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La Misa de Bernstein, dirigida por Diego Matheuz, abre la ópera en Caracalla con un mensaje de diversidad

Por EFE
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Las milenarias Termas de Caracalla vuelven a llenarse de música, tras dos años de pandemia, con la singular Misa (Mass) de Leonard Bernstein, una ópera en la que la música clásica, el rock y el jazz se mezclan para transmitir un mensaje actual y necesario: «reconocer la diversidad y aceptarla».

Esta diversidad se plasma ya en el mismo elenco de la obra, con más de cien cantantes, músicos y artistas, como el director de orquesta venezolano Diego Matheuz y el barítono chileno Arturo Espinosa, que debutan este viernes en el bellísimo escenario de Caracalla.

El público italiano descubrirá de su mano esta obra tan peculiar, que se mueve entre la obra lírica, el musical y la oratoria, y que llega 50 años después de su creación con un lenguaje y una estética recreada a los tiempos actuales para lograr un mensaje con «más fuerza y sentido», explicó a Efe el director de escena, Damiano Michieletto.

La Misa de Bernstein

La pieza teatral sigue la historia de una comunidad que busca la hermandad y el amor en una misa que no se puede culminar porque resulta destruida por un muro, «símbolo de todos los muros construidos recientemente, pero también de los muros mentales de cada uno, de sus miedos y de la imposibilidad de ver quién hay detrás», describió el italiano.

El celebrante de la misa intentará transmitir una enseñanza de paz y armonía mientras los «street singers» (cantantes callejeros), un gran coro de bailarines y cantantes, cuestionan su dogma sobre el minimalista escenario al aire libre, que tendrá como fondo el imponente yacimiento arqueológico de las termas que el emperador Caracalla construyó en el siglo III d.C.

El barítono chileno Arturo Espinosa dará voz a un miembro de esta comunidad en la que no se diferencian los roles, sino que actúan como una sola voz, una enorme diferencia respecto a la ópera tradicional donde «cada uno tiene su personaje y va por su cuenta».

Espinosa ha tenido que adaptarse junto con todos los cantantes y los músicos a las peculiaridades de Bernstein y a su «lenguaje lejano» en el que los ritmos se mezclan constantemente y solo cobran sentido bajo la batuta de su director de orquesta, el venezolano Diego Matheuz.

A pesar de la gran complejidad de la partitura, dado el amplio abanico de géneros musicales que el compositor estadounidense intentó aunar en su partitura, Matheuz aplaudió en entrevista con Efe «la facilidad con la que se pasa del clásico al rock», así como el mensaje inmortal que el autor quería transmitir con ello.

«El mensaje que él quería mandar es que existe música buena y mala, pero no existe la diferencia entre rock, música clásica, salsa y jazz», explicó el director venezolano, quien comparte su idea.

Asimismo, la unión de personajes, géneros y estilo permite dar más fuerza al mensaje de la obra: «La conciencia de que el hombre necesita de una dimensión espiritual y de unión porque al final todos tenemos las mismas necesidades y necesitamos los mismos derechos», resaltó Michieletto.

Para el director de escena, la idea que quería transmitir Bernstein en 1971 cuando la primera dama de Estados Unidos, Jacqueline Kennedy, le encargó escribir esta obra para inaugurar el J.F.K. Center for the Performing Arts en Washington, tendrá un mayor impacto pues «la necesidad del hombre de sentirse respetado en la diversidad, de reconocerla y aceptarla» es más necesaria que nunca.

«Eso es lo más bonito que representa la Misa: estar en paz y sentirse hermanos», afirmó.

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