En 2021, Miguel Braceli -artista plástico venezolano dedicado a las instalaciones, el espacio, la interacción, lo efímero y la participación colectiva- recibió un correo que le proponía un interesante proyecto en Nueva York, Estados Unidos. Allí, el Departamento de Asuntos Culturales de la ciudad-bajo el Percent for Art Program- lo invitó a él y a otros cuatro artistas estadounidenses e internacionales a competir entre sí.
La propuesta de Braceli resultó seleccionada. «La emoción fue abrumadora y asumí esto como si fuese ir a las olimpiadas. Ganar se sintió así», expresó el artista de 40 años de edad nacido en Valencia, estado Carabobo. Y, además, resaltó que compartirá el espacio público neoyorquino con la artista venezolana Marisol.
«Es un gran honor. Especialmente porque ahora compartiré espacio con Marisol, otra artista venezolana con una obra de arte público en Nueva York. Estoy seguro de que nos acompañarán más. Los venezolanos tenemos un gran legado de arte público que nos definirá siempre», comentó el arquitecto egresado de la Universidad Central de Venezuela (UCV) y magíster en Bellas Artes (por el Maryland Institute College of Art) y Diseño Arquitectónico (UCV).
Acerca del proyecto, que estará listo para 2025, Braceli comentó que -por motivos legales- no puede adelantar demasiado. Sin embargo, sí se refirió a su investigación. «Ha sido un proceso que empecé una vez que llegué a Estados Unidos. Poco a poco me fui convirtiendo y entendiendo como inmigrante; trabajando tanto desde mi propia experiencia como al aproximarme a la experiencia de tantas otras comunidades de inmigrantes aquí y en Latinoamérica», añadió.
Sobre la ubicación de la obra, dijo que Staten Island es literal y metafóricamente una isla en la ciudad de Nueva York. Es, en primer lugar, el borough (barrio) más alejado, pero es también -explicó- un espacio social y políticamente distinto. «Esta pieza espera generar un diálogo con la ciudad de Manhattan a la vez que constituir un símbolo propio en este lugar, en ambas direcciones apunta a crear vínculos».
Braceli, Nueva York y la migración
Las bases de la «Gran Manzana», o de la otrora Nueva Ámsterdam, se construyeron de la mano de inmigrantes. Y es que Nueva York pareciera reunir tantas nacionalidades hoy día que simula un micro planeta en sí mismo. Inclusive, es maravilloso ver la interculturalidad de sus habitantes y cómo la diversidad de culturas favorece en gran medida a la ciudad. Pero hay otra realidad que, de acuerdo con Braceli, es más impactante cuando se la ve desde fuera.
«Llevo meses colaborando con un colegio en Manhattan. Allí, el grupo de niños latinoamericanos buscando asilo es enorme. Mayoritariamente son de Venezuela; no hablan inglés, y se autoexcluyen. Hay muchos problemas. Duele ver que pasan por situaciones que entiendes muy bien. Sus maestros dan lo mejor de sí aun sin hablar español. Nueva York no es Estados Unidos y por eso a mí me gusta Nueva York. La ciudad es un ecosistema propio que te protege y apoya. Pero aún así nadie está exento a la violencia. Y siempre algo te recuerda que eres un extranjero, pero aquí que eres uno entre millones como tú», subrayó.
Sobre su propia realidad, que es motivo de su arte, explica que él es inmigrante hijo de inmigrantes (ambos padres son españoles). Y es justo por esa condición que entiende a esos otros millones a los cuales se refirió anteriormente. «A la vez soy amigo, vecino, o conocido de personas que pasan por realidades aún más complejas vinculadas con la migración. Son cosas que puedes ver y a las cuales quieres reaccionar».
Luego, se refirió a su experiencia en Estados Unidos, país donde perdió -dijo- muchos de sus privilegios, aunque ganó otros. «Eso ha sido un gran aprendizaje y me ha hecho redirigir mi investigación hacia estos temas. En los proyectos artísticos he querido trabajar en la creación de experiencias colectivas para repensar o redibujar identidades geopolíticas partiendo de gestos poéticos y formas sociales de auto-organización».
Arte en espacios públicos
Braceli define al arte público como un bien común. Y con respecto a Nueva York, para él es una ciudad cinematográfica. Esto tiene que ver no solo con un hecho visual, sino con algo que atraviesa la ciudad donde vive. Braceli comentó que termina en situaciones que rozan la ficción: «Como si la ciudad estuviese diseñada para eso».
La lista de obras (temporales y fijas) es larga: más de 800 piezas de artistas nacionales e internacionales. Recorrer Nueva York permite que el visitante se sienta en una galería al aire libre. No solo por la expresión plástica, sino por la arquitectura de la ciudad que la transforma en un laberinto con un sinfín de expresiones estéticas que dan testimonio de su época, de la historia estadounidense y de la historia del arte.
«Tanto la arquitectura como el arte tienen un rol principal en la creación de atmósferas. Dan espacio a una dimensión cultural que trasciende los museos y se integra a la vida cotidiana. De allí la relevancia del arte público en todos sus formatos. Aun cuando no podemos negar que es una ciudad cuyo ícono más representativo es una escultura, la realidad es que Nueva York se vive intensamente y disfrutas milimétricamente la cultura en cada uno de sus metros cuadrados. Sorpresivamente es también una ciudad muy comunitaria, y quizás ahí hay otro vínculo con el arte público; porque al final las obras en el espacio público son formas mancomunadas. El arte público es un bien común».
Luego señaló que una de las virtudes del arte público es que se pueden tocar, incluso trepar o jugar sobre ellas. Pero también dan pie a la contemplación sin prisa. Situación que define como una distinta a la de un museo. «Son distintas a la mayoría de las obras en galerías y museos. Es como si ellas fuesen obras desconsagradas. Además, suelen no tener guardias, y parecen no tener dueños. Digo ‘parece’ porque esto último no es técnicamente así, sabemos que siempre pertenecen a alguna entidad o institución, pero al estar en la ciudad las sentimos y hacemos nuestras, son públicas», puntualizó.
El artista
Miguel Braceli egresó de la UCV como arquitecto, una carrera absolutamente ligada al mundo del arte y la estética. Sin embargo, confiesa que no le gusta referirse a sí mismo como arquitecto. Su paso hacia las artes plásticas fue natural. Estaba ejerciendo la docencia en su alma mater cuando trabajó en proyectos como Biblioteca Abierta (en la Plaza Cubierta de la UCV), Área (Plaza Caracas) y Casa cuerpo (Taller X).
«Estos proyectos me llevaron a desarrollar trabajos que despertaron el interés del mundo del arte en Caracas. Y yo, poco a poco, aprendí a entenderme como artista. Al principio como arquitecto recién egresado no sabía lo que era un curador; ni entendía los protocolos de la galerías. No me gusta llamarme a mí mismo arquitecto, porque tengo la formación pero no el oficio. De cualquier manera hago lo que hago gracias a mi educación en arquitectura, y si pudiera, tampoco cambiaría el camino recorrido. De hecho, agradezco no haber estudiado Arte», aseguró.
Entre sus referentes están Gego por el tratamiento del espacio, Eugenio Espinoza por la forma, Diego Barboza por el aspecto lúdico y Claudio Perna por la parte formativa. Pero la UCV guarda un espacio especial para él.
«La Ciudad Universitaria de Caracas fue mi escuela. Y de allí mi interés en las relaciones arte, arquitectura, espacio público, y ahora que lo pienso, hasta la educación como parte de la obra. A mí siempre me ha interesado la síntesis», puntualizó el artista que ha intervenido espacios en Europa, América del Norte y Suramérica.
Durante su carrera, Braceli ha recibido diferentes galardones. Entre ellos: el Premio de Arte Joven del Principado de Asturias, España; el Premio Leslie King Hammond MICA, Maryland Institute College of Arts, Estados Unidos. El Premio AICA, Asociación Internacional de Críticos de Arte, como Artista con Mayor Proyección Internacional, Venezuela; Premio de Arte Público de Extremadura, Supertrama, España, y la Beca Fulbright de Estados Unidos. Con esta última migró de Venezuela en 2018: primero a Baltimore (Maryland) y luego a Nueva York.
Con respecto a la inspiración y el error dijo Braceli: «Es un suspiro. El error es la constancia del hacer. La inspiración solo necesita un segundo para dotar de sentido a la obra. Y lo segundo, el error es el largo proceso que le da forma».
A Venezuela Braceli no ha regresado desde 2018. Sin embargo, confiesa que siente no haberse ido, pues su equipo de trabajo está en el país. Se trata de LA ESCUELA___[1] [2]. «Un proyecto realizado en colaboración con la fundación Siemens Stiftung desde donde desarrollamos proyectos educativos y culturales tanto en Caracas, como en muchos otros lugares de Latinoamérica», aclaró el artista, quien además señaló que le gustaría volver, pero por temas migratorios le resulta complejo: «Contribuyo más con Venezuela viviendo afuera».
Finalmente, con respecto a sus otros proyectos, Miguel Braceli cerrará 2023 con una intervención de participación colectiva en Time Square con The Children’s Museum of Arts de Nueva York. Y 2024 abre con una exposición en la Sala Mendoza en Caracas. «Este último es un proyecto que también involucra participación, pero desde distintas partes del mundo. Busca aproximarse a un país desterritorializado, partiendo de nuestro legado artístico como espacio de reflexión y acción. Será un gran homenaje a Gego en el marco de los 30 años de la Fundación Gego. Lo estamos organizando desde la Escuela, y en colaboración con el Goethe Institute, junto a niños y colegios en Latinoamérica», concluyó.