Kevin Jorges llegó al teatro por error. Fue en 2003, cuando tenía 12 años de edad. Aunque mucho antes, en una escuela de Catia, ya había coqueteado con la actuación. El tiempo fue pasando y el vínculo consolidándose. Hoy es un actor fiel, también director, casado con las artes escénicas. Pero no descarta la posibilidad de trabajar en cine o televisión.
Su primera escuela fue en el Laboratorio Teatral Anna Julia Borges; allá llegó con la intención de convertirse en una estrella de televisión, pero la institución formaba a actores de teatro. No muy convencido, continuó. El gusto por la actuación fue natural. “Yo era uno de los que más disfrutaba de los cursos, creo que hasta uno de los más dedicados”, recuerda Jorges de aquel taller.
Cuando terminó de estudiar bachillerato cursó un semestre de Turismo en un colegio universitario. Pero no era lo suyo. Mientras pensaba qué carrera estudiar, un amigo, Rubén Romero, lo invitó a participar como actor en una obra de un grupo de estudiantes del Instituto Universitario de Teatro, actual Unearte. Y allí tomó la decisión: se inscribió en dicha institución para formarse como intérprete.
Por ser un gran actor y gracias a todo el trabajo que realizó en 2018, este año recibió el Premio Marco Antonio Ettedgui que concede la Fundación Rajatabla. Otros reconocimientos recibidos el año pasado fueron el Premio Fernándo Gómez en la categoría Jóvenes Creadores, el primer lugar del IV Festival Jóvenes Directores Trasnocho gracias a la obra Cara de fuego del dramaturgo alemán Marius von Mayenburg; además, en Microteatro, los premios como Mejor Actor (dos veces), Mención Especial (por una puesta en escena infantil) y Mejor Maquillaje. “No significan ‘lo lograste’, significan ‘sigue adelante’. Son una palmada en la espalda para no caer y no sentirse tan mal dentro de la crisis. Te empujan”, señala Jorges.
Sus primeros papeles en pequeñas obras dentro del instituto y en la agrupación Séptimo Piso, dice, los obtuvo por casualidad. Asimismo, afirma, fue que se encontró con el papel que representaría por años: “Mi personaje preferido es La Rompe, que nace de un stand-up comedy. La Rompe es de un autor dominicano, me lo prestaron, pero como me gustó tanto decidí hacerlo mío. Ahora, el papel que me cambió la vida fue el de Martín López en Tebas Land por su complejidad y sensibilidad”.
Jorges, una persona carismática y fuerte defensora del teatro LGBTI, comenta sobre su propia sexualidad y la relación con el teatro: “Los personajes no tienen que ver con quién soy yo fuera de escena. En el país se hace poco teatro LGBTI porque la gente tiene demasiados prejuicios. Pero se puede llevar a cabo si se deja de lado la ignorancia de otros. Yo digo, existen los hombres que actúan, las actrices y los actores gay, que son clase aparte”.
Su paso de actor a director fue natural y lógico: “Yo creo que lo tenía guardado dentro de mí. Siempre me ha gustado ayudar a los actores, opinar sobre el trabajo y aportar al montaje. Por otra parte, hay veces en las que los directores no saben cuidar a su elenco, mientras yo siento que sí puedo y debo hacerlo”.
Asegura que disfruta más ser director que actor porque no debe velar solo por sí mismo, sino por todo el trabajo dentro y fuera de escena.
Jorges considera que la crisis no vencerá a quienes hacen teatro hoy día: “Quiero dejar registro, hay que decir las cosas como son: hacer teatro en esta Venezuela es muy cuesta arriba. Es difícil reunir a un elenco porque, entre otros factores, los actores han emigrado; no hay presupuesto para la escenografía y el vestuario, pero con apoyo de todos los que hacemos vida en este mundo salimos adelante. Me parece absurdo que pasemos por esto en pleno siglo XXI, pero hay que resistir”.
Actualmente crea nuevos monólogos para su personaje La Rompe, pues hará una gira fuera del país este año. Su género preferido es la comedia porque se le da con facilidad, pero también le gusta el drama. Le encantaría representar a personajes de Shakespeare por su complejidad y, si pudiera hacer cine, se dedicaría a los filmes biográficos: “Quiero representar a Héctor Lavoe o a José Gregorio Hernández”.
Desde finales de 2018 Jorges ha considerado la idea de irse del país. La situación es inaguantable, dice: “Creo que haciendo teatro de calle en cualquier otro país te iría mejor que aquí en este momento. Me gustaría salir, además, porque permite mostrarle al mundo todo el talento que tenemos y lo que pasa en Venezuela hoy día. Pero, sin duda, sería muy difícil por el choque cultural. Quiero irme solo por la crisis, pero me encantaría continuar haciendo teatro, cine o televisión”.