ENTRETENIMIENTO

Jonathan Glazer presentó en Cannes una devastadora historia sobre el Holocausto

por Avatar EFE

El Holocausto es un tema recurrente en el cine pero el británico Jonathan Glazer dejó este sábado a Cannes en estado de shock con una nueva mirada a la brutalidad nazi con la que trata de mostrar que los responsables de esos actos eran tan humanos como las víctimas.

Un punto de vista que hace que The Zone of Interest sea devastadora y que se haya situado inmediatamente como una sólida aspirante a la Palma de Oro del Festival de Cine de Cannes.

«Lo que intenta hacer la película es emocionar a cada uno de los espectadores, sea cual sea el origen. El hecho de mostrar que se trata de personas y no monstruos, era muy importante», explicó el realizador en una rueda de prensa junto a los protagonistas del filme, los alemanes Sandra Hüller y Christian Friedel, ambos espectaculares en sus papeles.

Con esta libre adaptación de la novela homónima de Martin Amis, Glazer se acerca a la vida cotidiana de Rudolf Hoss (Friedel), comandante de Auschwitz, de su esposa Hedwig (Hüller) y su familia, que vivían idílicamente en una casa con jardín y piscina detrás de cuyos muros se alzaba el campo de concentración y exterminio más brutal de los nazis.

«La tragedia es que los seres humanos son los que han cometido estos actos contra otros seres humanos, no deberíamos comportarnos así, pero creo que nada es imposible», señaló Glazer en Cannes.

Mientras Hedwig cuida de las flores, del jardín y de que todo esté perfecto en una especie de paraíso en medio del terror, Rudolf dirige con mano firme el campo de Auschwitz, lo que no le impide preocuparse porque no se arranquen las lilas de los árboles -porque sangran- o por el estado de sus animales.

Glazer no muestra nunca el interior de Auschwitz, del que apenas se ven las chimeneas detrás de los muros de la casa familiar. Pero juega con los sonidos de la maquinaria de asesinato de los judíos para hacer partícipe al espectador del horro que está ocurriendo.

«Como alemana siento una responsabilidad especial por interpretar a una mujer nazi que yo no conocía pero no hay manera de hacer este papel de una manera satisfactoria, exacta, no se trata de lograr algo extraordinario, se trata de conectarse a una presencia», señaló Hüller en Cannes.

Mientras que para Friedel fue una experiencia terrible porque en ocasiones se ve a sí mismo como el personaje.

«Anoche vi la película por segunda vez -en el pase oficial de gala- y me sentí muy incómodo porque en algunas situaciones creía que era yo y eso me asustaba», resaltó el actor, que también aseguró que es una historia que le ha hecho pensar mucho y espera que sea igual para la audiencia.

Una película que tiene cierta conexión con La cinta blanca (The White Ribbon) de Michael Haneke, aunque sean historias muy diferentes.

«Es de alguna manera la continuación de La cinta blanca, que es sobre los hijos de los perpetradores», señaló Friedel sobre un filme en el que los niños de los protagonistas están muy presentes.

Además, tiene una conexión con el filme de Haneke y es la «búsqueda de la autenticidad». «No se trataba de actuar, sino de ser, de encontrar la verdad».

Una película que se desarrolla en un momento y un contexto histórico muy concreto pero que «tiene relación con todas las épocas», en opinión de Glazer.

«Para mí creo que es importante hablar de ello y familiarizarnos con estos hechos trágicos y de mostrarlos para que las nuevas generaciones puedan descubrir lo que pasó a través del cine» y para que en el presente no se repitan situaciones de opresión contra las minorías, sean cual sean.

Rodada en Polonia -«no tenía ninguna duda de que debía ser así», afirmó Glazer-, la película ha supuesto para el director un viaje al horror que empezó por una visita a Auschwitz que le afectó mucho, lo que le llevó a mostrar el campo como está en la actualidad en una magnífica escena del filme.

Una película rodada como si la familia fuera real, con entre 5 y 10 cámaras que rodaban simultáneamente en distintas partes de la casa y el jardín y con el equipo ausente en la mayor parte del rodaje, dejando que los actores estuvieran solos en un plató que no parecía un plató porque todo estaba escondido para evitar toda sensación de artificialidad.