La serie musical Glee está maldita: casos de suicidio, drogas, abuso, racismo, posesión de pornografía infantil y hasta violación, truncaron la vida de algunos de sus protagonistas. El último de los sucesos, la desaparición de la actriz Naya Rivera el miércoles.
La intérprete estadounidense de origen puertorriqueño que interpretó a Santana López en la serie musical, lleva desaparecida desde la tarde del miércoles tras caer al agua en un lago cercano a Los Ángeles, según anunciaron las autoridades estadounidenses.
La policía de Ventura, un condado al norte de California, busca a la actriz después de recibir una llamada de emergencia horas después de que alquilara una embarcación junto a su hijo en el Lago Piru. Su desaparición es sólo la última de la concatenación de desdichas de Glee.
Para saber por qué esta ficción que Ryan Murphy creó con el objetivo de mandar mensajes positivos sobre apoyarse y crear comunidad ante cualquier adversidad condenó a muchos de sus actores hay que remontarse a su inicio.
Glee nació en 2009 y lo que en principio parecía ser una serie normal sobre preocupaciones de los jóvenes en el instituto, pronto se convertiría en un fenómeno mundial. Los jóvenes actores, desconocidos inicialmente, tuvieron que acostumbrarse rápido a la fama, a ser una cara visible, a que les pararan por la calle, a diferentes giras y conciertos, en muy poco tiempo.
Estas premisas, mezcladas con algunos problemas personales, hicieron que algunos de sus protagonistas no soportaran el éxito y terminaran sus vidas con un final trágico.
El primero de ellos fue el protagonista de la serie, Cory Monteith (Finn Hudson), cuyo cuerpo se encontró en 2013 en un hotel de Vancouver. El fallecimiento del actor, de tan solo 31 años de edad, se debió al abuso de sustancias, entre las que destacan el alcohol y la heroína.
Poco tiempo antes de su muerte, Monteith estuvo internado en un centro de rehabilitación para recuperarse de una adicción que tenía desde los 19 años.
Cinco años después llegaría otra tragedia. Mark Salling, quien daba vida al personaje de Noah «Puck», más conocido por Puckerman, se quitó la vida tras ser el centro de un escabroso asunto en el que lo declaraban culpable de pornografía infantil y de violación a su expareja.
El actor fue detenido en diciembre de 2015 cuando los investigadores encontraron en su domicilio más de 50.000 imágenes pornográficas y eróticas de niños, y 600 videos con la misma temática, delito por el que se enfrentaba a una pena de cárcel de entre cuatro y siete años, además de tener que pagar a sus víctimas y ser incluido en el registro de acosadores sexuales.
El año pasado se destapó el caso de maltrato de pareja por parte de Blake Jenner (Ryder Lynn en Glee) a su expareja, también del reparto de la serie, Melissa Benoist (Marley Rose).
«Aprendí lo que se siente al ser inmovilizada y abofeteada repetidamente, golpeada con tanta fuerza que sentí que me quedaba sin aire, arrastrada por el pelo por el suelo, golpeada en la cabeza, pellizcada hasta que se me rompía la piel, estrellada contra la pared, ahogada», explicó la actriz en un duro video en su cuenta de Instagram.
La intérprete nunca dio el nombre de Jenner, pero sí los datos suficientes como para identificar al actor, que fue su esposo entre 2015 y 2017, como quien la maltrataba y abusaba de ella.
Tras el asesinato de George Floyd, llegó la penúltima de las maldiciones al reparto de Glee. A la actriz Lea Michele (Rachel Berry) la acusaron de racismo y microagresiones durante el rodaje por su compañera de reparto Samantha Ware (Jane Hayward).
Quejas a las que se unieron otras actrices provocando que Michele tuviera que pedir disculpas públicamente por su comportamiento en el pasado. Además, a la actriz también la acusaron años atrás de acoso al no querer compartir el protagonismo. «Era un infierno trabajar con ella», citó en sus memorias la actriz Naya Rivera.
Casos trágicos que van sucediendo a los actores de la exitosa serie musical. Las maldiciones surgen y atacan de nuevo. ¿Quién será el siguiente?.
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