ENTRETENIMIENTO

La magia de El Cascanueces también ocurre detrás del escenario

por Avatar Alba Freitas

Un cascanueces de madera de cedro, con su tradicional traje color amarillo y zapatos rojos, reposa dormido en un baúl, cubierto por mantos de tela suave. En uno de los depósitos del departamento de utilería del Teatro Teresa Carreño (TTC), la figura, que ya tiene 26 años, duerme tranquila por meses hasta que llega el momento de salir a bailar con Clara en el cuento de hadas y ballet más esperado de la época decembrina.

Cada noviembre, desde hace 25 años, el jefe del departamento de utilería, Rodrigo  Rodríguez, busca a su compañero, lo destapa y lo saluda como si fuera un niño más del elenco. “Enhorabuena, vas a bailar”, le dice. Luego, retoca su pintura y lo prepara para una nueva temporada, que este año será del 10 hasta el 22 de diciembre. “Ya estás listo, pórtate bien porque estarás en 22 funciones”, añade el atrecista antes de dejar al icónico Cascanueces en el escenario.

El público caraqueño disfruta de El Cascanueces en el TTC sin estar consciente de lo que implica que el telón se abra para que más de 250 artistas muestren la magia de la conocida historia navideña. Desde hace 25 años, los trabajadores se preparan con un mes de antelación para la temporada de un espectáculo que solo ha interrumpido la pandemia. En utilería, Rodríguez, de 67 años de edad, egresado del Instituto Superior de Arte de La Habana, Cuba, con 35 años de servicio en el TTC, saca las más de 600 piezas para el espectáculo.

Trompeticas de batalla, trineos, caballitos, brazaletes, faroles, lanzas, estrellas, pedrerías, espadas, cañones, juguetes, regalos, copas, candelabros, velas… todo tiene valor y significado en escena. Las piezas son las mismas de 26 años cuando se estrenó El Cascanueces, el 6 de diciembre de 1996. No hay una lista ni un registro. “Todo está aquí”, dice Rodríguez señalando con su dedo su cabeza. Tampoco necesita una guía para saber dónde está guardada cada pieza. El TTC es su casa, afirma. Nada se puede perder.

Rodrigo Rodríguez, jefe del departamento de utilería | Foto Jesús Navas @navas_jesus

En el departamento de vestuario el proceso es similar: en noviembre, el equipo de 10 personas, liderado por Moisés Vicent, de 59 años de edad, comienza a sacar los más de 80 trajes para airearlos. Cada una de las prendas, al finalizar la temporada anterior, se guardó en una bolsa, después se colocó en un parabán o también conocido como burro, una estructura metálica con una barra horizontal y un soporte estable que se puede movilizar.  Luego se metió en otra bolsa para conservarlos. Los trajes se tratan con mucho cuidado, son como una joya para este departamento en el que suenan las máquinas de coser en mesas donde abundan flores y decoraciones características del siglo XIX.

Haydee Xiomara Suárez, de 67 años de edad, es técnico de vestuario en el TTC desde 1986. No se considera una costurera, su trabajo es más complicado que eso. Se debe tener un conocimiento de la época para poder, todos los años, hacerle mantenimiento a los trajes. Cada temporada se adaptan las ligas que se han estirado, se les hace una limpieza especial, algunas prendas se mandan a la tintorería porque no se pueden lavar en lavadora. Otras requieren más tiempo para arreglarles las faldas o los tutús. “Aquí se les hacen los arreglos porque todos los años son niñas distintas. En 25 años los trajes todavía se usan y tienen la magia de esa época”, asegura.

Una vez que utilería y vestuario se preparan para la temporada, le toca el turno al equipo de realización. En los sótanos del TTC abundan las tablas de madera, las herramientas, pinturas y escenografías de varios espectáculos, incluyendo las de El Cascanueces. Todo es parte de los materiales del taller, dirigido por Félix Silva, de 70 años de edad, quien lleva 38 años trabajando en el TTC. Como cada año, Silva, junto con su equipo de 18 personas, se prepara un mes antes para retocar la pintura y la carpintería de la escenografía. Sin embargo, este año, por causa de la programación del recinto, casi no tuvieron tiempo.

“Nos tocó hacer dos eventos antes de El Cascanueces. Tenemos que administrar el tiempo, contamos con un equipo de personas con amplia experiencia, eso nos permite avanzar. Pero solemos trabajar a contra corriente, una semana antes ya estamos trabajando para tener todo listo”, dice el experto quien antes de llegar allí trabajó en el Ateneo de Caracas.

La falta de tiempo debido a la ocupada agenda de la Sala Ríos Reyna también afectó al equipo de tramoya, compuesto por 11 personas lideradas por Luis Marcano Patiño, de 59 años de edad. Normalmente, les tomaría una semana hacer el montaje, pero este año hicieron el trabajo en 3 o 4 días. “A veces los espacios están ocupados y no podemos hacer el montaje como nos gustaría. Tuvimos 5 días para montar un espectáculo como El Cascanueces”, cuenta el maestro, quien llegó como carpintero antes de 1996 al TTC y decidió quedarse.

Como jefe de tramoya, explica que se debe comenzar con la iluminación y los telones. “Luego terminamos de ajustar la escenografía y hacer el enfoque completo con las luces”. En iluminación, dirigidos por el maestro José Castillo, preparar El Cascanueces implica más tiempo: son 1043 reflectores de luz que deben ajustar. “Llevamos más de una semana y todavía no terminamos”, explica el técnico Alexander López, de 51 años de edad, quien lleva 6 años trabajando en el espectáculo.

Alexander López, técnico de iluminación | Foto Jesús Navas @navas_jesus

Cada pieza de utilería, vestido, traje, zapatilla, telón, escenografía y reflector implica semanas de trabajo para este equipo de 90 técnicos que, desde hace 25 años, hacen posible la magia de El Cascanueces, con la célebre música que compuso P. I. Tchaikovsky entre 1891 y 1892.

El sueño dorado de Nebrada

Corría el año 1996 cuando cada jefe de departamento recibió, por parte del coreógrafo, bailarín y director artístico Vicente Nebrada los planos de lo que soñaba materializar con El Cascanueces. En el equipo de utilería, Rodríguez, acompañado por Jesús Viloria, Alexis Mendoza, Alberto Román y Ángel Torres, comenzaron por debatir cómo podían realizar los diseños para luego crearlos.

Nebrada, director artístico y director del TTC en ese entonces, contrató al escenógrafo Alejandro Gallardo, un chileno radicado en Miami, para hacer los bocetos. El experto ya había trabajado anteriormente con Nebrada en otros espectáculos y sabía lo que al maestro le gustaba. Al departamento de utilería le tomó alrededor de 3 meses realizar las más de 600 piezas que se utilizan cada año. Lo único que no se pudo realizar para el estreno fueron las copas: se utilizaron las del Ballet El Quijote, otro espectáculo de Nebrada, hasta el año siguiente cuando se consiguieron las que faltaban.

En vestuario, el equipo de Vicent estaba dirigido por una gran experta: Cristina Gianini, modista e historiadora neoyorquina que también había trabajado con Nebrada. Para ese entonces Vicent tenía 17 años de edad. Llegó al TTC como reemplazo de su madre, quien no pudo aceptar el trabajo. “Nunca me hubiera imaginado a esa edad que me convertiría en sastre de época”, cuenta. En el departamento de vestuario, bajo la guía de Gianini, cosiendo los trajes de El Cascanueces, comenzó su formación.

El Cascanueces

Moisés Vicent, de 59 años de edad, jefe del departamento de vestuario, sastre de época | Foto Jesús Navas @navas_jesus

Les tomó 3 meses hacerlos todos cuidando al máximo cada detalle. Esos trajes que cosieron entonces se usan hoy. Los únicos que se restauraron fueron los trajes de la “Danza China” y el de Drosselmeyer porque estaban muy desgastados. Fue un trabajo metódico: tuvieron que volver a comprar tela, hilos, botones y reconstruir el mismo traje que hicieron hace 25 años.

“El maestro Nebrada no solo estaba muy pendiente de los trajes sino también de los bailarines. En aquella época teníamos prohibido que los trajes fueran a la lavandería. No se podían lavar. Con el tiempo hay que hacerles una limpieza, pero siempre con mucho cuidado. Nebrada estaba pendiente de que las niñas cuidaran su traje como una joya valiosa. Estaba pendiente, incluso del estado del bailarín; si tenía un kilo de más no bailaba y si la zapatilla estaba manchada tampoco”, cuenta Suárez.

Detalle de uno de los vestuarios de El Cascanueces | Foto Jesús Navas @navas_jesus

En el taller de realización, Félix Silva y su equipo armaron todas las escenografías en aproximadamente 6 semanas. Primero se hicieron todas las estructuras de hierro, luego trabajaron con la madera, la pintura y la parte de herrería. Gallardo les mostró los planos, se reunieron y comenzaron a construir. Asegura que el tiempo de construcción depende mucho de la escenografía. “Hay que tener en cuenta que el TTC es el teatro más grande del país, tiene 20 metros boca por 10 metros de altura con una profundidad de 12 o hasta 20 metros. Aquí trabajamos a contrarreloj; incluso lo hicimos con el primer montaje de El Cascanueces”, cuenta.

El equipo de realización amaneció el 6 de diciembre de 1996 en el TTC finiquitando los detalles para el estreno. Al maestro Nebrada no le gustó un detalle del segunto acto: el bosque de invierno. Así que les dijo al equipo de Silva que si eso no se arreglaba, no iba en el espectáculo. «El escenógrafo tenía que estar en el aeropuerto ese 6 de diciembre a las 6:00 am. Casi pierde el vuelo, no pudo ver el espectáculo. Tuvimos que quedarnos toda la noche arreglando lo que no le había gustado”, relata.

Para esa época Luis Marcano Patiño era solo un carpintero del equipo de tramoya. Con el tiempo se formó como un experto en el área. El conocimiento lo adquirió con la experiencia y ahora ya no necesita hacer reuniones técnicas antes de cada temporada: el montaje de El Cascanueces es siempre el mismo. “Tenemos el conocimiento, cuando tenemos planificado iniciar el montaje, ya cada quien sabe lo que va  a hacer”, asegura.

El primer cascanueces fue “un parto muy bonito”, describe. Marcano cuenta que la parte de los pinos y la nieve en el segundo acto no le gustaron a Nebrada y él mismo les echó pintura para mostrar lo que quería. “El maestro hizo esa gran magia para el bosque de invierno. El concepto que tenía de su cascanueces era distinto a lo que se había visto en otras partes del mundo, por eso se mantiene la producción”, asegura.

Una vez nació el espectáculo, creció y se mantuvo igual por 25 años. Todo perduró en el tiempo, incluso la iluminación. El técnico Alexander López explica: “Se mantienen las mismas luces de hace 25 años aunque ahora hay algunas que son más modernas, pero montamos las de siempre porque eso es parte de la magia. Las mismas que pidió el maestro”.

Nebrada siempre buscaba más, nunca quedaba conforme. Era perfeccionista, quisquilloso y muy detallista.  Una vez vio cumplido su sueño, según Rodrigo Rodríguez, el director general del TTC en ese entonces exclamó: “Al fin he logrado mi sueño dorado de tener un cascanueces para Venezuela”.

Siempre listos

Han pasado 25 temporadas de El Cascanueces y en el departamento de vestuario ninguno de los miembros del equipo ha visto, ni una sola vez, el espectáculo como público. Durante cada función todos están detrás de escena, armados y preparados con hilos, agujas, dedales y botones para lo que haga falta.

“Hay que estar pendientes de que no dañen el vestuario sentándose en el piso o jugando con los tutús. Si el vestuario sufre algún daño durante la presentación, se debe traer inmediatamente. Si se reventó un gafete, se rasgó la falda o se estiró una liga, se debe traer para arreglarlo y que salga a escena. Todas estamos activas con agujas, hilos, gafetes, botones encima para poder resolver inmediatamente. Ese momento sí es sabroso, todos estamos pendientes y en movimiento”, cuenta Haydee Suárez. El equipo de vestuario, coordinado por Vicent, se mantiene en un área conocida como “camerinos rápidos”, donde esperan a los bailarines para ayudarlos a cambiarse de traje.

Los Trajes de El Cascanueces, entre ellos el que usa Clara en el primer acto | Foto Jesús Navas @navas_jesus

Haydee Suárez, técnico de vestuario | Foto Jesús Navas @navas_jesus

En el equipo de utilería también están siempre listos para arreglar lo que haga falta. En la sala se pone la pieza en una mesa y se empieza a pegar lo que esté roto. El personaje del cascanueces, por ejemplo, ha estado fracturado varias veces, embarrado de pega y amarrado con unos torniquetes de cinta adhesiva para que vuelva a salir a escena. “Se le partieron las piernitas, el casco, una cantidad de cosas… Sin embargo, él entra en terapia intensiva y luego vuelve a subir a escena. Me niego a reemplazarlo por otro”, cuenta Rodríguez.

El atrecista señala que su equipo tiene la capacidad de arreglar todo lo que parece grave. “En mi preparación como técnico y profesional no acepto guardar nada que esté roto o dañado. Por la capacidad que tenemos podemos tardar 2 o 3 días, máximo 5 días para restaurar la utilería. Lo más grave que puede pasar es que el cascanueces se rompa en escena y tengamos una segunda función. Entre funciones habrá que pegarlo con un pegamento sólido que fragüe rápido. A veces lo llevamos al sol para acelerar el proceso”, explica.

En realización Félix Silva asegura que nunca han tenido problemas, cuando hay algún percance se soluciona inmediatamente. Una vez termina la temporada se hace el desarme: se debe dejar el escenario vacío. “Guardamos y bajamos al sótano  todo con sumo cuidado. Por la cantidad de eventos del teatro, nunca podemos hacer revisión en los otros meses del año”, agrega. Algunas veces, admite, han tenido problemas por la humedad. “Aquí tenemos un enemigo: la termita. Algunos pisos, escaleras hemos tenido que cambiarlos. Siempre hacemos algún cambio para evitar accidentes”, señala.

El Cascanueces

Félix Silva, jefe del departamento de realización | Foto Jesús Navas @navas_jesus

En tramoya, para Marcano no hay imprevistos. La logística ya la tienen, la escenografía ya está y lo que hacen es montarla. Revela que lo peor que les pudo pasar en el proceso de montaje fue el fallecimiento de un compañero de trabajo en el montaje de El Cascanueces de 1997. “Fue un accidente laboral. Ahora las medidas de seguridad aumentaron, todos los que trabajen en alturas tienen que tener arnés, tenemos un personal de seguridad en el escenario. Todos estamos pendientes para que no nos vuelva a suceder un evento así”, asegura. Explica que lo que tardaron días en montar lo pueden desmontar en dos horas. El procedimiento es el mismo y con los años de experiencia se hace más fácil. A veces les toma más tiempo, algo que ocurre si necesitan formar a nuevo personal.

La generación de relevo

Los jefes de departamento que están detrás de la magia de El Cascanueces tienen más de 50 años de edad. Todos son parte de una generación de expertos formados por la experiencia de haber realizado el espectáculo por primera vez bajo las indicaciones de un genial Vicente Nebrada. Tienen más de 30 años de servicio y 25 temporadas de El Cascanueces de práctica. Con la jubilación tan próxima, algunos están preocupados por quiénes serán los siguientes encargados  de hacer que la magia cobre vida en las próximas temporadas del esperado ballet.

No es un trabajo sencillo, no cualquiera puede realizarlo con la misma eficiencia y experticia de la generación que pronto dejará los martillos, bajará los telones, apagará las máquinas de coser y guardará, por última vez, al cascanueces en su baúl. Moisés Vicent admite estar preocupado por quiénes se encargarán del vestuario: de su equipo Haydee Suárez y Delia Hernández, dos técnicas en vestuario que se formaron con Gianini hace 25 años, se jubilarán en enero. Aunque hay gente joven trabajando con ellos, no todos tienen los conocimientos que brinda la experiencia.

El Cascanueces

Delia Hernández del equipo de vestuario se jubilará en enero de 2023 después de 25 temporadas con El Cascanueces | Foto Jesús Navas @navas_jesus

En el equipo de tramoya y realización también hay personal joven. Aunque no todos tienen la disposición de asumir un trabajo tan especial como El Cascanueces. “Hay nuevo personal que está trabajando, sí se ha ido renovando el equipo. Algunos tienen 15 años, otros tienen 2; hemos ido formando una nueva generación, personas que nos releven. Pero no todos tienen la disposición de asumir un montaje como este. Igual, poco a poco han ido aprendiendo”, señala Luis Marcano.

Félix Silva también se mantiene optimista: entre los miembros de su equipo hay varios que podrán asumir las labores de realización cuando él se retire. Su trabajo es una labor de oficio, se aprende con la experiencia y en su equipo hay varios que tienen más de 10 años trabajando con él. En utilería, por su parte, se mantienen las mismas 5 personas desde hace 25 años. No hay una nueva generación que asuma la importante labor de llevar a escena a El Cascanueces, un espectáculo que en sus mejores años estuvo entre los seis mejores del mundo.

El compromiso, así como la magia que implica el espectáculo, son muy grandes. En el equipo técnico, además, hay un sentido de pertenencia y familiaridad que toma tiempo desarrollar. Los expertos coinciden en definir El Cascanueces como mágico: una vez que se entra al TTC y se contribuye a que esa magia ocurra, es difícil despedirse. Esa es la esperanza de los jefes de departamento: confían en que las nuevas generaciones se enamorarán de ese inigualable montaje que concibió Vicente Nebrada  para el público caraqueño como ellos lo hicieron hace 26 años.