Con más de 50 funciones de ópera y ballet de repertorio internacional y siete estrenos, entre ellos una ópera infantil, la Ópera de Viena abre nueva temporada con un reencuentro muy especial, el de la soprano Cecilia Bartoli.
Las óperas Il trittico, Turandot (ambas de Giacomo Puccini), Le Grand Macabre (de György Ligeti), Rebelión en la granja (Alexander Mikhailovich Raskatov) junto con la ópera infantil El barco fantasma maldito«, con música de Richard Wagner, serán algunas de las novedades de este año.
El Ballet Estatal de Viena presenta también dos estrenos, Simetrías cambiantes y La dama de las camelias, así como la tradicional Gala Nureyev complementada con un variado repertorio de danza.
Uno de los platos fuertes de la temporada 2023-2024 será el reencuentro con la célebre soprano Cecilia Bartoli, en julio de 2024, y la velada conjunta prevista con la estrella de Hollywood John Malkovich.
«Actuamos siete días a la semana, tenemos alrededor de 300 actuaciones en la temporada y sólo hay dos días de descanso; el viernes de Pascua y el 24 de diciembre», asegura a Efe el director técnico de la ópera, Peter Kozak, en la jornada de puertas abiertas.
La Ópera de Viena hace posible representar esta cantidad de funciones en tan poco tiempo gracias a las 996 personas que trabajan en ella, incluidos el coro, la orquesta, el equipo técnico y el de atención al público.
De hecho, la gran diferencia de la Ópera de Viena respecto a otros teatros europeos es la variedad de funciones que ofrece en un mismo día y, por lo tanto, la cantidad de cambios de decorados y escenario que se tienen que realizar.
«Esa es la gran diferencia con los festivales o con los musicales, pues ellos están seis meses en el escenario y nunca cambian. En cambio, aquí, en la Ópera, construimos un decorado diferente para cada función», subraya Kozak.
No es algo fácil: el director cuenta que su «gran problema es decirle al diseñador del decorado qué tiene que tener en cuenta para que el escenario se pueda cambiar en tres o cuatro horas», con el añadido, desde hace pocos años, de la proyección de vídeos en el escenario.
Sin embargo, a pesar de ser probablemente la más prestigiosa a nivel global, la Ópera de Viena hoy en día sigue sin llegar tanto al público joven que, según Kozak, prefiere otro tipo de entretenimiento más relacionado con el cine o la televisión.
«Creo que el gran problema es la televisión, el cine y las plataformas de «streaming». Y es peligroso culturalmente. La ópera es algo que se puede ver como la vida cotidiana: todo puede pasar, todo puede cambiar. Una película la puedes proyectar 100.000 veces y siempre es lo mismo, pero la ópera nunca es la misma», dice.
Quizá sea ese margen de error, de lo humano, lo que hace a la ópera algo único. «Tal vez el director de la orquesta un día es un poco más rápido y al día siguiente es muy lento. Los cantantes tienen días buenos y días malos, y hasta nuestros técnicos se olvidan a veces de que tenían que hacer algo», desvela el director.
«Si hay algún error en una ópera, el 90% del público no lo reconocerá. Pero las personas que conocen muy bien el programa me pueden llamar, y esa es la gran diferencia con el «streaming», bromea Kozak.
La recomendación personal del director para esta temporada es la ópera Madame Butterfly, de Puccini, aunque recuerda que la ópera es algo muy personal y que «es cuestión del estado de ánimo y de qué tipo de música se prefiera escuchar».
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