ENTRETENIMIENTO

Introspecciones pictóricas

por El Nacional El Nacional

Johan Galué es, ante todo, un gran artista. Su obra lo indica. Conversar con él, así lo confirma. Por circunstancias de su vida, ocupa parte de su tiempo trabajando como policía en Maracaibo. Afortunadamente, para su bien, en labores administrativas. Ha recibido mucho apoyo por parte de esa institución para poder disponer de tiempo para pintar, dibujar, así como para participar en la restauración de los frescos de la Basílica de Nuestra Señora de Chiquinquirá en Maracaibo. Viendo las cosas de este modo, es un hombre muy afortunado.

Desde su época de estudiante en La Universidad del Zulia, centró su formación e interés en el dibujo. De allí derivan gran parte de los personajes que conforman el universo temático de su obra. Muchos de estos personajes eran tratados de manera casi hiperrealista, con un dibujo cuidadoso en los detalles visto en el tratamiento del claroscuro en los volúmenes de los cuerpos, y, por supuesto, en los rostros. Sin embargo, ellos ya se insertaban en contextos difusos, permaneciendo suspendidos o flotando, indicando que no siempre lo veraz existe en la realidad tal como la vemos e identificamos. Desde entonces a la actualidad, Johan establece dislocadas relaciones proporcionales entre las figuras y los objetos, condición que persiste en los sueños e invenciones que ahora presenta.

Su obra más reciente justamente se centra en ello: en la presentación de mundos oníricos en los que impera la imaginación. Señala Johan que sus imágenes poco provienen de la realidad cruda que observa el policía, y más bien provienen de asociaciones que surgen de la práctica diaria del artista. Una práctica que realiza con humildad, en permanente intercambio de ideas con amigos artistas, poetas y músicos de Maracaibo.

Trabajar todos los días le genera constantemente nuevas imágenes. Estas relatan historias tanto en los dibujos como en las recientes pinturas de gran formato que expone en Realidades internas, la exposición que actualmente presenta en el Centro de Bellas Artes de Maracaibo. Cada obra tiene un sentido narrativo basado en la invención y en lo surreal, dos cualidades constantes en la tradición pictórica zuliana. Johan las asume y las reelabora según sus propios parámetros, pues, es partir de lo aparentemente ilógico que se opera todo un campo de significaciones en estas pinturas. De allí la presentación de personajes dislocados, incongruentes en sus proporciones o bien en la conformación de su anatomía. Los personajes y las cosas aparecen flotando o suspendidos en ambientaciones igualmente irreales.

Bajo este principio, cabe resaltar algunos elementos que se reiteran en estas pinturas. El primero de ellos es la violencia. Muchos personajes están descabezados o presentados a medio torso ‘estando vivos’. Rara vez aparecen completos. Están solos o relacionándose con otros; a veces atados a plantas o a cosas. Conviven entre objetos, en ambientes cotidianos como su habitación o bien navegando en espacios indefinidos. En ocasiones, alguna de sus partes se transfigura en otra cosa –una mano en un zapato, por ejemplo–, o se convierte en vegetal o en alguna masa informe, no humana. También a veces exagera su deformidad anatómica cuando un personaje presenta tres piernas o, a la inversa, reduce el cuerpo-torso y las extremidades de un personaje a un solo brazo. Cualquiera de estas opciones centra la obra de Johan en el ser humano así como en aspectos vivenciales, tórridos, de lo humano.

La imaginación desplegada de este modo posibilita la interacción de estos seres vivos-descabezados-transfigurados con los muertos. Aparecen en algunas ocasiones seres fantasmales cohabitando el mismo espacio. O bien se hallan en medio de calaveras o en un campo repleto de cabezas boca abajo. Son situaciones mágicas que pueden relacionarse con nuestra tradición cultural latinoamericana. En tal sentido, Johan no se sustrae de su contexto sino que lo absorbe y, a partir de sus referencias particulares, reinventa sus propias historias. Con una interesante particularidad: sus personajes, por más abruptos e informes que sean, son trabajados con sutileza e ingenuidad. Ello es visible en los toques –suerte de pétalos, gotas o simples manchas que flotan en el espacio–, así como en el tratamiento a veces plano y sintético de muchos de estos personajes y objetos que apenas se esbozan como siluetas. Lo cierto es que todo ello conforma el mundo imaginario e introspectivo de Johan Galué que, en medio de su naturaleza surreal, hace que su discurso plástico se llene de sentido y solidez.

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Susana Benko Curadora e Investigadora de arte. Miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte. Coordinadora Editorial en Venezuela de la revista Art Nexus.