En un contexto de polarización política extrema, el pasado año se recibieron en Estados Unidos 1.269 solicitudes de censura de libros. Particularmente de obras de o sobre la comunidad LGTBI y personas no blancas. Esto representa casi el doble que en 2021, informó este jueves la American Library Association (ALA).
En total, 2.571 títulos fueron objeto de la censura en 2022, 713 más que en 2021. Lo que marcó un nuevo récord desde que esta asociación de bibliotecas de Estados Unidos, creada en 1883, empezó a recopilar este tipo de información hace 20 años.
El 58% de las denuncias estuvieron dirigidas contra libros en bibliotecas y planes de estudios escolares; el resto, contra títulos en bibliotecas públicas. La organización dará a conocer la lista de títulos censurados a finales de abril, enmarcado en la Semana Nacional de Bibliotecas, en Washington.
Escoger corresponde al lector
Algunos de los títulos afectados en años anteriores fueron clásicos como Matar a un ruiseñor, de Harper Lee; De ratones y hombres, de John Steinbeck, u Ojos azules, de la premio Nobel de Literatura Toni Morrison.
Antes de 2021, la mayoría de los intentos de silenciar un libro buscaba retirar o restringir el acceso.
«Estamos viendo que estas impugnaciones proceden de grupos de censura organizados que se dirigen a las reuniones de los consejos de administración de las bibliotecas locales para exigir la retirada de una larga lista de libros, y que nadie los pueda leer». Así lo denunció Deborah Caldwell-Stone, directora de la Oficina de Libertad Intelectual de ALA.
Su objetivo es suprimir las voces de aquellos tradicionalmente excluidos de las conversaciones de nuestra nación. Como las personas de la comunidad LGBTQIA+ o las personas de color, asegura.
Los lectores deben ser los que decidan qué leer y no la autoproclamada policía del libro, sostiene.
Censura más allá de las páginas
La censura no ataca solo a los libros. Cada vez hay más amenazas contra trabajadores de las bibliotecas, a su empleo, su seguridad y -en algunos casos- amenazas directas por proporcionar libros a los jóvenes y a sus padres que desean leer, recuerda la presidenta de ALA, Lessa Kanani’opua Pelayo-Lozada.
La impugnación de un libro puede resolverse a favor de mantenerlo en la colección, restringir su acceso o retirarlo de la biblioteca. Esto según la asociación, que solo contabiliza las denuncias que recibe directamente.
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