Hombre de medios, orador, locutor y comediante. El profesor universitario, José Rafael Briceño, saltó a la palestra por ser el instructor de oratoria del Miss Venezuela; sin embargo, se apartó del mundo de los concursos y comenzó a desenvolverse en diversos escenarios con humor reflexivo. Frente a la coyuntura política nacional, el comunicador plantea una línea que podría ayudar a fortalecer el discurso de la oposición venezolana. Unificar las voces, apoyar la nueva generación y decirle a la gente lo que no quiere oír son sus planteamientos ante una posible transición.
—¿Es el humor trivial? ¿Una evasión del contexto?
—Todo humorista se enfrenta a un gran dilema: ¿contribuyo a la canalización de la indignación de manera productiva o estoy del lado de la banalización? Todos pasamos por allí. Es una preocupación honesta, pero la conclusión es que la medida te la da el público. En diciembre hicimos Probando material, había chistes de las colas y la gente se reía mucho. En febrero nadie se reía de eso. El público no va a dejar que trivialicen su miseria, te dice con qué puedes bromear y con qué no.
—Siempre hay chistes sobre los gobernantes, ¿la política es la única fuente de creación para los humoristas?
—Hay gente que vive sin hablar de política. Considero que todos debemos reconocer que somos seres políticos, pero el verdadero trabajo del político es como el del psiquiatra: crear un mundo o una circunstancia en la que no hagan falta. En el caso del médico, te curas; en el caso de los políticos deberían crear un entorno en el que podamos vivir sin tener que salir a protestar. Ese es el ideal, pero como eso aquí no existe, hay que forjar otros mecanismos. Entonces aparece el humor como forma de hacer presión.
—¿Es Nicolás Maduro un humorista?
—No. El humor es un absurdo que tiene sentido, Maduro es un absurdo sin sentido. Cuando él pretende hacer humor tiene un fin manipulador. Es como Ramos Allup diciendo: “Me mandarán al paredón, pero el partido va a las regionales”. Eso también es un mal chiste. No está midiendo el lugar; ese mismo día salió el escándalo de Odebrecht y esa debió haber sido la noticia. Si eres un estratega político deberías saberlo. Pero el verdadero problema es que cuando se tiene poder es muy difícil hacer humor, porque se te va la humildad.
—¿Qué habría que mejorar a nivel de oratoria en la política venezolana?
—En el caso del gobierno, no pueden mejorar porque están signados por el dogma. Del lado de la oposición, deben entender que tiene que haber una sola voz. Hay un caleidoscopio de pronunciamientos, pero sin una vocería precisa no lograrán nada. Esa vocería tiene que estar en manos de un equipo, yo detesto la necesidad del héroe. Otro punto es que la vieja generación no le da paso a la nueva. Miguel Pizarro, José Manuel Olivares, Marialbert Barrios, esa es la gente que se ha formado en el ojo del huracán. Ellos prestan su credibilidad a otros y eso está mal. Por último, tienen que entender que un político no es alguien que le dice a la gente lo que quiere oír, sino el que dice lo que nadie quiere escuchar y aún así puede pintar un horizonte en el que se quiera vivir. Hacer política como llevas una cuenta de Twitter es de dementes, con mensajitos como “cuando la noche es más oscura…”. ¿Qué es eso? Hay que dejar de jugar a la oratoria motivacional en la política. Tienen que dejar de trabajar como si quisieran seguidores y pensar en cómo lograr un proyecto de transición.
—¿Es posible con la oposición de hoy llegar a ese nivel de organización?
—Claro, pero hay que comenzar a asumir lo importante. Es más relevante el proyecto que se ofrezca que la persona que lo presente. Además, ese proyecto tiene que ser inclusivo, no hay nada más peligroso que construir un discurso diciendo “si yo gano este juego, yo mato al contrincante”, porque para empezar estás jugando en la casa del contrincante, él es el dueño de las fichas y tienes cuatro peones menos que están inhabilitados. Hablar de revancha no tiene ningún sentido. Este país necesita conciliación, hay que recomendar otras películas que no sean Winter on Fire y comenzar a aprender de casos cercanos: la transición chilena o la brasileña. Los venezolanos tienen la madurez política para escuchar y moverse.
Desde siempre en los medios
José Rafael Briceño es hijo de la psicóloga, política y diplomática, Mercedes Pulido de Briceño, promotora de cambios importantes en la organización social y política nacional. Hasta 2014 se mantuvo como profesor de oratoria de la Organización Miss Venezuela. Egresado de la UCAB, estuvo por más de 20 años sobre las tablas haciendo teatro universitario y profesional con los compañeros de la institución. Comenzó a forjarse un nombre como comediante en los circuitos de stand up comedy de los locales Moulin Rouge y Teatro Bar, y desde entonces no ha parado de ofrecer shows en vivo dentro y fuera del país. También ofrece cursos de vocería y oratoria para empresas. Conduce el programa El reporte semanal con el profesor Briceño en el canal digital Vivoplay, es locutor del podcast Que se vayan todos y conduce el programa Disparejos en La Mega junto con Jairam Navas.