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Gustavo Ott: Los concursos significan más para la obra que para mí

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Pocos días antes de que finalizara la recepción de textos del Concurso de Dramaturgia Trasnocho, Gustavo Ott envió su obra por correo electrónico. Recién nacida y bautizada como Todas las películas hablan de mí, el texto fue uno de los 135 recibidos para esta edición del certamen. En noviembre el jurado dio su veredicto: había obtenido el primer lugar. Se trata de la segunda pieza de Ott premiada en este concurso del Trasnocho Cultural.

Gustavo Ott nació en Caracas en 1963. Es periodista, dramaturgo y novelista; actualmente reside en Virginia, Estados Unidos. Es considerado uno de los dramaturgos venezolanos más destacados de la actualidad. Entre su extenso compendio de obras figuran: Señorita y madame, Passport, Divorciadas, evangélicas y vegetarianas, Tu ternura Molotov, Momia en el clóset: el cadáver inquieto de Eva Perón, 120 vidas por minuto y Brutality. Además, es fundador de la compañía teatral Textoteatro y del Teatro San Martín de Caracas.

El texto le tomó un poco más de un año. El autor explica que las obras en las que trabaja toman un peso monumental en su vida: definen y explican el momento. «La venía trabajando desde hacía mucho tiempo y cuando las piezas comienzan a hacerse impertinentes y no te dejan en paz, entonces busco el calendario, que es como agarrar un puñal: grupos de teatro, convocatorias, premios, festivales, lo que sea para salir de ellas, no verlas más. En fin, que la envié al Trasnocho para que dejara de atormentarme».

Por unanimidad, el jurado conformado por la directora y dramaturga Ana Melo, la guionista Pilar Arteaga, la diseñadora de producción Eva Ivanyi, el actor y director Héctor Manrique y la directora general del Trasnocho Cultural y cineasta Solveig Hoogesteijn se decantó por la obra. «Presenta a un personaje protagónico que evoluciona desde un desarraigo que no nos deja indiferente, y en su obsesión y atrevimiento, nos acerca a la experiencia creadora del autor llevándonos al centro mismo de su dilema», se lee en el veredicto.

La historia se centra en Socorro, una escritora venezolana que emigró y se encuentra en una situación precaria. La vida del exiliado no es fácil. Sin embargo, recibe una oferta de trabajo peculiar, una peligrosa y vergonzosa. Entonces, la protagonista debe enfrentarse a un dilema laboral profundo. Pero se arriesga y lo toma.

«El personaje fue periodista y su historia comienza con el viejo edificio de El Nacional en El Silencio. Tiene que ver con un bar que por ahí quedaba, asiduo de reporteros y funcionarios de los ministerios, al que íbamos todos luego de cerrar las páginas. Se decía que en las mesas de ese bar meloso no solo se discutían los titulares del día siguiente, sino también las noticias que ocurrirían en quince días. Pero es  que así somos los periodistas: basta con que te creas en la cima del mundo para que al instante te encuentres cayendo por el precipicio», explica Ott.

De acuerdo con el autor, Todas las películas hablan de mí busca mostrar la situación menos visible de los escritores: su vulnerabilidad. Aquella que se adentra y saca a la luz la parte desconocida y quizás oscura del periodista. Oportunidades perdidas, el rencor contra el oficio y su relación con el poder. Además, asegura que cuando escribe persigue la verdad relevante, una que es consecuencia de la contradicción, la rareza y la confusión.

Parte de la inspiración de Ott viene de lo que él llama un «encierro conectado», un lugar virtual donde la gente busca atención, la consigue y vive de eso que no experimenta. «El encierro covid concreta ese abstracto que existía antes de la pandemia, dejando la calle libre, desolada, inédita. Esa es la metáfora mayor de esta obra: requerimos contarnos desde fuera porque compartimos nuestra vida con una voz interna que nos narra. Vivir es imaginar. Y la imaginación es nuestra única defensa frente al espanto y el dolor. Para el personaje central de esta pieza es el desencanto, el abandono. Todo lo excitante está en la imaginación», dice.

Todas las películas hablan de mí fue enviada por Socorro San Miguel, nombre que Ott acuñó para su participación. Al escritor le agradan los concursos con seudónimos porque así, dice, nadie puede hacerse idea del autor. «Me da placer que la ficción comienza con la participación», asegura. En el año 2017, participó en la primera edición del Concurso de Dramaturgia Trasnocho. Y gracias a su obra La foto recibió el primer lugar. Luego, en la segunda edición, en 2018, fue parte del jurado que dio por ganador a Jesús Farías con Animal político. Ambas puestas en escena se encuentran disponibles en la plataforma digital de El Trasnocho Cultural.

Gustavo Ott ha recibido importantes galardones y nominaciones como dramaturgo y novelista durante su carrera. Algunos de ellos: Premio Internacional de Dramaturgia Tirso de Molina en España (1998), el 4ème Concours d’Écriture Théâtrale Contemporaine en Francia (2009), Premio Concurso Dramaturgia Hispana Aguijón Theater Company & Instituto Cervantes, Estados Unidos (2016) y el Premio de Dramaturgia 2019 IX Festival de Monólogos Teatro el Círculo de Nueva York. En Venezuela, el Premio Apacuana de Dramaturgia  Nacional (2015), el segundo premio del Concurso Nacional de Creación Contemporánea (2006) y siete Premios Municipales del Teatro César Rengifo. Además, en 2011 recibió el VI Premio de Novela Salvador Garmendia.

«Me gusta pensar que los concursos significan más para la obra que para mí, quizás porque los premios no son más que una forma injusta, rústica y ofensiva de competencia. Pero te enseñan con dureza la mejor lección de la vida, que, como sabemos, es perder. Y para los escritores perder es casi la mitad del talento y tres cuartas partes del trabajo. Yo he perdido mucho, entre diez y treinta veces por cada pequeña victoria. Y confieso que ni una ni otra influyen en mi trabajo, quizás porque más que escritor, soy un secretario fanático», agrega Ott.

El dramaturgo tiene un disciplinado proceso de creación. Comienza con los personajes y escenarios a las que poco a poco va moldeando hasta que obtiene, finalmente, la historia y puede trabajar sin resistencia. «Todos los días, excepto los fines de semana, a la misma hora, seis horas. Setenta páginas de la primera versión consumen unas quinientas. Las cuento por resmas de papel. Luego, el cosido, los borradores, lecturas personales en voz alta, corrección. Es un proceso duro que me agobia. A veces me pregunto si no termino la obra solo para poder descansar, como todo el mundo», confiesa.

Gustavo Ott vive en Virginia. Desde allí trabaja y ha visto cómo el teatro se ha desenvuelto en un año tan acontecido como lo ha sido 2020. A pesar de que los escenarios han quedado vacíos, el escritor destaca que para algunos actores y grupos se han presentado oportunidades únicas. Se refiere a la adaptabilidad de las puestas en escena que, hoy día, convocan a los espectadores que nunca se fueron y también a muchos nuevos; incluso aquellos de remotas partes del mundo.

Con varias vacunas contra el covid-19 cerca, el dramaturgo ve con optimismo el regreso a las salas. Explica que varias de sus obras, y muchas otras, están en formato digital, pero eso no detendrá el proceso que sigue: volver a los espectáculos presenciales. También, resalta una frase que aparece de manera repentina e invita a crear: «Para mí, la primera libertad comienza con no reconocer a nadie autoridad alguna para decirnos lo que debemos hacer».

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