El azar también interviene en el mercado editorial. Pocos días después de la violenta reacción de Will Smith en la edición 94 de los Oscar, cuando le dio una bofetada al comediante Chris Rock por haber hecho un chiste acerca del aspecto de su pareja, la actriz Jada Pinkett Smith, llegó a las librerías la autobiografía del protagonista de King Richard. Por su actuación este último filme, obtuvo este año el Oscar al Mejor Actor luego de haber sido nominado en otras dos ocasiones.
Will, coescrito con Mark Manson, el exitoso autor de El sutil arte de que (casi todo) te importe una mierda, se lanzó en Estados Unidos en 2021. Publicadas en español por Planeta, las memorias del actor que fue «condenado» por la Academia de Hollywood a un ostracismo de diez años tienen un prólogo a modo de fábula, veintiún capítulos y un epílogo en más de 450 páginas, además de dos cuadernillos de fotografías familiares, de Smith con sus hijos, con sus parejas, con Nelson Mandela, Muhammad Ali, Jay Z y Beyoncé y la psicóloga junguiana y escritora Michaela Boehm.
Ordenado cronológicamente, comienza con la infancia de Smith -donde sobresalen, como el yin y el yang, su madre y su padre- y se extiende hasta su cumpleaños 50, en 2018, luego del rodaje de Bright, el filme policial de David Ayer para Netflix, protagonizado por Smith y Joel Edgerton en el papel de un agente orco. El actor, que creció en un ambiente de violencia doméstica, en la adolescencia pensó en quitarse en la vida. «Cuando tenía trece años, mi padre pegó a mi madre por última vez -cuenta-. Ella se hartó. A la mañana siguiente, se fue a trabajar y no volvió a casa. No se fue muy lejos, solo a unas pocas manzanas, a casa de Gigi, pero el mensaje estaba claro: se había cansado. Esa fue la primera de las dos únicas veces en mi vida en que tuve pensamientos suicidas. Pensé en tomarme pastillas, conocía también un lugar de las vías del tren donde un niño había perdido las piernas y había visto a personas cortarse las venas de las muñecas en una bañera en la televisión».
De niño inseguro que creció en un barrio de Filadelfia a estrella del rap y el hip-hop en su juventud y, sin escalas, de actor con problemas económicos a estrella de Hollywood, Smith narra de manera entretenida y por momentos en clave épica su trayectoria en el mundo del entretenimiento. Alterna el relato de sus logros con el de episodios difíciles que, según revela, pudo superar gracias al significado inscrito en su nombre propio: la voluntad. «He oído que la personalidad de un niño se ve influida por el significado de su nombre -escribe Smith-. A mí mi nombre me lo puso mi padre, me dio su nombre, y con él me otorgó la mayor virtud de mi vida: la habilidad para superar las adversidades. Me dio voluntad, que es lo que significa mi nombre en inglés, Will». La lista de agradecimientos, «la página más difícil de todo el libro», hay que buscarla en la cuenta de Instagram del actor (@willsmith).
Si bien Will encabezó por semanas la lista de libros más vendidos en el Sunday Times y el New York Times en 2021, y fue elogiado por celebridades como Oprah Winfrey, Idris Elba y Chris Evans, también fue visto como una estrategia corporativa -y megalómana- del actor estadounidense: «Había pasado de pobre a rico y de rico a actor arruinado sin experiencia para, de pronto, protagonizar la película más taquillera del mundo (por Día de la independencia)».
En reiteradas ocasiones se advierte que el libro parte de una introspección (abundan las referencias a la meditación, los retiros espirituales, el altruismo y la filantropía), pero a medida que se avanza en la lectura, va perdiendo el carácter narrativo e íntimo que pueden tener las historias personales para adquirir el tono del sermón y la autojustificación. «Las amenazas son una cosa -remarca el autor-. La violencia es otra muy distinta. Sin embargo, cuando creces en entornos violentos, la mente se adapta y percibe amenazas en todas partes. Llegas a la conclusión de que no te pueden pillar desprevenido ni una sola vez. Comienzas a responder de la misma manera ante las amenazas percibidas que ante la violencia real, aunque en realidad sean cosas muy distintas».
Alusiones a las bofetadas -reales y simbólicas- no faltan en Will. «Cuanto mayor sea la fantasía que vivas, más doloroso será el inevitable choque con la realidad -escribe la estrella de Soy leyenda-. Si apuestas por la fantasía de que tu matrimonio será feliz para siempre sin ningún esfuerzo, entonces la realidad te pagará de manera proporcional a tu nivel de autoengaño. Si vives la fantasía de que ganar dinero te llevará a ganar amor, entonces el universo te despertará de una bofetada, con la sintonía de mil voces cabreadas».
El miedo
«Yo siempre me he considerado un cobarde. La mayoría de mis recuerdos de infancia están marcados por algún tipo de miedo que sentía: miedo a otros niños, miedo a que me hicieran daño o a sentir vergüenza, miedo a que me consideraran débil».
Pero, sobre todo, me daba miedo mi padre.
Cuando tenía nueve años, vi cómo mi padre le daba un puñetazo a mi madre en la sien con tanta fuerza que se desplomó. La vi escupir sangre. Ese momento en ese dormitorio, probablemente más que cualquier otro momento de mi vida, ha definido lo que soy ahora.
Todo lo que he conseguido desde entonces, los premios y los reconocimientos, los focos y la atención mediática, los personajes y las risas, han estado marcados por un sutil deseo reiterado de pedir perdón a mi madre por mi inacción aquel día. Por fallarle en ese momento. Por no enfrentarme a mi padre.
Por ser un cobarde».
Jada Pinkett
«El alma y el corazón de nuestra unión era entonces, como sigue siendo ahora, una conversación intensa, luminiscente. Incluso ahora, mientras escribo estas líneas, si Jada y yo iniciamos una conversación, se prolonga durante al menos dos horas. Y no es raro que hablemos durante cuatro, cinco o seis horas seguidas. El gozo que sentimos al reflexionar sobre los misterios del universo vistos en el espejo de las experiencias del otro nos produce un éxtasis desenfrenado. Incluso cuando estamos en profundo desacuerdo, no hay nada en este mundo que ninguno de los dos disfrute más que la oportunidad de crecer y aprender del otro a través de una comunicación apasionada».