Mateo López es un artista colombiano, nacido en Bogotá en 1978, que actualmente vive y trabaja en New York. La escena artística colombiana de la última década ha sido pródiga en artistas que, aún en diferentes momentos de su carrera, han dejado su impronta en el panorama del arte contemporáneo internacional, con nombres como Doris Salcedo, Carlos Motta, Johanna Calle, Oscar Muñoz, y un extenso etcétera. Precisamente es en ese contexto que la crítica ha denominado «boom» del arte colombiano que comienza la carrera de Mateo López. Mateo se forma como artista visual en la Universidad de Los Andes (Bogotá 1999-2003), aunque anteriormente cursó estudios de Arquitectura en la Universidad Pontificia Javeriana (Bogotá, 1998). La influencia de dichos estudios de arquitectura ha sido apreciable en su carrera, no sólo por la escala sino además por la integración interior-exterior de muchas de sus obras de carácter instalativo.
Las potencialidades del dibujo, y su imaginación prodigiosa, han tenido total protagonismo en la evolución de su obra, que abarca los campos de la escultura, el videoarte, la instalación, entre otros. En el origen de cada pieza suya está el dibujo, ya sea físicamente apreciable, asimilado a la estructura de una pieza tridimensional, o el dibujo convertido en objeto tridimensional o llevado al movimiento. En el año 2012, fue especialmente seleccionado por el ya establecido artista surafricano William Kentridge, como parte del Mentor and Protegé Arts Initiative de la fundación Rolex, en Suiza. Esta experiencia directa entre ambos artistas fue muy significativa para la obra de Mateo López, enriqueciendo sus búsquedas en la producción de videoarte, integrado orgánicamente con su exploración del dibujo, desde una perspectiva autorreferencial. Es significativa en su poética la plasmación de su mundo interior expresado a través de su espacio de trabajo, los objetos cotidianos que le inspiran a crear, la captación de sus estados de ánimo, posturas anatómicas, documentos personales. Sus piezas toman cuerpo libremente a partir del uso de disímiles materiales (papel, libros, documentos, muebles re-creados, metal) y se emplazan en espacios diversos e inusuales (galerías, exteriores, ríos, paredes, techos, suelos), acorde al concepto específico que las genera.
Sleeping Box (Caja de Zapatos) es una instalación realizada por Mateo en el año 2007, y se compone de una estructura roja de plywood, a modo de caja de zapatos gigante (245x362x300 cm) dentro de la cual dispuso variados objetos. Al interior de este peculiar “caja de zapatos” puede acceder el espectador, a través de una única puerta de entrada. Antes de acceder es importante conocer que este es el espacio de trabajo de un personaje inventado por el artista, un zapatero suramericano que emigra a Ciudad de México, cargado de ilusiones y sueños profesionales y personales, es un hombre de oficio y un creador. Al entrar se puede contemplar un espacio austero, de trabajo y vivienda, donde se mezclan los instrumentos de trabajo sobre una mesa y colgados en las paredes, un modelo de zapato sin terminar, borradores de otros diseños, prendas de ropa, una cama improvisada en el suelo, la luz de una lámpara encendida, un disco de vinilo… Es un espacio híbrido, vivienda y también taller de trabajo de este zapatero. La «caja de zapatos» es como la concha de un caracol, todo lo que acompaña al joven emigrante en busca de sus sueños, su refugio y su estandarte.
Sin embargo, él no se encuentra allí, y la meticulosidad con que cada objeto está colocado, posee un carácter teatral que invita a la reflexión, como si al entrar en la «caja de zapatos» no estuviésemos descubriendo un espacio físico, sino entrando a echar un vistazo al mundo interior de una persona. Visto de esa manera, cada objeto no es el objeto mismo, sino que simboliza algo, las expectativas, los miedos, la voluntad de trabajar y prosperar, la necesidad de reconocimiento, la esperanza; todo lo que en resumen define y diferencia a cada individuo. Cada elemento en el interior de la pieza, a pesar de su apariencia realista, no es sino un dibujo sobre papel, que al doblarse y presentarse al espectador como esculturas plegadas provoca una ilusión óptica de realidad, reforzando aún más el carácter de representación teatral, íntimo y evocador que construye Mateo con su pieza.
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