en que fueron concebidas.
Es el caso de la plataforma HBO, que añadió como introducción de Lo que el viento se llevó (1939) la explicación de la doctora universitaria y especialista en cine Jacqueline Stewart (Universidad de Chicago). A su juicio, «este drama épico de 1939 debe verse en su forma original, contextualizarse y debatirse».
«El tratamiento del mundo a través del lente de la nostalgia niega los horrores de la esclavitud y su legado de desigualdad racial», admite esta experta. Pero cree no obstante «importante que las películas clásicas de Hollywood estén disponibles en su forma original».
Del mismo modo, otras compañías como Disney incluyen la etiqueta «este programa se presenta como se creó originalmente, puede contener representaciones culturales obsoletas» en clásicos antiguos que contienen guiños y detalles que bajo la mirada del siglo XXI pasarían por racistas y desfasados.
Es paradigmático el caso de El nacimiento de una nación (1915), de D.W. Griffith, una obra maestra por sus logros cinematográficos cuya proyección ha llegado a ser cancelada en varias ocasiones en EE UU por glorificar a la organización xenófoba blanca Ku Klux Klan y mostrar a los negros como los malos o los tontos de la película.
Pero no es necesario remontarse a décadas atrás para encontrar ejemplos de racismo en piezas culturales y en los últimos tiempos ha generado controversia, por ejemplo, el uso de términos como «nigger» (negro) por parte de raperos estadounidenses, ajenos a que esta palabra, por su pasado racista, aún hiere a muchos afroamericanos.
Otro ejemplo polémico puede encontrarse en el grupo de rock Guns N’Roses, que omitió de la reedición de 2018 de Appetite for Destruction (1987) la canción «One in a Million», en la que el cantante Axl Rose arremetía tanto contra «policías y negros», como contra «inmigrantes y maricones» que iban a su país a «expandir alguna puta enfermedad».
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