La vida en un barrio caraqueño posee muchas caras y muchos matices. Andrés, por ejemplo, tiene varios trabajos, lo cual le deja poco tiempo para compartir con Pedro, su hijo, que recorre las calles junto con amigos con los que comparte juegos y aprende a sobrevivir entre la violencia.
Es el mundo de Andrés y de muchos otros caraqueños inmortalizados en la ópera prima del realizador Gustavo Rondón Córdova, La familia, que se ha hecho con premios en festivales internacionales como el de Biarritz, el Miami Film Festival, el Festival de Cine de Santiago, y en el Festival del Cine de Mérida recibió seis galardones. La película tendrá un preestreno el 24 de junio y llegará a las salas el 27 de julio
Rondón asegura que seguirá explorando la ciudad y el país en sus filmes. Además, explica que la universalización de una historia puede residir en su intimidad al abordar la narración.
—La familia ha sido un éxito en los festivales. ¿Esperaba esta recepción?
—Hacer una película es dar un salto al vacío. Después de que uno las hace, lo mejor posible, la película tiene una vida propia en la que uno tiene muy poco que hacer. Desde su proyección en la semana de críticos de Cannes, realmente tuvimos una acogida muy buena. Hasta hoy hemos participado en unos 40 festivales en 35 países, siempre con muy buen encuentro con el público. Creo que uno no calcula esas cosas; al menos en mi caso, jamás lo calculé, y ha sido muy lindo lo que ha ocurrido en todos estos lugares.
—¿Por qué la historia que plantea en La familia es tan bien recibida en los festivales en el exterior?
—Hay dos elementos importantes, el primero es que al no haber tanto cine venezolano moviéndose en el circuito de festivales, existe un interés en conocer sobre el país y acerca de su cine. Pero creo que lo que ha hecho que La familia haya tenido esa acogida en lugares tan distintos y tan distantes es porque hay una historia que es muy íntima, pequeña, pero que termina siendo de mucha universalidad. Yo pensaba que tenía una película muy local porque el conflicto que de alguna manera desata la historia de estos dos personajes está muy enraizado en lo que estamos viviendo como venezolanos y, específicamente, como caraqueños. Sin embargo, resulta que como la película termina decantándose por esa historia padre e hijo, ahí es donde reside esa universalidad, donde termina habiendo un espejo de las relaciones humanas.
—¿Qué opina de los valores familiares en la Venezuela de hoy?
—Desde el punto de vista de cine yo he querido hacer más una exploración que generar conclusiones. Yo creo que es un tema tan complejo que una película no puede generar realmente un estudio profundo y mucho menos una posible conclusión o una posible solución. En La familia exploro esas relaciones humanas y más bien se genera una pregunta: ¿es posible que sea en las cuatro paredes de una casa que se genere la violencia que como sociedad vivimos? Cuando estaba investigando para hacer la película hablaba con las personas de los lugares que visitaba como posibles locaciones y contaba la historia. Resulta que la historia de Pedro se repetía una y otra vez. Eso quiere decir que la hipótesis que planteo podría estar sucediendo como una de las causas, yo creo que sí. Creo que el estado de las relaciones familiares hoy en día está muy tocado, muy afectado. La crisis de los últimos años ha generado un desgaste en muchísimas familias; mientras más se profundiza la crisis, más cosas salen. Pienso que ese estado de supervivencia general que enfrenta el venezolano está generando cierto desgaste en los vínculos familiares.
—Todavía muchos mantienen que el cine venezolano se encasilla en el tema del hampa, ¿qué tiene el cine venezolano que aportar en su narrativa más allá de eso?
—El cine venezolano en los últimos 10 años ha ido encontrando una mejora muy importante en su nivel técnico, en su nivel de factura y también en su manera de narrar. . Se han hecho muchas películas, lamentablemente no todas con el nivel deseado, pero creo que el cine está encontrando cada vez un mecanismo para presentarse ante el público. Y creo que tenemos un público que últimamente ha sido benévolo con el cine; veía de todo, y eso es bueno, a pesar de que le exigía poco, a mi juicio. Hay nuevas voces, tenemos el cine que se hace en el país y el de la diáspora, y a mi juicio es más fácil que de 20 películas que se hagan salgan 3 o 4 buenas a que de 3 películas salgan 3 buenas.
—¿Existe un proceso de internacionalización del cine nacional?
—Hubo una internacionalización de títulos. Creo que sería demasiado optimista pensar que el cine venezolano tiene un espacio en el mundo. Yo estoy convencido de que no; hay títulos, cineastas. Pero desde hace tres años es que se ha generado un interés y ya no en una buena película al año, sino dos, y además participan en festivales importantes de cine. Entonces algo está pasando. Lo importante es mantener la presencia, y pienso que eso es lo complicado. Ni hablar de las condiciones internas. Desde el año pasado ha habido una baja importante de producción y la consecuencia de eso se verá en un par de años. La familia se estrenó en 2017, se está estrenando en Venezuela en 2018, pero se filmó a finales de 2015. Lamentablemente no veo un panorama tan optimista más allá de que conozco cineastas que tienen un trabajo fuerte sostenido y que están buscando mantener su presencia en el circuito internacional, y mucha gente nueva que está tratando de entrar, pero tenemos bastantes complicaciones, especialmente desde el punto de vista presupuestario.
—¿Siente que la película se estrena tarde en el país?
—Nosotros intentamos estrenar a finales del año pasado, pero las condiciones no se dieron. Luego quisimos estrenar más temprano este año, pero por las elecciones cambiamos nuestras fechas; después había muchas películas acumuladas por estrenar. Sin embargo, creo que La familia todavía está vigente. El hecho de concentrarse en esa historia tan íntima hace que no pase el momento, a pesar de que narra un poco lo que estamos viviendo.
—¿Qué debe continuarse y qué falta en el cine nacional actualmente?
—Yo creo que deben continuarse esas miradas distintas, esas voces diversas que hablan de temas sociales, otras más enfocadas al entretenimiento, otras que prefieren evadir la realidad y la cotidianidad. Creo que todo eso es necesario. Y lo que hace falta, me parece, es mirar más hacia lo que se hace en otras partes, eso no significa que tienes que mirar hacia las grandes potencias, sino a la región, o a países de cinematografías emergentes. Eso hace falta en este momento en el que estamos muy encerrados, producto de muchas cosas. Incluso, en su momento, el hecho de tener una cinematografía que podía hacerse desde Venezuela para Venezuela hizo que no tuviéramos más encuentro con el exterior. No creo que el exterior sea la panacea, no es el objetivo. Las películas tienen que ser capaces de comunicarse, entonces cuando una película nada más funciona para el mercado local, pero en el mercado exterior no tiene ninguna repercusión, es porque quizá no hay universalidad planteada en la historia. No estoy en contra del cine localista, pero prefiero un cine que se comunique con todas partes, con el espectador local y el internacional. Yo creo que hace falta eso, más roce, mirar más afuera. Porque, además, ahora nuestra situación presupuestaria exige que nos relacionemos con el mundo para generar presupuestos.
—¿Actualmente cuál es el tema que le interesa destacar en su trabajo?
—Como director estoy trabajando en una historia de amor entre dos personas adultas en la Caracas actual. Sigo en esto de meterme en las familias y los conflictos que se derivan de ellas, pero con mucho interés en narrar mi ciudad, esa textura que nos pone unas características que nos condicionan a ser como somos, desde mi perspectiva.
Un realizador integral
El cineasta de 40 años de edad nació en Caracas, ciudad que le inquieta, a la que tuvo un acercamiento con su ópera prima, La familia, y que espera seguir explorando en su trabajo.
Gustavo Rondón Córdova egresó de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Central de Venezuela y se especializó en dirección de cine en la FAMU de Praga, República Checa.
Este caraqueño no se limita a uno de los procesos en la realización cinematográfica, sino que también es guionista, director, productor y editor. Asegura que la faceta que más disfruta es la de director. “La de guionista para mí es más lenta y dolorosa; realmente no me disgusta escribir, pero lo hago porque es la manera que tengo para generar las películas que me interesa contar como me interesa contarlas. Otra cosa que me gusta mucho es editar y compartir con otros realizadores”, explica.
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