Johan Galué | Foto cortesía

La obra de Johan Galué es vasta, hipnótica y con un lenguaje propio. El artista zuliano, ganador del premio Arturo Michelena, es un trabajador incansable que agradece a todos los que le han apoyado desde que en 2017 comenzó a crear piezas en las que objetos y personajes rompen con el espacio y desafían la realidad. Como en los sueños.

En mi habitación, el cuadro con el que ganó el premio dotado de 15.000 dólares, es una buena muestra del trabajo de Galué, de 42 años de edad. En esta pieza, personajes de expresión sombría o neutra son insertados en un universo de movimiento y color intensos. Es un espacio donde bien puede abrirse un agujero a otra realidad o puede haber elementos fuera de contexto, como un ojo que nace de la rama de un viejo árbol o una silla puesta encima de una nube.

Es una forma de pintura que le abre un mundo de posibilidades al artista zuliano, quien no se detiene en explicaciones teóricas, pero sí considera que el surrealismo que ha estado trabajando no es tan común y señala que lo importante es la coherencia en el lenguaje que está desarrollando. «Allí donde me sumerjo cada vez que hago una obra me enfoco en eso: lo onírico, lo imaginativo. Cosas que voy descubriendo en cada obra que hago», expresó el licenciado en Artes Plásticas de la Universidad del Zulia.

Galué ya era conocido antes del Salón Arturo Michelena, que se inauguró en septiembre en el Museo de la Cultura de Valencia después de 15 años y que le abrió la posibilidad de hacer una individual en 2024 en la Unix Gallery de Nueva York, galería con la que trabaja junto a la Tarsinian Gallery, que tiene sedes en Miami, Maracaibo y Caracas.

En 2021 expuso una individual en el Museo de Arte Contemporáneo del Zulia titulada Entre la magia y la emoción tangible. Fueron más de 40 piezas que dieron cuenta de sus preocupaciones en el arte. Para comprender mejor su lenguaje, la muestra se dividió en las temáticas Mundos mágicos, donde Galué crea sus universos repletos de sueños, movimientos y color; Mutantes y collages, en el que destacan las figuras que se deforman por intervención de elementos externos o internos, y Seres internos, en el que las figuras, tristes la mayoría, son puestas en primer plano rodeadas de colores que parecen atormentarlas.

Johan Galué en su taller en Maracaibo | Foto cortesía

Según indica la curadora Susana Benko en el texto de catálogo para la exposición en el Maczul, Galué es un artista «cuya obra y pensamiento se mueven entre la magia y la emoción. Dos maneras de entender el mundo desde una mirada interior». Además, destaca su prolífica producción y la vehemencia e intensidad de sus imágenes que «nos hacen cuestionar, una vez más, qué es lo que en el fondo podemos considerar como real».

Reflexiona Benko: «¿Hasta qué punto la surrealidad es resultado de lo onírico y de la imaginación pura? ¿Acaso los sueños no son una realidad? ¿No será que estamos ante una realidad exacerbada que deriva de aquella que consideramos ‘verdadera’ u ‘objetiva’?».

Galué explicó que llegó a este lenguaje por la inquietud que tenía de hacer algo propio, aunque no estipula claramente de dónde vienen sus influencias, si de la ciudad o pintores específicos: «Nunca he salido de Maracaibo, nunca he viajado a otros países hasta ahora. Pero sí he participado en exposiciones en otros países. Hoy día, a través de esa ventana del Internet y tantas cosas, uno puede investigar, ver lo que se hace afuera. Todas esas cosas me han alimentado».

Para él, el punto es trabajar e ir logrando objetivos. «Aquí tuve el privilegio de compartir con un gran artista, José Ramón Sánchez, muy metido en el mundo del surrealismo. Creo que por ahí, con esas conversaciones, despertó algo internamente que me decía que estaba bien lo que estaba haciendo. Pero hay que ir más allá. Compañeros del medio me fueron orientando y fui desarrollando una propuesta. En 2017 eso empezó a madurar más», dijo.

Taller de Johan Galué en Maracaibo. A la derecha, el cuadro En mi habitación, con el que ganó el premio Arturo Michelena | Foto cortesía

A partir de ese año no solo definió su estilo, también lo contrató la Tarsinian Gallery, que le ha apoyado económicamente y le abrió un taller en Maracaibo para que se dedicara exclusivamente a la pintura. «No te va a faltar nada, solo trabaja», le dijeron. Esa tranquilidad, sin embargo, le generaba inquietudes a Galué, quien se considera una persona muy disciplinada y responsable que debía responderle a la galería con obra.

«Yo tengo que responder con la obra más allá de la tranquilidad que me puedas brindar en cuanto a lo económico. Tengo una responsabilidad importante. Esto no es un juego, sino que quiero construir cosas importantes en mi carrera. Eso se ha venido dando en los últimos años», afirmó.

Por eso trabaja todos los días, tanto en el taller de su casa como en el que le acondicionó la galería. «Todos los días me despierto en la madrugada, a las 4:30 am o 5:00 am. A esa hora comienzo a trabajar en el taller de mi casa, y luego en mi otro taller, al que llego a eso de las 10:00 am. Paso todo el día trabajando, estoy todo el día pintando. Si me toca trabajar de noche, lo hago».

Como artista sueña con que su obra llegue lo más lejos posible. Le gustaría, por ejemplo, representar a Venezuela en la Bienal de Venecia. «Quisiera participar en exposiciones importantes fuera del país, gracias a Dios ya eso se está dando. Iba a hacer una colectiva a mitad de este mes de noviembre en Nueva York, pero ahora eso se canceló porque haré una individual el año que viene».

Taller de Johan Galué en Maracaibo | Foto cortesía

Apartando la política, pues no le gusta mezclarla con el arte, aplaudió el regreso del Salón Arturo Michelena por abrirle las puertas a cientos de artistas. «Gana el arte, gana la cultura, y uno puede ver que aquí hay mucha gente talentosa que merece el apoyo de muchas galerías del país. El talento hay que apoyarlo», expresó.

El Salón Arturo Michelena, en el Museo de la Cultura de Valencia, estará abierto hasta el 8 de diciembre. Son más de 200 piezas expuestas de artistas de todo el país seleccionadas en un proceso en el que se recibieron 866 obras.


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