Jorge Thielen Armand quería hacer algo nuevo. Tras La soledad y La fortaleza, películas inspiradas en historias personales, el cineasta caraqueño tenía interés en realizar una adaptación. Quería llevar una historia del papel a la gran pantalla. Para ello, comenzó a tocar puertas de autores que admiraba, como la venezolana Karina Sainz Borgo. Así llegó al relato Tijeras que convirtió en Pasta negra, cortometraje que estrena este viernes en el Sundance Film Festival.
“Recibí la noticia con mucha sorpresa. Siento que tengo mucha fortuna y mucha suerte porque este año enviaron más de 11.000 cortos para los cuales solo hay 10 puestos para ficción internacional. Siento que me gané la lotería porque los chances son mínimos”, dice el cineasta de 34 años de edad desde España sobre la participación en el festival de Utah, uno de los más importantes del cine independiente.
Pasta negra, cuyo guion fue coescrito por Thielen Armand y la cineasta Mo Scarpelli, sigue a tres mujeres venezolanas, abuela, madre e hija, que deciden cruzar la frontera a Colombia para comprar un paquete de pasta. El cortometraje tendrá cuatro proyecciones en Sundance.
Una historia real y cruda
Jorge Thielen Armand es seguidor del trabajo de Karina Sainz Borgo. Le gustó tanto su primera novela, La hija de la española (2019), que se planteó la posibilidad de llevar a la gran pantalla un texto de la premiada autora. Contactó con su agente literario para saber si tenía una nueva historia próxima a publicar que pudiese leer antes y le envió El tercer país, que se publicó ese mismo año, pero también le compartió una historia que, siempre consideró, sería ideal para un cortometraje.
“Me envió El tercer país antes de que fuera publicado hace unos años y también en ese momento me envió este relato, Tijeras. Me dijo: ‘Mira, aquí te mando el libro, pero también te mando este relato. Siempre he pensado que sería un buen cortometraje”, cuenta el cineasta, quien tras leer la historia coincidió con la autora; sin embargo, en ese momento no se planteó adaptarlo, pues conseguir fondos para financiar un cortometraje es complejo, además, hay pocos espacios para presentarlo..
El año pasado, durante una pausa entre dos proyectos, decidió desarrollar el corto. “Como los ciclos de espera son tan largos pensé: ‘Coño, me gustaría hacer algo en el entretiempo, ¿Que puede ser?’. En ese momento, mi esposa estaba hablando de un cortometraje y me acordé de este cuento. Lo busqué en mi correo, lo releí y dije es perfecto, podemos hacer esto”, dice Thielen Armand.
Lo que más le gustó al cineasta del relato fue su dureza. “A mí siempre se me quedó en la memoria ese cuento porque es muy fuerte, muy preciso, muy contundente. Muy realista también, muy seco. Las primeras versiones del guión fueron muy duras, como una piedra”, asegura el cineasta, quien cuenta que mientras avanzaban en la escritura del proyecto decidieron cambiar la forma de contar la historia.
“En la fase de producción, incluso durante el rodaje, comenzamos a pensar el corto como una fábula, tratamos de alejarlo un poco de la realidad. Creo que a través de ese lente logramos crear algo que está como en un espacio liminal, en una frontera entre algo real y algo surreal. Ese es el aspecto que más me gusta de Pasta negra”.
Rostros reales y únicos
Como en otros proyectos, Jorge Thielen Armand trabajó con actores no profesionales. Lesbia López, Grieber Acosta y Mónica Zabaleta, las tres mujeres que le dieron vida a los personajes, son migrantes venezolanas. Este era un aspecto clave para el cineasta, pues siempre trata que los intérpretes tengan cierta relación con sus personajes.
“Trabajamos con actrices no profesionales, que eran migrantes de verdad, que pasaron por situaciones duras tanto en Venezuela como en su traslado a Colombia”, cuenta el cineasta, quien además se involucró de lleno en el proceso de casting.
Más allá de la actuación o de conseguir un perfil específico, lo más complejo del casting fue encontrar personas que estuviesen dispuestas a hacer los sacrificios físicos que requerían los personajes o, incluso, por las cosas que ocurren tras cámaras. “Siempre hay una situación que no pasaría con una actor profesional. Por ejemplo, en Pasta negra sucedió que el esposo de una de las muchachas de repente dijo: ‘No, tú no vas a hacer esa película, tú no te vas a cortar el pelo’. Casi que se iba a ir el último día”, cuenta.
Pese a las dificultades que supuso el proceso de casting, Thielen Armand está más que satisfecho con el trabajo de las actrices de Pasta negra. “Siempre pasa en este casting de no actores que la realidad supera las expectativas. Uno va con una idea y te encuentras con otra realidad y a veces esa realidad te da algo mejor. Siento que las actrices que tuve fueron maravillosas, no solo por su talento, sino también por sus rostros, bellísimos y únicos, que también dicen muchísimo”.
Para el director lo más importante de la historia que quería transmitir en el corto era el temor que sentía la abuela a ser abandonada. “Para mí lo más contundente era su sentimiento, el miedo de la abuela a ser abandonada y de cómo existen ciertos gestos que… por ejemplo, mi mamá me decía: ‘Es imposible que una abuela use a un bebé para asegurarse de que ellas van a volver’. Eso no está super claro en los diálogos de la película, hay quienes lo ven y quienes no lo ven, pero para mí eso era algo… quería tratar de entrar en la psiquis de la abuela, era lo más importante. Entonces, ciertas secuencias del cortometraje, que no están en el relato, tienen que ver con este espacio mental de la abuela”, explica.
Pasta negra logra transmitir todas estas emociones sin necesidad de mucho diálogo, apenas unas cuantas frases que intercambian los personajes. Los gestos, miradas y el entorno se encargan de decir lo que las palabras no pueden. Esto no estaba previsto desde el principio, fue producto de la manera en que se rodó el cortometraje.
“Creo que eso fue producto del hecho de que filmamos en película. Teníamos que ser muy económicos en la cantidad de metros que podíamos rodar porque solo teníamos siete latas, que equivale a 80 minutos. Entonces, hicimos mucho trabajo de reducir todo a lo más esencial, sobre todo los diálogos, porque ahí es donde uno se puede quedar colgado. Era poner todo en función de ayudar a estas actrices no profesionales y ayudar a la economía de la película. Por supuesto, a mí también me interesa hacer un cine más sensorial que informativo, y mis películas tienden a eso, yo busco como cineasta contar con imagen, con sensación, con sonido y no tanto con información, con textos”, explica el cineasta caraqueño.
Otro elemento que facilitó el rodaje fue filmar en Colombia y no en la frontera venezolana, como se planteó desde el inicio. “En la fase inicial yo tiendo a tratar de trabajar mucho desde la realidad. Me planteo situaciones muy realistas, pero eso tiene una logística muy compleja y unos costos muy elevados. No era una opción. Eventualmente la misma circunstancia me hizo llegar a Colombia porque, si bien la mitad del corto sucede allí y la otra en Venezuela, también necesitaba encontrar personas del elenco que fueran colombianas. Encontrarlos en Venezuela es más difícil que encontrar venezolanos en Colombia. El mismo corte me fue llevando hasta allá. Como no fue posible filmar en la frontera, grabamos todo en los alrededores de la ciudad de Cali”.
El rodaje, de cuatro días, fue en marzo. El corto estuvo listo entre agosto y septiembre, cuando Thielen Armand se lo mostró a Karina Saiz Borgo. “Le gustó muchísimo, le fascinó, de hecho, publicó unas cosas en internet. Me contenta y me alivia mucho que le haya gustado. Le comentaba a un amigo hace poco que muchas veces como público uno va a ver una adaptación de un libro convertido en película y siempre el primer comentario que uno hace o que uno piensa es ‘cuánto se parece al libro’ o ‘el libro es mejor’ y eso me parece que es un error. Desperté de ver el proceso de la adaptación, lo más sabroso fue transgredir el cuento. Yo le cambié el título, le cambié el final, le cambié varias cosas y eso fue muy enriquecedor porque el corto no es simplemente una traducción del cuento, es otra cosa, es independiente. Sí, está basado en un material, pero ese material se transfigura y se transforma”.
Thielen Armand ve cada película que realiza como una exploración personal, como hizo en La soledad y La fortaleza, pero también como una oportunidad de dejar registro de una realidad, de un momento específico de la historia en Venezuela. “Entiendo el cine como una herramienta para capturar y salvar imágenes, pero, al mismo tiempo, lo entiendo como un espejo para que la audiencia pueda verse reflejada. Una de las cosas que más me perturba de lo que vivimos como venezolanos es el atropello deliberado de la memoria, el querer borrar y cambiar la historia. Querer que se pudran las películas en la Cinemateca, que las obras no tengan segunda edición, que no se consigan los libros venezolanos. Eso me quita el sueño”.
“Para mí hacer una película tiene que ver con eso, no solamente desde ese nivel social político, sino también desde un nivel personal. En La soledad y La fortaleza estoy inmortalizando imágenes que tienen que ver conmigo, que son muy personales, de familiares míos, de lugares de mi infancia y, al mismo tiempo, me llena mucho poder dejar un registro de una situación que es poco entendida, poco conocida y que en el futuro vamos a necesitar de imágenes así para poder entender lo que pasó”, agrega.
Tras su estreno en Sundance, Pasta negra tiene un recorrido por otros festivales. “Espero que sean muchos más y que se vea en muchos lados. Estoy contento de haber iniciado en Sundance, creo que eso es un buen comienzo”.
En 2020, Thielen Armand estaba trabajando en La cercanía, la última película de la trilogía que comenzó con La soledad y La fortaleza. El proyecto está en pausa. “La cercanía avanzó mucho en esa etapa de desarrollo y luego por problemas con la productora principal en Francia quedó parado. Este año los derechos vuelven a mí y es algo que no sé si voy a retomar porque ha pasado mucho tiempo”.
No todo fue negativo. A raíz de la suspensión de ese proyecto, el cineasta comenzó a desarrollar otra historia: La muerte no tiene dueño, película que protagonizará la española Paz Vega y que espera comenzar a rodar en junio. “Es un largometraje sobre una mujer que regresa a Venezuela para recuperar una hacienda de cacao, pero los antiguos cuidadores están viviendo ahí no se van a ir para ningún lado”.
Aunque el director está enfocado en la promoción de Pasta negra y el rodaje de La muerte no tiene dueño, sigue escribiendo otras historias que espera desarrollar pronto. “Estoy concentrado en La muerte no tiene dueño y estoy escribiendo dos guiones más, pero ahorita ya en estos meses que vienen, de aquí a agosto, tengo que poner esos guiones en pausa y dedicarme 100% a la película porque quiero hacer una buena película”.