Dos directores, la austriaca Jessica Hausner y el finlandés Aki Kaurismaki, mostraron este lunes en Cannes su capacidad de hacer cine efectivo con pocos alardes técnicos. Ambos expusieron problemas profundos que afectan a la sociedad occidental. Además, compiten por la Palma de Oro de la 76ª edición de Cannes, que será anunciada el sábado.
Club Zero, de Jessica Hausner, muestra a una profesora de una escuela elitista, Miss Novak (Mia Wasikowska), contratada para introducir hábitos alimenticios sanos entre los alumnos.
Rápidamente la profesora se convierte en gurú de un grupo de «elegidos», a los que conduce al extremo de su razonamiento: es el «Club Zero».
Kaurismaki muestra por su lado la pequeña odisea de un hombre con problemas de alcoholismo y una mujer deprimida (Jussi Vatanen y Alma Pöysti) para poder conocerse realmente.
La puesta en escena es igualmente cuidada en ambos casos.
La escuela y la mayoría de familias de «Club Zero» son de clase alta. Pero Hausner no necesita gran cosa para convencer al espectador de que la riqueza no es sinónimo de felicidad.
La atmósfera es glacial, los personajes casi nunca se tocan, nunca pierden la compostura ni alzan la voz, pero su angustia es profunda.
El estilo de Hausner recuerda al de Ruben Östlund, que ganó dos veces en Cannes con sus sátiras despiadas (El triángulo de la tristeza fue la Palma de Oro del año pasado), y que este año es presidente del jurado.
Pero Hausner opta por un humor mucho más árido en esta segunda candidatura de su carrera, después de Little Joe en 2019.
Los jóvenes hacen régimen para sentirse especiales o para salvar el planeta, pero sus ansias de cambio esconden problemas graves. Y los padres están desamparados o ausentes.
Cannes y sus sorpresas
Kaurismaki ya ha competido cuatro veces por la Palma de Oro. Con Fallen Leaves su estilo depurado se pone al servicio de unos personajes entrañables, pobres y perdidos en la soledad de la gran ciudad.
Los diálogos son breves como en Club Zero, pero hilarantes. Sus personajes también se mantienen a un metro de distancia, pero el espectador les toma cariño inmediatamente.
Aislados en sus respectivos hogares, la banda sonora de sus vidas son las canciones kitsch finlandesas, o las lúgubres noticias de la guerra en Ucrania.
Pero ambos se empeñan en volverse a ver, a pesar de la mala suerte que les acompaña.
Finlandia es, según un índice anual de la ONU, el país más feliz del mundo, por sexto año consecutivo.