Volvió a mirarse en una pantalla luego de mucho tiempo. Desde hace semanas Venevisión transmite Ka Ina, la exitosa novela de César Miguel Rondón en la que interpretó, en 1995, a uno de los personajes más importantes de una trayectoria que suma más de cuatro décadas en la actuación: Maniña Yerichana, una poderosa mujer de la selva, sacerdotisa abandonada por sus padres y criada por una manada de jaguares.
Han pasado 25 años desde entonces. Y la actriz Hilda Abrahamz, aguerrida y valiente como aquel personaje que interpretó, hoy se mira y ve a una mujer tranquila que en el último año, el de la pandemia, ha aprendido a vivir de una manera más reposada.
Se propuso, desde siempre, demostrar que a su belleza la acompañaba el talento. No le tema al paso del tiempo, pero tampoco le gusta hablar de su edad: se cuida para verse bien y sentirse mejor.
Atribuye su éxito a la constancia y a lo exigente que ha sido siempre consigo misma para continuar en la actuación. Quisiera estar sobre los escenarios, pero vive en un país, Venezuela, que no se lo permite. Por eso quisiera salir, aprender, y volver actuar.
—¿Qué pensó en el momento que le dieron la noticia de que volverían a transmitir Ka Ina?
—Fue una novela muy linda. Una gran producción de Venevisión. La gente quería verla de nuevo en la televisión venezolana, por eso me pareció una excelente idea. Mucha gente se quedó con ganas de volver a verla, así que me alegra mucho que esté en pantalla.
—¿Cómo recuerda esta telenovela? Ha mencionado en varias ocasiones que este proyecto representa algo importante en su vida. ¿Por qué?
—Antes de Ka Ina comencé a trabajar recién salida del Miss Venezuela y a mi regreso me vio un ejecutivo que me invitó a formar parte de RCTV. Allí di mis primeros pasos e hice mis primeras novelas en las que casi siempre era la figura antagónica, la bonita, la mala. Comencé haciendo ese tipo de papeles, pero el personaje no era escrito para Hilda Abrahamz, simplemente era una figura atractiva. Pero a partir de Ka Ina empiezan a escribir los personajes para mí. Fue una oportunidad para demostrar que había madurado como actriz porque fue un personaje muy exigente, para el que me preparé mucho. Desde que inicié mi carrera me preocupé por prepararme bien. Con Ka Ina comencé una nueva etapa porque la gente me ubicaba en otro sitial.
—Dijo hace poco que Hilda Abrahamz es igual a Maniña Yerichana, ¿en qué sentido?
—Cuando yo digo que Hilda Abrahamz es igual a Maniña Yerichana es por lo apasionada. Porque ella es una mujer en todo el sentido de la palabra. Una mujer que no se puede definir, que está hecha a la medida de las circunstancias. Esa soy yo. Soy aguerrida y siento que tengo muchas cosas de ella. Soy una mujer que no se queda en los laureles, peleo por lo mío y no me rindo fácilmente.
—La telenovela tuvo mucho éxito internacional. ¿Cómo lo vivió en su momento?
— No lo creerás, pero yo ya tenía mucho tiempo viviendo la fama; desde que fui candidata al Miss Venezuela. Yo participé en una época en la que el concurso era muy importante y las misses éramos reconocidas. Ya era famosa. Obviamente, cuando comienzo a trabajar en televisión me conocieron en otros países. Pero yo con la fama siempre he sido muy tímida. No me lo he creído mucho, he vivido mi fama de una manera muy natural. Aunque Ka Ina tuvo éxito internacional, siento que no fue tanto como el que debió tener porque fue una gran producción. De hecho, fue la novela más vista en Rusia. Mi Gorda Bella tuvo mayor repercusión y por eso digo que me he tomado la fama muy a la ligera.
—Desde muy temprano conoció la fama, ¿se arrepiente de algo?
—Siempre he sido una mujer tranquila. Eso me ha ayudado a asumir todas las situaciones que de alguna manera han sido retos que me he puesto. Participar en el Miss Venezuela me ayudó mucho a perder la timidez. Imagínate tú lo que ha sido enfrentarme al ojo público durante tantos años. También ha sido un poco duro. No es fácil, a veces a uno le pegan ciertas cosas. Pero creo que eso también tiene que ver con mi manera de ser, he tomado las cosas de una manera muy tranquila.
—Muchas cosas han cambiado desde 1995, ya las producciones no tienen el mismo nivel. ¿Cómo se asume que el éxito de esta novela quedó en la memoria de los venezolanos y es un patrón de referencia para producciones actuales?
—Yo creo que es algo que se transmite. También tiene que ver un poco con todo lo que ha pasado en el país, como el cierre de Radio Caracas Televisión y todo lo que sentimentalmente ha significado. La gente siempre tiende a añorar los tiempos vividos. Con el regreso de Ka Ina la gente se ha trasladado a esa época y añora no solo las grandes producciones sino la etapa de una Venezuela diferente, un país pujante. La situación actual obviamente es crítica y ya no se hace nada de televisión. Yo te diría que sería diferente si las condiciones del país fueran otras y la producción es mala; tendría otra posición para poder criticar, pero ahorita no hay cómo comparar una producción.
—¿Es posible que Venezuela vuelva a tener novelas exitosas como Ka Ina?
—Si nuestra televisión logró ser exitosa fue porque hubo grandes personas que se formaron para ello. Por eso estoy segura de que sí se podrá. Aún queda talento muy bueno en Venezuela. Hay semillas sembradas y ganas, solo hay que darles la oportunidad.
—En esta producción participaron actores y actrices como usted y Jean Carlo Simancas, ¿cree que habrá una nueva generación?
—Pero por supuesto. Yo siento que hay actores que han continuado con su formación, solo que no tienen dónde expresar su arte. No tienen la misma oportunidad que tuvimos nosotros, que contábamos con la televisión y grandes producciones. Creo que aún queda mucho talento.
—¿Qué le falta a la televisión venezolana hoy para tener producciones reconocidas?
—Hay una falta de recursos y de talento porque muchos se han ido. Es una falta de todo.
—¿Ve televisión nacional?
—No, porque no hay buenos programas. La comencé a ver un poco por Ka Ina porque es una manera de reencontrarme con mi gente.
—¿Cree que si el país fuera otro, con una industria de la televisión, usted estaría hoy en ella?
—Si tuviera la oportunidad de hacer televisión, estuviese haciendo televisión porque a mí me encanta. Yo amo mi trabajo, mi profesión. Amaría estar haciendo teatro o televisión. Me hace muchísima falta.
—¿Le teme al paso del tiempo como mujer y como actriz?
—No he tenido tiempo de pensar en eso porque hace mucho que no trabajo en televisión. Más joven también me tocó asumir roles de madre. Es decir, yo nunca le he tenido temor a eso. Realmente lo que yo amo es actuar y me encanta la caracterización. Además, siempre me he cuidado, he hecho ejercicio. A mí me gusta verme bien. Nunca he tenido esos complejos de interpretar personajes mayores.
—Hace una década se desnudó para la revista Playboy Venezuela, ¿lo volvería a hacer hoy?
—No (risas). Eso ya es una etapa quemada. Eso lo hice en aquella oportunidad, pero no; eso ya está superado.
—¿Cine, teatro, televisión? ¿Hoy dónde le provoca estar más?
— Amo la actuación en cualquiera de los tres escenarios.
—Ya llegó al cine internacional con Azul y no tan rosa, ¿qué significó el personaje de Delirio del Río para usted?
—Delirio fue un gran personaje que también me marcó. Más que todo por la proyección que tuvo. Nos ganamos un premio Goya y eso es una gran referencia en mi carrera. Es un personaje que escribió Miguel Ferrari para mí; yo lo amé y ha sido muy importante en mi carrera porque me ha puesto en otro sitial. Para mí es maravilloso cuando me toca un personaje así por la gran carga emocional que ha tenido. Y además la proyección, porque es sobre una comunidad tan vulnerada que la película dignificó. Eso es reconfortante.
—En 2020 ofreció talleres de formación actoral, ¿cómo fue la experiencia y cuál es el consejo que le daría a una persona que quiere ser actor? ¿Le gustaría continuar dando clases?
—Siempre me va a gustar formar a las nuevas generaciones. Y he descubierto que tengo la vocación y la paciencia. No es tan fácil explicar y ser docente, yo tiendo a explicar muy bien las cosas. He descubierto que tengo el don. Además, quiero que esta generación se forme. Y no solo estoy enseñando a nueva generación de actores, sino a cualquier persona que quiera aprender cómo manejar el cuerpo y la voz. La idea es que la gente aprenda a comunicarse porque hay personas que no saben hablar porque no tienen las herramientas. Las nuevas plataformas están dando muchas oportunidades, pero si no se está preparado eso no sirve de nada. Ahora hemos pasado de la televisión a las redes sociales y por allí la oportunidad de reinventarnos y conseguir de alguna manera ganar dinero.
—Luego de una carrera tan exitosa, ¿quién es Hilda Abrahamz en la actualidad?
—Esta pandemia ha sido muy fuerte. También estamos viviendo desde hace muchos años tiempos muy duros en el país, ha sido muy difícil para los venezolanos. Pero con la pandemia hemos aprendido a ser más tolerantes y pacientes. Esto también hace que tenga muchas ganas de salir y hacer otras cosas, de volver a lo que hacía. Aunque tengo otra visión porque he aprendido a tomarme las cosas con calma. Estoy más reposada, más tranquila porque en Venezuela no tenemos las mismas oportunidades que en otros países. Esto ha sido como una doble pandemia.
—¿Qué le falta por hacer a Hilda Abrahamz?
—A mí me gustaría seguir en plataformas de streaming con un personaje fuerte. Hay tantas opciones. Quizá una policía, una detective, algo con mucha fuerza. Pero realmente lo que yo quiero es seguir trabajando y no quedarme en Venezuela, porque en el corto plazo no veo oportunidades. Quisiera irme y hacer algo afuera. Me encanta ahora lo de las nuevas plataformas porque siento que se abre otra oportunidad para los actores que no es Radio Caracas o Venevisión. La televisión ha cambiado, haces una producción y se le vende a algunas de estas plataformas. Es una ventana interesante.
—¿Qué otros proyectos tiene pensado?
—Por ahora, voy a seguir con mis cursos. También estoy haciendo castings. No te puedo decir si tengo un proyecto ya porque estoy haciendo mi tarea. El año pasado me llamaron para hacer algo en México y no pude porque llegó la pandemia. Pero estoy trabajando: quiero salir y hacer.
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