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Jesús Montoya: «Disfruto descubrir al otro a través de la poesía»

El escritor merideño de 23 años de edad es el ganador del Premio de Poesía Hispanoamericana Francisco Ruiz Udiel

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Es la segunda vez que Jesús Montoya es reconocido en un concurso internacional. La semana pasada ganó la primera edición del Premio de Poesía Hispanoamericana Francisco Ruiz Udiel, convocado por Valparaíso Ediciones, con su libro Hay un sitio detrás de los incendios.

Anteriormente había logrado destacar en el Concurso Hispanic Culture Review, organizado por George Mason University, con su ensayo La urbe de la desmemoria. Doble ambigüedad: sujeto y contexto en Nocturama de Ana Teresa Torres.

Le contenta que ahora sea la poesía el género que origine la buena nueva, un galardón que incluye la publicación del libro en México, España y Colombia. Montoya, nacido en Tovar, Mérida, en 1993, es licenciado en Letras mención Lengua y Literatura Hispanoamericana y Venezolana por la ULA y vive en San Cristóbal.

Como parte del reconocimiento obtenido en el Concurso para Autores Inéditos de Monte Ávila Editores, el año pasado apareció su libro Las noches de mis años.

Entre sus proyectos está conseguir una beca en algún país latinoamericano, tal vez Chile.

—¿Qué tan importante es el concepto de la memoria y todo lo que ella evoca en su poesía?

—La memoria es muy importante porque es el fundamento de la experiencia. Dentro de la poesía, aunque los recuerdos están quebrados, de alguna manera hay puertas que tenemos miedo de abrir. En mi obra he recorrido los espacios de lo doméstico, lo familiar y en este libro los mezclo con lo urbano. Todo representa la misma cuestión polifónica, la memoria como matriz de todas esas voces.

—¿Hay entonces una intención nostálgica?

—Quizá haya alguna especie de añoranza, pero más que un retorno, es la convocatoria al tránsito. Hablo de atravesarlo y recorrerlo.

—¿Cuándo empezó a escribir con la disciplina y la intención de publicar?

—Entre los 15 y los 16 años de edad comencé con pequeñas cosas, pero no fue sino hasta los 18 años que lo hice seriamente. Fue la época en la que empecé a estudiar Letras. Era muy inseguro con lo que hacía en el sentido de que al llegar a la universidad me di cuenta de que la literatura es mucho más seria de lo que imaginaba.

—¿Qué pretende con la poesía o ya es un objetivo en sí?

—Quiero llegar a la gente, pero sé que es un espacio complejo. El lenguaje poético a veces es poco accesible. Sin embargo, disfruto mucho compartirla con mis amigos, disfruto descubrir al otro a través de la poesía.

—Ha dicho que busca la universalidad en su obra.

—Me propongo eso, a pesar de que en los últimos libros que he escrito aparece el tópico de mi ciudad. Pero como peso material en el poema, geográficamente o de enunciación especial, me propongo a partir de lo típico generar algo universal; hacer que mi ciudad, San Cristóbal, se abra a un espacio que sería la frontera y todo lo que representa la casa como elemento fundamental que no está referido a un espacio cerrado.

—Hay también una necesidad de escape. ¿A qué se debe?

—Exacto. Se trata de estar afuera e ir encerrando al sujeto. Esa necesidad tiene que ver bastante con la situación que atravesamos en Venezuela. Sin embargo, la obra no pretende ejercer un plano objetivo. Se trata más bien de una experiencia personal que tiene como centro a la casa y la historia familiar. Si eso se comparte con las vivencias de los demás, increíble.

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