Jean-Michel Basquiat falleció hace más de treinta años, pero su impacto cultural y social siguen más vivos que nunca, según reivindica su familia en una gran exposición que abrió sus puertas en Nueva York el 9 de abril y permite asomarse a los recuerdos personales del artista.
King Pleasure, como se titula la muestra, aprovecha los 1.400 metros cuadrados de una sala del barrio de Chelsea para hacer un recorrido por muchos aspectos inéditos de la vida y obra de este innovador, al que le bastaron 27 años -la edad que tenía cuando falleció en 1988 por una sobredosis de heroína- para convertirse en un icono pop.
Las más de 200 piezas a la vista, la mayoría desconocidas para el público, relatan «una historia muy personal sobre la carrera de Jean-Michel contada por su familia», algo para lo que los familiares no se sentían preparados hasta ahora.
Su espíritu inquieto queda reflejado en esbozos infantiles en los que hace las veces de «reportero» de su entorno, pero también en el arte urbano de su edad adulta, dominado por sus característicos dibujos de calaveras y coronas coloridas de trazo ancho que contribuyeron a catapultarlo a la élite artística en la década de los 80.
Uno de los platos fuertes es una recreación de su estudio en la calle Great Jones, en el bohemio Lower East Side, donde el visitante parece «colarse» en su proceso creativo, pasando entre mesas cubiertas de tubos de pintura, copas de vino, libros y películas, con un hilo musical de fondo donde suena el jazz, el soul y la música disco que le gustaban.
En ese estudio se presentan medio centenar de piezas, pero las más importantes son otras expuestas fuera de él y que produjo en la cúspide de su carrera entre las cuatro paredes reales en las que se despidió del mundo, conocidas como Ernok, Venus, Ajax, Rinso y Cabeza.
Asimismo, destaca Dry Cell, un enorme cuadro de fondo amarillo con la figura de un mandril pintada en medio, considerado el último de su carrera y que regaló a su padre, Gerard, quien dejó su trabajo como ejecutivo para proteger el legado de su hijo durante un cuarto de siglo hasta su muerte, en 2013.
También hay una reconstrucción de la sala VIP de la discoteca Palladium, que Basquiat decoró con una mastodóntica pintura horizontal detrás de la barra llamada Nu-Nile, ante la que uno se puede imaginar al joven alargando la noche en compañía de Andy Warhol o Grace Jones, cuyas fotografías cuelgan a la entrada.
Sus hermanas Lisane Basquiat y Jeanine Heriveaux, que junto a su madrastra Nora Fitzpatrick gestionan el patrimonio de Basquiat, evocan en varios videos su relación a través de anécdotas, como cuando las convenció en su niñez para que gritaran «¡Soy negra y con orgullo!» en el barrio predominantemente blanco que habitaban.
Y es que, según relataron al programa Today de la cadena NBC, la decisión sobre el «momento» de celebrar su legado llegó con la convulsa época que se vivió en Estados Unidos tras el asesinato del afroamericano George Floyd por un policía blanco: «Él ya hablaba de eso hace 33 años, así era de visionario», dijeron.