Luego de varios premios y de un recorrido por los festivales más importantes del mundo, La caja, de Lorenzo Vigas, se mostró por primera vez en el país en la sección Proyección Especial del Festival del Cine Venezolano, de regreso a Mérida después de tres años. Una suerte de abreboca, revela el director, para el estreno comercial en noviembre, al que asistirá para encabezar la presentación.
La caja se estrenó en la edición 78 del Festival Internacional de Venecia, donde obtuvo el Premio Leoncino d’Oro Agiscuola Award de Unicef, y se presentó en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián, el BFI London Film Festival, el Toronto International Film Festival, el Lincoln Center de Nueva York y el Miami Film Festival, entre otros.
También ganó el Gran Premio del Jurado y el Premio Especial del Jurado a Mejor Guion en el Festival de Cine de Lisboa y Sintra, y el Premio Especial del Jurado al Mejor Director del Festival Internacional de Cine de Thessaloniki.
Proyectada en el Multicine Las Tapias de Mérida, con un gran interés y ovación por parte del público, La caja cuenta la historia de Hatzín (Hatzín Navarrete), un adolescente que viaja al norte de México para buscar la osamenta de su padre, que ha sido encontrada en una fosa común.
Cuando emprende el regreso a Ciudad de México, donde vive con su abuela, Hatzín se topa con un hombre en la calle, Mario (Mario Mendoza), que luce idéntico a la foto de su papá que le entregaron junto con una caja de metal que contiene los restos del progenitor.
Cree entonces que Mario es su verdadero padre, por lo que abandona la caja metálica y, tras mucha insistencia, logra que el hombre lo cobije y le dé trabajo en una maquiladora, un tipo de fábrica, muy común en zonas fronterizas de México, conocida por su opacidad y por explotar a los trabajadores.
La caja está realizada con rigurosa sutileza, con diálogos cortos y potentes y una fotografía en la que se destaca la imponencia del desierto de Chihuahua, así como la mirada triste y perdida de Hatzín y la ambigua expresión de Mario, que puede ser tan duro como amable con el chico.
«Pienso que La caja es una película muy latinoamericana y muy venezolana, a pesar de no haber sido filmada en Venezuela, en el sentido del tema de cómo empieza un adolescente a desviarse hasta convertirse en un posible delincuente. ¿Cuántos adolescentes son criados en Venezuela sin figura paterna, o en México, o en muchos países latinoamericanos?», reflexiona Vigas, primer latinoamericano en ganar el León de Oro de la Mostra de Venecia con el filme Desde allá (2015).
«Lo otro que es importante es que es un adolescente en búsqueda de su identidad. Cómo conseguirla sin verte reflejado en un padre. Todos los niños crecen viendo su reflejo en el padre, buscan su identidad, tratando a veces de no parecerse. En ese sentido, la película también es muy latinoamericana y venezolana», añade el director.
Vigas subrayó que con La caja cierra, por ahora, el capítulo de la paternidad en su obra, que tiene a Los elefantes nunca olvidan (2004) y Desde allá como predecesoras: «No sé por qué fui atrapado por este tema. Tuve una relación buena con mi padre, que no estuvo ausente. No viene de una experiencia personal».
«Sí creo que me conecté con un arquetipo latinoamericano. A veces inconscientemente te conectas con algo y yo conecté con ese arquetipo», indicó el cineasta, que ahora trabaja en una película sobre una mujer.
Para el director, filmar en el desierto de Chihuahua le pareció efectivo porque dramatúrgicamente «juega a favor del aislamiento de Hatzín, en medio de un paisaje abrumador del norte de México».
«Además, es real que en esos lugares es donde se encuentran fosas comunes de manera regular. Y la película empieza con una fosa común», afirma Vigas.
Destaca el clima en la película, que comienza en verano y poco a poco aparece la nieve: «Cuando es verano él tiene la esperanza de que este hombre es su padre, y luego se va enfriando el clima a medida que avanza la historia».
Vigas no considera a Mario un villano, más bien, reflexiona, es un pequeño engranaje en un sistema mucho más amplio: el del maltrato a los trabajadores. «No solo en México, sino en China y otros países; de hecho, en la película varias veces se hace mención a China».
«Mario es sencillamente un pequeño eslabón de un sistema más grande, que lo ha llevado a hacer ciertas cosas para tener comida en casa, para alimentar a su nueva hija, a su nuevo hijo Hatzín. Entonces no lo veo como villano sino como sobreviviente», explicó.
El trabajo del arte, dice Vigas, es hacer ver lo que no está a la vista. «Lo que está entre las grietas, y entre las grietas tenemos problemas como la orfandad y sus consecuencias, algo que trato de sacar para exponerlo».
En cuanto al Festival del Cine Venezolano, considera que es fundamental que se mantenga como un espacio de confrontación para el cine nacional. «Estoy contento de que la película tenga un pase en Mérida», dijo.
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