Cuando el cuarteto de barítonos pensó en Venezuela para cerrar su gira 20th Anniversary Tour, lo hizo con estrategia. Esta nueva visita sería la quinta vez de Il Divo en el país, algo que también tenía que celebrarse. Y en grande. Sobre todo, a sabiendas de lo que ocurrió en 2022, cuando actuaron en la terraza del C.C.C.T.
«Este es nuestro último concierto en Latinoamérica, ¡y qué forma de hacerlo!», señaló emocionado el tenor suizo Urs Bühler en medio de una de las interpretaciones. «Esta gira que culmina en Caracas terminó siendo una noche inolvidable. No sé si es por usted, señora –señalando a una de sus fanáticas en primera fila–. O por todos ustedes –clamó con voz quebradiza mirando a la sala–. América Latina siempre sido una montaña rusa de emociones, buenas y no tanto, para nosotros. Por eso, llegar hasta aquí y en este país, ha sido lo correcto».
Tanto Bühler como David Miller, Sébastien Izambard y Steven LaBrie llegaban luego de presentarse gratuitamente en las afueras de un hotel de Miraflores, en Lima, ùes decidieron cancelaran su concierto en La Videna por fallas técnicas.
Este martes 4 de junio, la Sala Ríos Reina del Teatro Teresa Carreño recibió a la agrupación entre aplausos y mucha expectativa. Ofrecieron una noche llena de emociones, romanticismo y risas. Tal vez, demasiadas. Interactuaron con el público casi el mismo tiempo que cantaron. Derrocharon no solo talento, sino simpatía: se bajaron del escenario, regalaron y recibieron flores, se tomaron fotos, dieron abrazos y besos mientras conversaban abiertamente de su historia, convivencia, el paso de los años y los días sin Carlos Marín, querido exintegrante de la banda que falleció en 2022 tras una fuerte infección que le provocó el COVID-19.
Después de una hora y media de show, un falso final y 2 canciones de despedida que, pocas para el público, desplegaron una gran bandera tricolor cuyo nombre, Il Divo, bordado en lentejuelas sellaría el amor que tanto profesaron a Venezuela desde el «¡Buenas noches, Caracas!» con la que rompieron el hielo tras su primera interpretación de la noche.
Estaban cansados. Pero la energía que recibieron del público venezolano, reconocerion, fue una inyección de adrenalina.
“El apoyo y el cariño que siempre nos han dado lo llevamos guardado en el corazón”
Una experiencia 360
Reinaba el orden en las inmediaciones del Teatro Teresa Carreño. Se hizo cola desde la autopista para entrar al estacionamiento, pero sin congestión. A pesar, incluso, de los espacios que entre los alrededores del complejo cultural actuaban como aparcamientos callejeros.
El teatro se alzaba imponente. El anochecer capitalino lo hacía ver aún más solemne. Gracias a la combinación de sus luces tenues en azul, verde y amarillo, parecía el protagonista. Espectadores iban y venían tomándose fotos, haciendo videos, retratando el momento. Sobre todo los adultos mayores, que iban escoltados por sus hijos y nietos.
No hubo colas ni aglomeramientos. Cada quien encontró su tiempo y espacio para llegar al lobby de la Sala Ríos Reyna.
La experiencia fue distinta a otras antes de entrar. Hubo un despliegue de stands variopintos en las afueras de la sala: el de radio, donde se llevaba a cabo un programa en vivo; el de vinos y espumantes cuyos productos se vendían entre 4 y 7 dólares dependiendo de la etiqueta; también hubo degustaciones de raviolis bañados en salsa napolitana y aceites de oliva extra virgen en panes tostados con queso parmiggiano y, finalmente, un espacio de perfumería del Emporio Armani.
Adentro, la promesa de comenzar a las 7:00 pm no se cumplió. Fue media hora después que la telonera de la noche, la cantautora venezolana Marilyn Chirinos, se adueñaría del escenario entre pinceladas de jazz y bossa dentro del universo del pop.
A las 8:00 pm la gente seguía llenando la sala. El público, en su mayoría millenials y baby boomers, llagaban graneaditos, sin prisa, a una Ríos Reina cuyo aforo aún tenía un 40% de sillas vacías.
No obstante, la música de Chirinos entre gesticulaciones apasionadas y mucha picardía, llenaba de energía y calidez la atmósfera. Fue contemplada en silencio, con admiración y respeto entre tímidos aplausos que fueron acrecentándose a medida que pasaban su media docena de canciones.
Con «Nidito», su quinta, comenzaron los gritos. «¡Bella!», le decían, a lo que ella respondía con histrionismo y seducción, haciendo eco de sus dotes teatrales.
Cantándole al amor y al desamor, con temas propios y de artistas como Armando Manzanero, se despidió a las 8:20 de un recinto lleno. Agradeciendo el cariño y emocionada por ser quien diera paso a Il Divo, se despidió con el deseo de ser ella, algún día, quien llene una sala como la que tuvo en frente durante sus 45 minutos de presentación.
Il Divo, la hora de la verdad
«Qué exquisitos son». Así los describieron algunas de sus fanáticas quienes, desde sus asientos, no dejaban de admirar a los caballeros que salieron a las 8:30 pm al escenario. Vestidos con elegantes esmóquines y corbatines de color negro, y una rosa roja destacándoles en el bolsillo, se robaron elogios, suspiros y bufidos tanto femeninos como masculinos.
Il Divo comenzó el show con una presentación en blanco y negro de sus momentos más memorables. Una retrospectiva detrás de bambalinas de lo que ha sido su gira hasta hoy. Recuerdos que le abrieron camino a «Regresa a mí», su primer tema de la noche y que, en seguida, arrancó la primera interacción con el público.
Entre sonrisas y saludos de todos los integrantes, siguió «Hoy tengo ganas de ti», interpretación que les valió de piropos y chillidos, sobre todo en primera fila, de un grupo de jovencitas que se hicieron notar durante la noche por sus vestidos largos, coronas de luces led y la entrega de un ramo de flores para cada uno.
«Son ya 20 años», recalcaron. «¿Pueden creerlo? Parece que fue ayer que grabamos ‘Regresa a mí», atajó Sébastien Izambard. Hizo referencia a las mujeres venezolanas, lo que más le gusta del país, tanto o casi tanto como componer.
Los chistes y las bromas nunca se agotaron entre ellos. Se cantaban entre sí, sonreían mucho y dejaron claro que el poder de sus voces era sinónimo de su nombre, Il Divo.
Cantaron en español, italiano e inglés. Entre su repertorio brilló «Crazy» de Gnarls Barkley; «Unchained Melody» y «Hasta mi final», de las más coreadas.
Transcurría la noche y el espectáculo seguía llenándose de lujo y emoción. Además, las vibrantes voces de Il Divo transmitieron pasión por el arte escénico, con una cuidada puesta acompañada de una pantalla gigante que magnificó cada una de sus notas, dándole ponderación a las fuerzas de la naturaleza, entre rayos, agua, galaxias y cielos.
«Perfect» de Ed Sheeran, se interpretó casi en acústico, con guitarra en manos de Izambard y los demás sentados en medio del escenario. «Despacito», de Luis Fonsi; «Talking to the moon», de Bruno Mars, «Isabel» y «Despertar sin ti», una nueva compuesta por el grupo, sellaron los primeros 45 minutos de concierto.
Una despedida agridulce
Con espíritus semejantes al de Giacomo Casanova, se entregaron al amor del público al cantar «Bésame mucho», «Quizás, quizás, quizás», «All by myself», y «Adagio», marca de Il Divo.
Fueron 15 las canciones interpretadas. «A mi manera» fue la del falso final y que arrancaría del público un ensordecedor grito masculino al que los cantantes no ignoraron. «¡Señor! ¿Qué le pasó? ¿Todo bien?», replicó Sébastien bajando del escenario y entregándole el micrófono.
«¡Solo quería decir que Dios los bendiga! Gracias por regresar. Venezuela los ama mucho. ¡Qué talento! Gracias, gracias», repitió emocionado el fanático. El hombre pasaba los 60 años.
Agradeciendo de vuelta y aprovechando la oportunidad para seguir interactuando con los asistente entre besos, agarradas de mano e infinidad de selfies, se despidieron dejando una Ríos Reyna oscura pero rebosante que pedía más.
Cerca de las 10:00 pm, «I have nothing» de Whitney Houston, «Time to say goodbye» y «Por ti volaré» fueron las últimas canciones de una noche que se quedó corta para los asistentes quienes, entre gritos y aplausos, comentaban que había sido muy rápido el concierto.
“¡Gracias, Caracas! ¡Hasta los próximos 20 años!”
Miraron al techo, agradecieron a sus músicos, recordaron brevemente a Carlos Marín y levantaron la bandera de Venezuela que les regalaron en plena presentación. Dijeron adiós no sin antes prometer que regresarían a una Venezuela que les ha dado tanto.