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Jesús Soto, vibración y latido

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Jesús Soto, figura cimera del arte óptico y cinético, nació en Ciudad Bolívar, Venezuela en 1923. Estudió en la Escuela de Artes Plásticas de Caracas de 1942 a 1947. Originalmente estaba orientado hacia la pintura influenciada por los lenguajes post-impresionistas, que después varió hacia el cubismo. Pero el conocimiento de la obra de Kasimir Malevich, Piet Mondrian y los constructivistas rusos fue su puerto de embarque hacia la experimentación óptica en toda la extensión de la palabra, que sería el núcleo duro de su carrera.

Fue nombrado director de la Escuela de Bellas Artes de Maracaibo, donde estuvo de 1947 hasta su partida a París en 1950. Al llegar a París, con el nacimiento de los años 1950, se asoció a la Galerie Denise René, donde había otros artistas óptico-cinéticos como Yaacov Agam, Jean Tinguely y Victor Vasarely, con quienes participó en la exhibición Le mouvement (El Movimiento) en la propia galería en el año 1955. Denise René tuvo un papel preponderante en el auge y promoción de los movimientos más experimentales derivados de la abstracción geométrica, y realmente la asociación de Soto con ella y otros artistas del fecundo medio artístico parisino fue muy influyente para su obra, y para el movimiento cinético en general.

La obra de Soto alcanzó madurez muy pronto y enseguida comenzó a experimentar con otras vertientes del conocimiento, como la música, las matemáticas y el diseño urbano, en el enriquecimiento y exploración del arte. Sus construcciones cinéticas partían en ocasiones de materiales industriales, sintéticos, a partir de los cuales creaba sus piezas fantásticas que fusionaban ilusión óptica y realidad. Eran piezas de ruptura para la época, que quebraban esquemas compositivos tradicionales (equilibrio, clasificación en escultura o pintura, simetría). Al renunciar a la figuración y adentrarse en los caminos de la intelectualización de los fenómenos ópticos y cinéticos, Soto descubrió todo un universo de experiencias y emociones, que no partían de una anécdota o suceso representado por él, sino que más bien apelaban a una conexión con el espectador, con hacer un impacto en la vida del sujeto anónimo que se encontrase con una de sus obras, en un museo, galería o plaza pública…

Hacia 1957 Soto derivó hacia una abstracción más expresionista, que contenía elementos de ilusión óptica con otros objetos menos industriales, con texturas y deformaciones expresivas y hasta cierto punto sentimentales. Aunque esta etapa de su obra duró apenas unos años, y en 1965 ya se devolvió a su trabajo con geometrías más limpias y depuradas, fue una época muy especial dentro de su carrera. De estos años es precisamente una obra que sería fundamental para mí como coleccionista, Vibration, de 1961.

La manera en que esta obra llegó a mí, o yo a ella, es una historia que he contado mucho con el paso de los años, pero recordar es volver a vivir, y ese es un placer que me regalo a mí misma muy a menudo… Corría el año 1983 y yo andaba por París visitando FIAC (Foire Internationale d’Art Contemporain). Entonces una amiga me llevó a ver una obra, que era muy importante en su criterio. Fui a verla, pero mi reacción inicial fue de rechazo y atracción a la vez… Se trataba de un panel de yeso que tenía una suerte de patrón óptico a partir de líneas verticales que parecían oscilar ante mi mirada; y ese panel servía entonces de soporte a un relieve de metal oxidado, que parecía una figura animal en 3D, como de un ave deconstruida en segmentos y figuras geométricas, de una manera que me recordaba las pinturas cubistas. Ya yo tenía una mediana colección de obras de algunos maestros europeos del siglo XIX, artes decorativas, y varios maestros latinoamericanos modernistas, como Wifredo Lam, Roberto Matta, Rufino Tamayo… Ese era mi gusto en arte por aquel lejano 1983. Estuve un rato contemplando aquella obra en la pared, y me fui. Pero como siempre que algo se me queda en la cabeza mucho rato, tiendo a obsesionarme y a seguir pensando sobre ello…y ese mismo efecto tuvo sobre mi aquella obra «extraña» que me mostraron en FIAC. Como el pensamiento no me abandonó, entendí que aquella obra había creado en mí un nuevo paradigma, una fascinación por una manera nueva de expresión artística. Regresé y la compré. Y a partir de entonces, comencé a investigar y adquirir obras de geometría abstracta, óptica, cinética. Fue un gusto adquirido cuarenta años atrás que nunca he abandonado.

Esa obra era Vibration, el origen de mi colección abstracta. Después compré otras obras suyas, de sus escrituras monumentales, de sus vibraciones e incluso de sus diseños de prendas para usar. Sus fabulosos penetrables, que he visitado en muchos lugares del mundo, han constituido una de las experiencias más enriquecedoras con el arte interactivo.Pero aquella primera obra, se hizo entrañable para mí, y hoy la conservo en un lugar muy especial de mi colección.

Le invito a conocer más sobre mi colección y otros artistas latinoamericanos a través de mi canal de YouTube y mi website.

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