Kader Abdolah arrastra las palabras en inglés entre el susurro de su acento persa, su idioma nativo, y la robustez del holandés, el cual adoptó a partir de 1988 cuando huyó del régimen de Alí Jamenei en Irán.
Luego de su exilio, el escritor, uno de los cuatro invitados internacionales de la IV Feria del Libro del Oeste de Caracas UCAB, aprendió a hablar holandés y en tres años publicó su primer libro, un compendio de cuentos breves titulado De Adelaars (Las águilas).
A Abdolah, que formaba parte de un partido comunista clandestino, le mataron en Irán, en medio de las protestas contra el régimen, a su hermano, muchos amigos y a todos sus líderes políticos. Además detuvieron a su hermana y destruyeron el partido.
«De repente dejé de temer ser asesinado por el régimen. Pero me di cuenta de que una voz me decía que allá era muy fácil que me mataran. Me dijo que me fuera, que corriera y que contara esas historias. ‘Tu deber es que no te maten para que puedas escribir esas historias, me decía», afirma el escritor luego de un conversatorio en la librería El Buscón, a la que, con moderación de Violeta Rojo y Krina Berr, asistieron también los poetas Rafael Cadenas, Alfredo Chacón y Arturo Gutiérrez Plaza.
Abdalah se muestra cansado. Tiene varios días de encuentros y presentaciones en la feria de la UCAB, que terminó hace una semana. Acompañado por su traductora Emiliana Duarte sigue respondiendo arrastrando las palabras, hablando de manera retórica y peinándose cada tanto el poblado bigote.
Su verdadero nombre es Hossein Sadjadi Ghaemmadami Farahani.
Kader Abdolah es un seudónimo resultado de la combinación de los nombres de dos amigos que asesinó el régimen iraní. Kader era un estudiante de Arquitectura y Abdolah cursaba Medicina.
«Desde entonces soy Kader Abdolah», subraya.
Para él, conocido por novelas como La casa de la mezquita y El reflejo de las palabras, escribir es una manera de traducir la felicidad y la tristeza de su pueblo.
«Un escritor es la voz de su pueblo. Es deber del escritor transmitir la tristeza, la felicidad, la tristeza y el sufrimiento de un país al mundo. Si la vida te puso una pluma en la mano, tu deber como escritor es mostrar eso«, explica.
Kader nunca había migrado antes de su inminente escape. Ni siquiera había hablado otro idioma. Cuando llegó a Holanda sentía miedo de adaptarse al holandés. Ahora considera que la migración es maravillosa, mágica: «Ahora no solo hablo en otros idiomas, sino que escribo en, probablemente, el idioma más difícil de Europa«.
«Tenía miedo de escapar. Pero ahora veo que hay muchas cosas hermosas que suceden cuando te vas de tu país. Dejas tu hogar y empiezas una nueva vida. A veces se piensa que la migración es algo malo. Pero creo que hay mucha magia inherente a ella», agrega.
En la Feria del Libro del Oeste pocos lo conocían, pero muchos acudieron a escucharlo. «Para muchos estudiantes fue un descubrimiento. Se sentaron a escuchar a este hombre. Para mí fue un reto cautivarles. Empecé a hablar y llegaban más y más estudiantes. Hablé con ellos, compartí mis experiencias de inmigración, de esperanzas, los sueños. No hablé tanto de mis libros, pero sí de elementos de la literatura, sobre los sueños, la inmigración, el poder de la palabra».
-¿Extraña su país?
-No. Porque yo todas las noches, en mis sueños, regreso a casa. He estado tantas veces en casa que ya no la extraño.
-¿Cuáles son los elementos de la literatura persa que utiliza en lo que escribe?
-Las mejores contadores de historias del mundo están en Las mil y una noches, las historias de Scheherezade. De ese gran libro sale toda la gran literatura persa. Todo el imaginario persa se puede conseguir en ese libro.
-¿Usted decide convertirse en escritor justo cuando se va de Irán?
-Un manzano no puede decidir producir manzanas. Un manzano es un manzano y produce manzanas. Yo siempre fui escritor y produzco historias.
El libro más popular de Abdalah es La casa de la mezquita. Ha sido traducido a 32 idiomas, incluido en español editado por Salamandra.
«La casa de la mezquita fue la casa donde me crié. Es una gran casa de casi 700 años. Detrás estaba la mezquita más grande de la ciudad, que era de nosotros. El imán de esa mezquita era mi tío. Vivíamos con otras cinco familias en esa casa grande, cinco familias que entre ellas tenían 38 hijos. Esa casa era un libro y yo lo tenía que escribir«, cuenta el autor.
No lo considera su mejor libro, pero le atribuye que sea un texto con el que se puede conocer su cultura, que de hecho era uno de sus objetivos. «Escapé a Holanda como inmigrante. Todo el mundo te mira pero nadie sabe quién eres. No eres nadie y preguntan quién eres. Escribí entonces este libro para llevar a mis lectores a mi casa. Para mostrarles quién soy yo. De este modo pueden venir conmigo y acompañarme, les muestro y ellos pueden aprender algo».
-¿Cuál es, entonces, su mejor libro?
–El reflejo de las palabras. Es un libro que escribí acerca de mi padre. Es el libro más literario de mis obras. No es mi opinión, es lo que dicen mis lectores.
-¿De dónde proviene su verdadero nombre (Hossein Sadjadi Ghaemmadami Farahani)?
-Uno de mis apellidos es el nombre de mi bisabuelo, que era un gran poeta. Fue primer ministro del país y fue asesinado por el rey. Muchas calles de Irán llevan su nombre. Todo el mundo sabe quién es. Yo nunca pude ser más grande que él. Quizás por esa razón cambié mi nombre.
-En el conversatorio en El Buscón dijo que no se considera un gran escritor. ¿Por qué?
-Estoy por la mitad del camino. Tengo que trabajar todavía más. Hay tantos escritores maravillosos. Yo no me considero un gran escritor pero hago lo mejor que puedo.
-Ha dicho que antes de escribir sus historias comienza con una oración que sería el final. ¿Cómo es ese proceso?
-En mi vida necesito siempre algo que alcanzar, una meta. Por eso soy corredor. Pero no puedo correr ni siquiera 500 metros si no sé hacia dónde voy. Pero puedo correr 100 kilómetros si sé adonde voy. Necesito saber que voy a llegar a ese punto y entonces puedo hacerlo todo.
-¿Cómo es escribir en un idioma que no es el de nacimiento?
-Es completamente diferente. Escribir en tu propia lengua es algo que tiene algo de automático, pues ya lo sabes hablar. No te ocupas de las palabras, de las oraciones, las haces y ya. En otro idioma tienes que poner cada palabra en tus manos, olerlas, escogerlas, saborearlas para saber si la insertas en el texto. Es lo mismo que un herrero del oro. Escribir en tu propia lengua es escribir, pero hacerlo en otra lengua es arte.
-En Venezuela también impera un régimen totalitario. ¿Sintió afinidad durante sus días en Caracas?
–Yo me veo a mí mismo en el venezolano. Veo a mi gente de Irán en el pueblo de Venezuela. Les deseo una mejor vida, descanso a las mujeres y a los niños, pan para los niños, libros para todos los lectores y mucha tinta y plumas para los escritores. Deseo que haya libros menos costosos para todos los que quieren leer en Venezuela porque están muy caros.
@Isaacgonzm
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