José Pulido, narrador, poeta, periodista y lector empedernido, no podría estar en un lugar mejor: Génova, en Italia, una ciudad repleta de historias que puede caminar por horas acompañado de su esposa, la periodista Petruska Simme. En esos paseos encuentra de repente lugares en los que estuvieron Gustave Flaubert, Lord Byron o Mary Shelley. Génova está llena de mucha literatura que también alimenta la suya, que va de la novela, el cuento o la crónica a la entrevista y, sobre todo, la poesía, a la que dedica la mayor parte de su tiempo.
De 79 años de edad y nacido en Villa de Cura, estado Aragua, en 1945, Pulido ha sido reconocido con el Premio Internacional de Excelencia Verbumlandiart de Poesía y Literatura de la Asociación Cultural VerbumlandiArtAps, una organización abocada a promover la cultura en Italia. El escritor venezolano, subrayó la institución, fue premiado por su dedicación a promover internacionalmente la cultura a través la literatura.
Junto a Pulido fueron reconocidos hombres y mujeres de Estado o dedicados a la salud y la seguridad, como el ministro de Medio Ambiente y Seguridad Energética, Gilberto PichettoFratin; Elena Lucchini, consejera de Familia, Solidaridad Social, Discapacidad e Igualdad de Oportunidades, o la senadora Vincenza Rando, presidenta del Comité de Cultura de la Legalidad y vicepresidenta nacional de la asociación Libera.
“El significado del premio es que ha sido una sorpresa porque están tomando en cuenta lo que haces. Lo que más hago en Italia es asistir a los recitales a los que me invitan. Me han invitado cuatro años, casi seguidos, al Festival Internacional de Poesía de Génova, que es muy importante. Todos los premios Nobel han estado ahí”, recordó el escritor, que en 2022 obtuvo una mención honorífica del Premio Internacional de Poesía Sor Juana Inés de la Cruz.
Otros muchos reconocimientos ha recibido el poeta en sus casi 80 años de vida, como su ingreso en 2023 a la Academia Venezolana de la Lengua por el estado Aragua, el segundo premio Miguel Otero Silva de Novela en 1989, el Premio Municipal de Literatura, Mención Poesía, en 2000, y ha estado en incontables festivales. Para él, sin embargo, lo importante es hacer una obra buena que se sostenga en el tiempo. Si a alguien le gusta, se sentirá alegre y lo agradecerá. “Lo demás es como la ñapa. Son consecuencias que se agradecen. Realmente lo único que hago desde los siete años que llevo en Génova es escribir”.
José Pulido es disciplinado. Se levanta temprano, hace ejercicio, prepara café, conversa con su esposa y se sienta a escribir. Hace poco asistió a una suerte de retiro espiritual, de viernes a lunes, y se llevó una libreta en la que hizo sus apuntes. Pero lo habitual es que las rutinas de trabajo comiencen a las 8:00 am y se extiendan hasta las 9:00 pm. Luego deja el texto y busca una buena película para verla con Petruska Simme.
Se siente en plena libertad. A veces hace uno que otro trabajo, pero está más aliviado, lejos de ese José Pulido que fue periodista o jefe en periódicos como El Nacional, El Diario de Caracas o El Universal. Ahora puede darle todo su tiempo a la poesía que tanto ama: “Mi fortaleza siempre fue la poesía. Lo que ocurre es que siempre fui muy solitario en Venezuela, tanto en poesía como en narrativa. Nunca estuve en grupos realmente, entonces me costaba mucho que leyeran mis poemas. La poesía es lo que me ocupa más porque puedo ser totalmente sincero. No es que no sea sincero con lo otro, sino que puedo serlo totalmente y hacer lo que quiero”.
Con la novela, explica, a veces no se puede liberar por completo de la necesidad de complacer. No le pasa con la poesía, con la que tiene entre sus proyectos actuales un homenaje a poetas y escritores venezolanos, como Rafael Cadenas, Ramón Palomares o Vicente Gerbasi. “En Venezuela una de las características negativas era que muchas veces entre los mismos autores no se leían, ni siquiera entre amigos. Eso me pareció un poco negativo. Hay que prestarse atención”.
También adelanta que en Italia se publicará una antología de su poesía, otra en Nueva York y tiene dos novelas por publicar, una inédita y otra en la que ha estado trabajando desde hace siete años. La primera se titula El susurro en el oído, que fue finalista en el Premio Extraordinario de Narrativa Policial en Homenaje a Francisco García Pavón, en España, y surgió del poemario con el que ganó la mención del Sor Juana Inés de la Cruz, En la sombra sin fondo, y la segunda se llama provisionalmente El tribunal de marfil.
Una de las características de la escritura de Pulido es cómo mezcla poesía, narrativa, crónica y referencias tanto de la literatura y el arte como de la cultura popular. Lo hace tanto en su trabajo literario como en el periodismo. Él explicó que cuando está escribiendo siempre le salta una imagen o una ocurrencia que tiene que ver con su propia existencia y se siente obligado a ponerla. “Casi no me puedo dominar. Como cuando la gente tiene una enfermedad y dice malas palabras de repente. Uno no puede dominar eso”.
Pone como ejemplo su poema “Poema muy sentido para Anne Carson”, que escribió en 2020 y compartió recientemente en Facebook e Instagram, redes en las que habitualmente publica poesía. El texto comienza con una referencia a la canción “La mujer de Antonio” del grupo de trova cubano Trío Matamoros, a medio camino menciona el puente desde el que se suicidó Paul Celan y cierra con un homenaje a Carson:
“Cuando sean huérfanos sus libros / verterán / polen de poesía / y los pichones del dolor la invocarán gritando: / ¡Madre! / y hasta los suicidas desistirán / porque la poeta Anne Carson escribe / así: / ‘Ya sabes dicen que un carnicero zen / hace un solo corte preciso / y el buey entero se derrumba como / un puzle”.
Tales juegos son notables igualmente en sus entrevistas, en las que, a pesar de que debía entregar lo más rápido posible por la premura del periodismo, Pulido pudo contar historias que mezclaban la visión del entrevistado, su contexto, el ambiente de la conversación y la reflexión. La más popular, dice, es aquella que le hizo a Julio Cortázar para El Nacional cuando estuvo en Venezuela en 1982, dos años antes de morir, con su esposa, la escritora y traductora Carol Dunlop, que falleció ese mismo año. La conversación, en la que estaban también Jacobo Borges y su esposa, la artista Diana Carvallo, tiene un inicio de antología:
“Una mosca dulcera, saltona y caprichosa quiere recorrerlo y se agarra con sus patitas a la superficie marrón de los zapatos. Luego avanza como alpinista por la larga pierna de un bluyín viejo, se ciega con el resplandor de una guayabera blanca y vuela hasta el hombro. Parece indecisa ante la barba, el cabello largo y medio despeinado. La cara de gladiador está allá arriba, la frente sobresaliente como un leve casco que se arruga y los ojos, dos peces azules suspendidos e inmóviles, pero atentos, están también en la cima. La mosca se decide, revolotea y en ese instante Julio Cortázar lanza un torbellino de humo de tabaco y la aventura llega a su final”.
Pero fueron varias las que publicó con ese tono, la mayoría en El Nacional y otras en El Diario de Caracas y El Universal. Recordó con especial aprecio las que le hizo a Gabriel García Márquez, con quien se divirtió mucho; Arthur Miller, que le pidió que no le preguntara por Marilyn Monroe y sin embargo lo hizo; Yevgueni Yevtushenko, símbolo de la desaparecida Unión Soviética; el célebre espía Joan Pujol, que se escondió en Venezuela después de operar contra los nazis, o Franco Zeffirelli, con quien desayunó y habló más de dos horas.
Algunas de ellas fueron publicadas recientemente en el Papel Literario en la serie “José Pulido pregunta”. Para el poeta fue una sorpresa que algunos colegas de su generación leyeran ahora, gracias al suplemento cultural de El Nacional, esas entrevistas porque cuando aparecieron por primera vez hubo quienes consideraron que no eran textos periodísticos. “Es más, antes (de El Nacional) había trabajado en otro periódico y hacía lo mismo. Cuando algún jefe de redacción o en el periódico me reclamaba, me iba. ¡Chao, pescao! Ni siquiera cobraba prestaciones. Yo escribo como quiero escribir, si me aceptan, magnífico. En El Nacional me gustó mucho porque Miguel Otero Silva dijo ‘déjenlo que escriba como quiera”.
“El Nacional me permitió esa libertad. Luego salí y me fui a El Diario de Caracas, donde estaban colaboradores como (José Ignacio) Cabrujas o Manuel Caballero, mi gran amigo, mi lector, pues, y después me fui a El Universal, donde hice algunas, muy pocas, más bien dirigí el equipo. El Nacional me dio esa libertad porque era el periódico proyectado a la cultura y la difusión de conocimiento”, añadió.
Para Pulido esas entrevistas fueron como unos laboratorios en medio de su obsesión por el lenguaje. Admite que cometió muchos errores, pero estaba aprendiendo a manejar esa capacidad humana para comunicarse que, subraya, ha salvado civilizaciones. “Las palabras te traen historias de civilizaciones perdidas. Traen mensajes desde muy lejos. Son más espirituales que cualquier cosa, más que una religión, quizás por eso los que escribían libros sagrados todos decían primero fue el verbo. Esa obsesión me ayudó a establecer en todas partes un laboratorio”.
Con Petruska Simme, desde su noviazgo, comparte constantemente lecturas. Hoy día mucho más porque, aunque le encanta el libro de papel, no tiene complejos para leer un PDF. Espera seguir haciéndolo el año que viene cuando cumpla 80 años, así como espera seguir escribiendo y publicando.
“Estoy preparado para dos cosas: seguir escribiendo o morirme (ríe). Uno está en tercera base y quien batea es Babe Ruth. Me preparo con ganas de las cosas que van a ocurrir, como esa antología. Sé que al salir (de Italia) tendré la oportunidad de ir a Salamanca (España) y leer poemas en un recital. Aquí en el festival (de Génova) aún no les he dicho para presentarla, pero sé que me dirán que sí y aceptaré las invitaciones que pueda”, expresó el escritor, que estuvo recientemente nueve días hospitalizado.
Con Venezuela, a la que no viene desde 2017, está siempre conectado, tanto en grupos de WhatsApp con escritores y periodistas como en sus redes sociales, sobre todo Facebook. “Cuando puedo hago alguna entrevista. Diferentes a las de antes porque no tengo a la persona enfrente, pero es a poetas o narradores y las mando a Salamanca o salen en Venezuela, en Letralia”.
“Lo hago porque a veces noto que hay amigos creadores que están decaídos, y digo, bueno si puedo ayudarlos a que aparezcan, lo hago. Con la situación del mundo y sobre todo Venezuela, uno tiene que tratar aunque sea de saludar a la gente. La gente necesita sentir que no está sola”, agregó.
Si bien reconoce que le hace falta Venezuela, afirma que no volvería ni siquiera con pasaporte. Le molesta, explica, que la delincuencia se haya vuelto parte del Estado y que sea tan difícil salir sin el miedo a ser robado, secuestrado o asesinado. “Me molesta más que la cosa económica. No es que eso no le afecte a uno. Pero que un policía o militar, que deberían cuidarte, te chantajee y te diga que se va a llevar a tu hijo es algo horrible. Un país así prefiero no tenerlo. Me molestan las dictaduras, mucho”.
En Génova, sin embargo, encuentra lugares que lo trasladan a Caracas, en particular Bello Monte, donde vivió más de 30 años. Descubre calles parecidas o personas que le recuerdan a algún amigo o familiar venezolano. “Eso me duele. Pero a esta edad no me puedo devolver. ¿Cuándo y cómo? Nosotros somos sobrevivientes. No nos quejamos tampoco. Pero fue un tiempo difícil”.
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