Donde antes algunos soñaron con echar raíces, ahora solo quedan hojas secas y un vacío que desgarra. Todos los pequeños elementos de los que parejas de recién casados, un joven cualquiera o unos padres se rodearon con curiosidad, gracia o ternura para construir su vida, portan una etiqueta que nuevamente marca su precio. Pero ahora con toda una historia que ese objeto está destinado a callar.
Marylee Coll comenzó su indagación fotográfica visitando “ventas” en casas y lo primero que llamó su atención fueron las figuras de porcelana: “Me di cuenta de que la gente se acompaña con esas figuritas. Tienen como una parte humana, cuando las compran es porque sienten una conexión con esos objetos. Siento que son como parte de la familia”.
Con las porcelanas como norte surgió en 2013 la muestra Inanimados. Pero Coll comenzó a tomar fotos a los espacios en los que se disponían las “ventas” a las que asistía asiduamente y percibió una suerte de instalaciones. “Después me di cuenta de que lo que estoy retratando es bien triste. Lo empecé a hacer por la extrañeza de las composiciones en el lugar, esa manera en que la gente pone sus cosas en venta cuando se va de viaje. Luego comprendí que termina siendo la historia del país: gente que se va y deja todo, sus libros, sus objetos. No les importa, dejan los álbumes, quieren vender todo para salir, o porque murieron los dueños”, dice la artista acerca de su nueva exposición Testigos del desarraigo, que se presenta en Beatriz Gil Galería.
“Son historias muy fuertes, es un desarraigo demasiado grande con una historia, todo un pasado, lo que se vivió en ese entorno. Se corta con eso y se dejan a los objetos solos, que se quedan como protagonistas mudos. El espacio que una vez fue habitado y ahora está vacío es como una metáfora del país, una fotografía de lo que estamos viviendo”, asegura.
Coll no se considera una fotógrafa profesional; muchas de las imágenes fueron captadas con un celular, otras con cámara, pero aclara que no posee las destrezas técnicas para hacerse con el título de fotógrafa: “Yo soy una artista que toma fotos, realmente soy pintora”.
En la muestra Testigos del desarraigo los motivos que llevaron a los dueños a vender sus cosas son tan diversos como los objetos que se exhiben: viajes, cambios en las modas, necesidad. Unos hermanos cuya madre murió dejan atrás todo: la ropa, los cuadros pintados, los álbumes de fotos, costosos disfraces de toreros hechos en Madrid a la medida de unos niños que crecieron y ya no desean conservarlos. También está la imagen de la casa de un hombre que murió y que ha permanecido cerrada durante nueve años y ahora parece fundirse con los árboles que la adornaban.
“A mí siempre me llamó la atención visualmente ese espíritu kitsch que tienen, lo que me atrapa es el hecho de ver una situación inusual”, expresa Coll al señalar la imagen de un sofá sobre el que se extiende un cartel con la reproducción de un cuadro. Todo parece sacado de otra época en esa fotografía.
Testigos del desarraigo presenta 60 imágenes, pero no se quedará ahí. La autora asegura que pronto se editará un libro que incluirá el contenido de la muestra. “El texto es desgarrador, porque eso es lo que estamos viviendo todos”, afirma, y añade que probablemente estará listo antes de que termine la exposición en agosto. Además, la pintora reveló que próximamente mostrará su regreso a las artes plásticas con un trabajo al que le ha dedicado cuatro años.
Testigos del desarraigo
Beatriz Gil Galería
Calle California con calle Jalisco,
Las Mercedes
Horarios:
Lunes a viernes, 10:00 am a 7:00 pm
Sábado, 10:00 am a 4:00 pm
Domingo, 11:00 am a 2:00 pm
Entrada libre
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