Son inimputables. Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina son inimputables. Son capaces de abrir uno de sus conciertos a dúo con un supuesto documental sobre aves migratorias que aterrizan (dos de ellas) por algún problema de cálculo, en Buenos Aires. Salir de gira es un trabajo para cualquiera que se quiera ganar la vida con la música. Lo que Serrat y Sabina ostentan a su favor es que ya tienen la vida artística ganada y lo demás es una cuestión económica. Por eso se dan el gusto de subirse juntos a un avión, para comenzar una serie de conciertos, en el Movistar Arena, con la que se dejarán llevar por lo que tengan ganas de hacer, sin autocensuras.
«Esta noche contigo» abre el primero de los shows y luego de varios pasos de comedia y una seguidilla de entreveros bien guionados (porque el público responde y lo festeja) llega «No hago otra cosa que pensar en ti», con algunas licencias poéticas adaptadas a dos hombres (ya bastante) maduros. Serrat, casi en un set de stand up, ridiculiza a Sabina como preludio de «Las malas compañías». Sabina levanta el guante y le responde antes de entonar «De cartón piedra», del Nano.
El repertorio de cada uno se comparte, se intercambia. «Una canción para Magdalena», de Sabina, se escucha en la voz de Serrat. Hasta hay un tono de estudiantina cuando salen vestidos de piratas para «La del pirata cojo» y son capaces de desvariar con comentarios sobre la juventud y la vejez que el público celebra a carcajadas. Para ese momento ya estarán amigados. Brindarán con champaña. Serrat otra vez lo increpará: «¿No era que de noche no bebías?». Y Sabina retrucará: «¿Qué, ya es de noche?».
También sonarán «19 días y 500 noches», «Nanas de la cebolla», del gran Miguel Hernández, «Lágrimas de mármol», «Cantares», «Lucía», «Mediterráneo». Otra catarata de éxitos: «Princesa», «Señora», «Hoy puede ser un gran día», «Lo niego todo», «Lo que yo quiero», «Y sin embargo». La banda hará silencio y se escuchará una marea de voces a capela que inundarán el estadio: «Y me envenenan los besos que voy dando. Y sin embargo cuando duermo sin ti, contigo sueño». A Serrat y a Sabina los trascienden sus canciones y eso se potencia cuando están juntos.
Doce años de aventuras
Todo comenzó hace 12 años, con un concierto en Zaragoza. Luego fueron otros 72 conciertos, durante 6 meses, de una gira que culminó en Argentina, en la cancha de Boca. Como testimonio dejaron registrado un CD y un DVD que llamaron igual que el tour, Dos pájaros de un tiro.
Cinco años después volvieron a juntarse. Escribieron canciones, grabaron un disco y volvieron a la ruta. La saga porteña fue de una veintena de shows. En 2019, un nuevo encuentro comenzaría en Chile, pero por el estallido social en el país vecino la actuación se canceló y el segundo punto de la gira, que denominaron No hay dos sin tres, pasó a ser el estreno de esta nueva etapa, y de un estadio que acaba de abrir sus puertas.
La «reincidencia» en las giras a dúo tiene que ver directamente con lo que cada uno representa en el valor que ha adquirido gracias a sus composiciones. Las canciones son las que los sostienen, más allá de cualquier golpe nostálgico al corazón de cada persona del público que los vaya a ver.
Poco antes del primer concierto de esta serie Sabina se refirió a la canción popular: «Las canciones cambian el mundo más personal, el mundo de las parejas, el mundo de la memoria, el mundo de la vida cotidiana, pero no el mundo político desafortunadamente. Hace muchísimos años que no creo en las canciones bandera. Ahora cualquier cosa que suceda puede inspirar una canción, eso sí». También Serrat habló del tema. «Cada tiempo tiene sus canciones, como va a tener su implacable futuro y va a tener también sus banderas, que las van a hacer los que participen de este tiempo».
Aunque ninguno de los dos podrán ser considerado artista de rock, son hijos de un tiempo en el que muchas cosas cambiaron y que mucho de aquello tuvo su reflejo en sus canciones, como crónicas de una determinada época. Es por eso que la puesta en escena que hacen cada cinco o siete años para salir de gira tiene en ellos una connotación muy personal (el hecho mismo de compartir el escenario) pero para el público, acaso, una sola excusa: escuchar y disfrutar sus canciones. Grandes canciones. Tan simple como eso.
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