El próximo viernes, en el Centro Cultural BOD, Guillermo Carrasco renovará los votos consigo mismo. Lo hace cada vez que tiene la oportunidad de estar sobre un escenario. Que no son muchas y quisiera que fueran más, pero, como dice, se hace lo que se puede. Y cuando se puede.
Necios e insistentes es el título que le ha puesto al encuentro acústico que lo reunirá con sus fieles seguidores luego de dos años sin subir a una tarima. “Soy necio e insistente, hay que serlo para seguir aquí”, dice el cantautor y también el ciudadano. Y reflexiona: “Uno tiene que intentar ser de donde es, serlo en el lugar de donde es. Además, no me apetece irme a otro lugar habiendo tantas cosas pendientes por resolver o intentar resolver”. Aunque no juzga a quien ha tomado la decisión de dejar el país, con todo lo que ello supone, sí considera que se peca de adolescente cuando todos deciden abandonar la patria. “Y entonces, desde otro lugar, por Twitter, empiezan a mandar consejos, a decir qué se debe hacer y qué no. Me parece un poco estéril e irrespetuoso”, confiesa.
Él, desde @vosto, su cuenta en esa red social, con sarcasmo y cinismo trata de observar y opinar con cierta dosis de ecuanimidad, dice, con respeto por la gente. “Porque todos tenemos derecho a decir lo que pensamos, pero en tiempos como los que corren, uno tiene que ser muy ponderado, en esa red uno no se debe poner fastidioso, y ya hay mucha gente que lo es. Yo no soy político, ni me interesa serlo, pero como ciudadano me meto en política sin insultar ni agredir”, indica.
No fue sencillo, cuenta Carrasco, armar la banda que lo acompañará el viernes. Cosas de la diáspora. Apeló, entonces, a su agenda para buscar a viejos amigos. Y así aparecieron Eddy Pérez con su guitarra y Miguel Di Vincenzo con la batería. “A ellos se sumarán dos personas que conoceré en los ensayos, Iván Peña en el bajo y Christian Cira en los teclados”.
El cantante volverá al formato unplugged en el que intentará hacer una nueva selección de temas, e interpretar, por supuesto, sus clásicos e incorporar algunos nuevos. “Será un concierto más relajado para nosotros y para el público. Hacía mucho tiempo que no volvía a un acústico. Quiero que pasemos un rato distendido, aunque determinada letra por allí tenga algún mensaje incómodo, que suele pasar”.
A pesar del esfuerzo titánico que implica, hoy en día, organizar un concierto, el cantautor asegura que le gustaría tocar mucho más. Aunque después aclara: “Bueno, no mucho más. Soy de los viejos músicos, me entretiene más crear, grabar, que presentar una producción en vivo. Pero a falta de discos y estudios para grabar, es grato entrar en contacto con gente que no veo a menudo gracias a un espectáculo”.
—Esas canciones que tanto quiere escuchar el público: “Ojalá”, “Bella y fugaz”, “Quiero estar contigo”, ¿adquieren un nuevo significado cada vez que las interpreta?
—A veces quisiera no tocarlas, pero en el fondo me siento muy agradecido de que sea así, de que me las pidan y las recuerden con tanto cariño. Siempre hago un esfuerzo porque suenen distintas porque me aburre cantar siempre de la misma manera. En eso soy un músico atípico. Y pienso que lo menos que se le puede solicitar a un artista es que revisite su obra y ofrezca algo nuevo.
—Han pasado casi dos años desde su último concierto. Como artista, ¿qué ha experimentado?
—Estoy luchando contra el tedio y la escasez. Y me siento más o menos igual todos los días. Tengo temas que no están terminados, que no están orquestados, y mantengo la incertidumbre del disco. Hacer un álbum es una empresa multimillonaria que está condenada al fracaso: lo haces en dólares y el producto luego lo colocas en las pocas tiendas que quedan y nadie lo compra porque es muy costoso. La gente lo que quiere es bajarlo gratis de las plataformas. La música sufre los rigores de la modernidad, del todo gratis, que es una peste. Porque nada es gratis, eso hay que combatirlo. Creo que la música no está en crisis. Quienes estamos en crisis somos los músicos, que hemos dejado que muchas cosas sucedan. Eso es como los ciudadanos que nos quejamos, pero cuando nos toca cumplir nuestro rol como tales, nos quedamos en casa.
—¿Sigue siendo la música una manera de escapar de la realidad?
—La música es un vehículo para expresarse. En el caso de los cantautores tiene que ser un reflejo de lo que piensas y sientes. Y esa es ya una bendición. La música ayuda a resistir, a dormir más tranquilo.