«Tengo una obra para que ganemos el Grammy Latino», le dijo convencido Huáscar Barradas al productor musical Eduardo Martínez en una llamada telefónica. Era un proyecto ambicioso, que sólo podía desarrollar en Venezuela con músicos de El Sistema. Sabía que Huáscar Barradas Four Elements Immersive Symphony for Orchestra and Chorus tenía todo lo necesario para llevarse el gramófono. Y así fue. El 16 de noviembre se alzó con el premio al Mejor Álbum de Música Clásica en la más reciente edición de los Latin Grammy, la primera celebrada fuera de Estados Unidos, en esta ocasión en Sevilla, España.
Hace 18 años, el músico se prometió a sí mismo que escribiría un set de flauta, el instrumento al que le debe su carrera. No pudo hacerlo. La situación de Venezuela, cambios en su trabajo y una mudanza de país se lo impidieron. Pero nunca lo olvidó. Lo tuvo presente día tras día hasta que, finalmente, pudo lograrlo.
No hizo lo que se imaginó, hizo algo mucho más grande. Era un proyecto mucho más ambicioso, más retador. Contactó a grandes colegas y amigos para que se sumaran al proyecto: María Beatriz Cárdenas, Eduardo Martínez padre y Eugenio Carreño. Por la dimensión de la propuesta tenía claro que la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, dirigida por Ollantay Velázquez, y la Coral Nacional Simón Bolívar eran ideales para interpretar las piezas. “Al final, todo salió como debía”, dice el flautista.
Ha sido el proyecto más retador de su carrera. No sólo era la primera vez que componía una obra sinfónica para orquesta y coro, sino que también era una propuesta inmersiva, completamente sensorial. Quería hacer algo diferente porque considera que la música clásica debe avanzar, innovar. “Tengo que competir contra artistas como Bad Bunny y de todos los géneros”, dice el músico.
Para Huáscar Barradas el Latin Grammy más que un reconocimiento para él y las personas que hicieron posible el disco, es un reconocimiento para el trabajo que ha hecho y sigue haciendo El Sistema por la música académica en el país. “Cuando mencioné a los niños en mi discurso era para que los chamos que me veían sintieran que pueden llegar ahí. Yo fui igual que ellos. Espero que este Grammy tenga una repercusión en la juventud venezolana”, desea el músico, quien entre sus planes para el próximo año tiene tocar el álbum en vivo en varias ciudades del país.
—¿Qué significa el Latin Grammy para su carrera?
—Es el reconocimiento a Venezuela como país porque esto es un proyecto muy ambicioso, el reconocimiento finalmente a El Sistema, a la Orquesta Simón Bolívar, al Coro Nacional Simón Bolívar, a los productores, a los ingenieros de sonido, a la gente que estaba en la sede de El Sistema abriendo puertas, trabajando hasta la madrugada. Es un reconocimiento a todos esos niños, a todas las mamás que creen y viven la música como un camino transformador que permite lograr cosas extraordinarias. Eso por una parte y dejando eso claro, porque fue un trabajo en grupo para lograr este Grammy, lo que ganamos fue algo importante. Fue el Álbum del Año en la música clásica. Eso tiene un peso muy valioso.
En lo personal hay un vuelco muy grande porque hay mucha gente que no sabe que existe el otro Huáscar, que fue miembro fundador de El Sistema, que ha tocado por más de 40 años, que tengo una formación académica muy sólida porque yo estudié en Venezuela y después en Estados Unidos y Alemania. Todo eso repercutió cuando decidí dar el salto a componer una sinfonía inmersiva, que no es una canción de tres minutos ni un jingle sino que ya estaba jugando en las grandes ligas a nivel de composición. Cambia todo. Por eso, para mí fue un gran desafío, un gran momento en mi vida después de 40 años de carrera. Pero, evidentemente, es el cambio del Huáscar que toca flauta, el instrumentista, al Huáscar que se atrevió a meterse en un campo tan complejo como lo es el de la música sinfónica y, en este caso en particular, es una obra muy compleja porque no solo es una orquesta sinfónica, es la orquesta más el coro. En lo personal, es un paso muy grande para mi como artista.
Esta fue una obra que hice para mí mismo. Hubo un momento en mi vida, hace año y medio, en el que buscaba abrir nuevos caminos. Era una promesa que me hice a mi mismo de que debí haber compuesto… Hace 18 años me prometí que escribiría un set de flauta y nunca lo hice, pero salté a algo más complejo y profundo que eso. Sobre el tema de escoger los cuatro elementos, viene de una necesidad de avanzar, porque tengo que competir contra artistas como Bad Bunny y de todos los géneros, porque la música clásica tiene que avanzar y evolucionar, y esta es una música que se puede cantar y se puede sentir en cada movimiento, que tiene una historia. Por ejemplo, el fuego que es destructivo, pero que al mismo tiempo es el comienzo de un renacer. ¿Cómo pones eso en notas musicales? Son sentimientos.
—Dedicó el premio a El Sistema por todo el trabajo que ha hecho y sigue haciendo por la música, pero sobre todo por los niños.
—Los que entramos a El Sistema nunca salimos. Yo a pesar de que me fui por varios años para Alemania no puedo olvidar que conocí a José Antonio (Abreu) a los 11 años, esa es una realidad. Él me vio tocar flauta. Hay una realidad que está ahí, yo me crié ahí, son mi familia. Todavía voy a todos los núcleos, doy cursos. Creo que este disco, en las condiciones que se grabó, solo se podía hacer en Venezuela y con El Sistema porque comencé a hacer grandes correcciones, a variar y a mejorar la obra, porque estaba en los ensayos viendo y tomando nota para al otro día decir: ‘Mira, quita la página 3 y pon esto’. Yo iba cambiando y experimentando. El hecho de que se hiciera en El Sistema es lo que ayudó a que yo pudiera crear una obra de tal magnitud. Claro, yo soy flautista y no puedo negar mi carrera, pero esto es otra cosa. La composición es como mi nuevo amor. Hay gente que ha borrado mi pasado de haber estudiado tanto. Son 25 años y 18 discos. Pero esto está llevando mi carrera hacia otro lugar, que me parece interesante. Recuerdo que cuando terminó el primer ensayo le dije a la orquesta y al coro: ‘Señores, prepárense, mínimo nos van a nominar al Grammy Latino’.
En mi discurso cuando mencioné a los niños y digo: ‘Qué bueno que nos entregaron una flauta o una viola en vez de una pistola’ es para que estos chamos que me ven sientan que pueden llegar ahí. Yo fui igual que ellos. Yo espero que este Grammy tenga una repercusión en la juventud venezolana y en la gente, que tiene que saber que independientemente de los gobiernos la respuesta también está en nosotros.
—¿Qué representa este premio para la música académica en el país?
—Pienso que es algo que no pasó anteriormente porque los venezolanos hace 15 años no metíamos eso. La primera vez que yo fui nominado a un Grammy fue porque alguien lo postulço, yo ni sabía. Creo que nosotros antes no nos preocupamos por eso, pero este reconocimiento tenía que venir, era casi inevitable. Creo que si Gustavo Dudamel hubiera grabado un disco hubiera ganado él, porque su nombre es muy pesado. Esto va a ayudar a restablecer todas las instituciones para que sepan el poder que tiene la música.
—¿Cómo surgió el proyecto?
—Cuando comencé a componer veía que la partitura era cada vez más gigante. Entonces, cuando llamé a Eugenio Carreño y Eduardo Martínez les dije: ‘Eduardo, tengo una obra para que nos ganemos el Grammy’. Esas fueron mis palabras. Es una locura que hace año y medio yo le haya hablado así a él. Como tenía confianza le dije a ellos dos sobre esta idea que tenía, claro, ellos no sabían de lo que estaba hablando y me preguntaron cómo era todo. Luego viajé a Venezuela y programamos el primer ensayo, cuando escucharon la obra se sorprendieron y comenzamos a hacer las evaluaciones.
En el proceso, hubo muchos problemas técnicos. El coro casi nunca podía ensayar porque estaba de gira, la orquesta tenía la programación super full, por lo que la grabación se cambió tres veces (…) Pasaron muchas cosas. Andrés David Ascanio era el que iba a dirigir, pero Gustavo Dudamel se lo llevó y quedó la obra sin director. Terminó dirigiendo Ollantay Velásquez, que era el violinista de la orquesta. Al final, todo salió como debía.
—Además de dirigir la orquesta, ¿qué papel jugó Ollantay Velázquez en el proceso de elaboración del disco? ¿Cómo se contrastaban las ideas?
—En cuanto a la composición, la decisión era mía. Ahora bien, como María Beatriz Cárdenas, Eduardo Manrtínez padre, Eugenio Carreño y Ollantay tenían la partitura, se dedicaron a pulir la obra porque en la música clásica la partitura lo dice todo, no hay nada que cambiar. Ellos se dedicaron a cuidar todos esos detalles para darle la sonoridad que yo imaginaba en mi mente y la parte inmersiva. Son personas con mucha experiencia en la música clásica y eso ayudó mucho. Cuando los músicos conocen bien la obra es más fácil para ellos desarrollar un proyecto así, sobre todo si también vienen de ese mundo, de la música clásica. Siempre estuvimos 95% de acuerdo como grupo de lo que queríamos en la mezcla.
—¿Qué inspiró el concepto del álbum?
—Bueno, fíjate, hay varias varias cosas. Número uno, yo soy un fan de estas cosas inmersivas, de Van Gogh immersive, Frida Kahlo immersive y me gusta el arte y yo creo que el arte contemporáneo va más allá, no es suficiente ver, escuchar o tocar; es poner todo eso en uno, en una experiencia inmersiva como cuando te subes a una atracción de Disney. Yo estaba buscando eso. Esta obra está hecha para que sea una experiencia sensorial. Los conciertos que estamos preparando para 2024 estarán acompañados de imágenes para que la gente pueda entender el concepto porque esta es una música descriptiva. Yo basé todo esto en imágenes que tenía en mi mente. Por eso, cuando estábamos hablando con Eduardo Martínez padre, que es el productor, me dijo: ‘Huáscar, esto está en otro nivel’.
—¿Cuánto tiempo les tomó terminar el disco?
—El primer ensayo nos tomó un mes. Lo interesante de todo esto es que después de lo malo vino lo bueno. Yo me llevé unas grabaciones y al llegar comencé a reescribir cosas y a mejorar lo que ya sonaba chévere. Es como cuando estás haciendo un sancocho y alguien dice ‘vamos a echarle una zanahoria y cilantro’ y el chef se lo echa y se da cuenta de que quedó mejor de lo que ya estaba. Yo era el chef y estaba probando el sancocho todos los días. Eso me dio tiempo para poder hacer las correcciones finales para que todo quedara bien a nivel de orquestación y sonoridad. En total, fue una semana de grabación y hubo cuatro ensayos más. La postproducción duró mes y medio. Todo ese tiempo para una obra tan compleja es nada.
—¿Cuántos músicos participaron?
—Para poder grabar esto se necesitaron que más de 200 personas estuvieran involucradas.
—¿Y cuánto tiempo le tomó componer la obra?
—Yo le digo a la gente y no me cree. Yo compuse esa obra en tres meses y medio, eso nadie me lo cree. Yo tenía todo claro en mi cerebro y estaba enfiebrado. Yo no quería salir, ir a fiestas, hacer deporte. Cada minuto libre que tenía lo dedicaba a componer. Desde enero hasta marzo/abril del año pasado, pero yo había compuesto la primera parte de la obra unos meses antes, en noviembre. Esa parte fue lo que más me gustó y tardé mucho tiempo pensando en eso, unas dos semanas. Yo le digo los sketches, porque una vez que los tengo, todo lo demás va a funcionar.
—¿Hay planes de tocarlo en vivo?
—Ya hubo un primer encuentro con Héctor Palma, el cineasta venezolano que está en México, que fue la primera persona a la que le conté esta idea y hemos estado conversando. Estoy tratando de armar un equipo para hacer que el show sea interesante y que sea un plus para el performance. Si no llega a ser tan inmersivo que, al menos, esté acompañado de esas imágenes para que la gente se meta en el rollo y para que entienda el concepto.
—Sin duda, era un proyecto retador ¿Cómo vivió la experiencia?
—Creo que lo más bonito fueron los ensayos con el coro y la orquesta. No recuerdo si era en el movimiento Agua que me salían las lágrimas. Yo estaba sentado al lado del director y hubo un momento en el que se me erizaba la piel y sentía unas ganas profundas de llorar de emoción. Hay partes de la obra con melodías muy bellas. Por eso, siempre digo que vale la pena todo el esfuerzo. Para mí lo más grande, más allá del Grammy, es que la música tenga el poder de conmover.
—Es su primer disco es un tiempo. ¿Por qué?
—Si, es el primero en muchos años por la misma situación de Venezuela y desde que me vine a trabajar a Estados Unidos. Quizá la razón por la que estoy componiendo más y viviendo una vida de compositor es porque estoy trabajando componiendo música para una empresa que se llama Harmony. Compongo música para trastornos del sueño, meditación y mejor vivir. Todo eso me dio las herramientas. Desde hace cuatro años estoy componiendo tanta música que mi pluma se ha ejercitado mucho y lo que para mí antes era complicado ahora lo hago súper rápido.
El último disco que saqué fue con mi banda en 2014, llamado Caribe. Mis amigos me decían que por qué no componía, pero también me vine a Estados Unidos hace cuatro años. He estado trabajando mucho, pero también comencé a vivir otra situación como compositor con Harmony, que me daba cierta estabilidad en un país que estaba quebrado. Hay que pensar también que la razón por la que muchos venezolanos no produjimos más música era porque económicamente el país estaba muy mal.
—Este mes tiene dos shows de Hallacas con flauta, uno en Caracas y otro Maracaibo ¿Volver para presentarse sigue siendo especial para usted?
—Hallacas con flauta ya tiene 20 años, tengo 20 años tocándolo y me parece increíble que todavía miles de personas van. Es bonito ver que niñitos que tenían 10 años, ahora tienen 20 y me dicen: ‘Señor Huáscar, mi papá me llevaba a sus conciertos de chiquito’. Ahorita los conciertos de Caracas y Maracaibo serán muy importantes porque emocionalmente estoy un poquito más cargado de ilusión y amor por Venezuela. Hallacas con flauta es un homenaje a la familia, a la Navidad venezolana. Voy a tocar también en Hogar Bambi, en ancianatos y dar a unas clases.
—Un consejo para la nueva generación de músicos.
—Mi consejo es lo que digo siempre: no permitan que nada ni nadie les robe sus sueños. Uno tiene que atreverse. Venezuela es un país en el que la zona de confort es una de las peores cosas que puede tener un ser humano.
—En sus años de carrera musical, ¿qué siente que debe agradecerle a su instrumento? ¿Qué le ha dado?
—Huáscar sin flauta no existe. La flauta para mí es mi compañera, mi amiga, mi confidente; la que me acompaña en mis momentos de soledad y tristeza. Yo agarro la flauta y me salen todas las ideas. Es una extensión de mi cuerpo. Yo le agradezco todos mis éxitos y mi vida, que está totalmente alineada al instrumento. A veces me siento muy mal porque no le dedico el tiempo que le dedicaba antes, pero tengo prometido que voy a comenzar a dedicarle más tiempo. Mi flauta sigue siendo mi raqueta de tenis, mi bate de beisbol, mi pelota de baloncesto. No hay nada que yo disfrute más que tocar sobre un escenario.
—¿Qué proyectos tiene para el próximo año?
—Mi proyecto más importante es poder lograr en el primer trimestre estrenar mi obra en Caracas y después en otros lugares del mundo. Me gustaría empezar en Caracas y hacer una gira nacional. Me emociona poder lograrlo.